En su bello y muy recomendable libro Habitar como un pájaro, Vinciane Despret  se refiere a las aves para hablar de habitar un territorio pero, al mismo tiempo, de ser habitado por él. Se trata de un giro en la idea de percepción donde no se trata solo de aprehender lo circundante desde la sensación, el sentimiento y el conocimiento sino de que el territorio sea una extensión de nosotros mismos o sea, que el territorio se nos vuelva carne, que seamos él. Cuando nos pensamos o nos sabemos parte de un mismo territorio compartido por numerosas especies interdependientes, sin duda, la noción de nuestro mundo se amplía en todos los sentidos. Tal como afirma la autora, “hay explicaciones que multiplican los mundos y honran la emergencia de una infinidad maneras de ser, otras que las disciplinan y les recuerdan algunos principios elementales”

La reflexión que comparto a continuación es apenas una intención que intenta aproximarse al primer anhelo.

Me gustan mucho las aves y les suelo prestar atención cuando estoy en un lugar desconocido. Cuando pisé por primera vez Barcelona lo primero que noté fue la presencia de las inefables palomas, la intrepidez de las gaviotas que no se inmutan ante la cercanía de los transeúntes y el sonido áspero de un ave blanquinegra de regular tamaño y cola larga. “¿Cómo se llama?”, pregunté al novio de mi hija. “Magpie”, me respondió en inglés, su idioma natal.

 

Comprar en Amazon

 

La urraca, tal su nombre en español, además de ser muy atractiva es un ave llena de historias. En Argentina, otro pájaro al que solemos llamar del mismo modo pero cuyo nombre vulgar más conocido es “pirincho” también lleva consigo relatos que no pidió, sino que los seres humanos le adjudicamos.

Cuenta la leyenda que una familia compuesta por los padres y cuatro hijos que vivían en medio del bosque o “monte”, como le decimos en nuestros pagos, llevaban una vida llena de rutinas y sin sobresaltos. Todos los días, los niños debían juntar agua de la laguna y leña para encender el fuego, llevarla al hogar. Una vez terminadas sus obligaciones, debían acicalarse para esperar a que regresaran sus padres de trabajar en el campo. De los cuatro, uno de sus hijos era muy rebelde y desobedecía a sus obligaciones. En lugar de hacer lo que debía, se divertía haciendo renegar a sus hermanos, subiéndose a los árboles y tirando abajo los nidos pero, sobre todo, rehusaba peinarse y prefería andar desaliñado a la intemperie que regresar a su casa.

Así transcurrían los días hasta que una vez, el hijo díscolo no volvió al hogar. Sus padres lo buscaron por todos lados y, en lugar de encontrarlo, vieron en la rama de un arbol un pájaro amarronado que saltaba de rama en rama, con una cola larga y un penacho con plumas que se desparramaban por encima de su cabeza. Lo que les llamó la atención, además de su aspecto, fue su canto, similar a un quejido. Hoy en día, para quienes creen en leyendas, el pirincho es el recuerdo de ese niño desobediente. Y, al mismo tiempo, cuando la llaman urraca, tiene varias rimas simpáticas que la acompañan: “más chillona que una urraca” o “como urraca, cursienta y flaca”. Aclaración: la palabra cursiento es un idiolecto del campo argentino que significa estar con diarrea.

 

Urraca común

 

Lejos del Cono Sur, la urraca europea también tiene lo suyo. “Buen día señor urraca”, es el saludo obligado que cualquiera que se tope con ella debe cumplir si no quiere tener mala suerte. Muchas personas creen que, como la urraca anda en yunta y tiene una pareja de por vida, ver un solo ejemplar es de mal agüero, por eso deben saludarla para alejar la desdicha. Si bien en tiempos antiguos se la consideraba portadora de buena fortuna, en la Edad Media y bajo la influencia de la iglesia católica, la pobre urraca fue condenada por vinculársela con la carroña y la muerte. De hecho fue víctima de la caza indiscriminada lo que casi la condujo a la extinción.

Existe una rima infantil de origen anglosajón “One for sorrow” que en sus versos sintetiza el destino que le deparará al que se encuentre con una o más urracas frente a frente:

            One for sorrow,

            Two for joy,

            Three for a girl,

            Four for a boy,

            Five for silver,

            Six for gold,

            Seven for a secret never to be told [1].

 

Somos las narrativas en las que estamos inscriptos y, en el afán por dar respuesta a lo que ignoramos y nos atemoriza, buscamos relatos que expliquen lo incomprensible e inexorable. En ese camino, la naturaleza, una vez más, viene a nuestro encuentro en  procura de territorializar el sentido.

Pensar a las aves como integrantes de un único mundo compartido por una infinidad de especies conocidas y por conocer de la cual, la humana es tan solo de ellas, puede que nos ayude a buscar lo que nos une como seres vivos antes que hacer hincapié en las diferencias, algo tan peligrosamente en boga en nuestros días. Pero, sobre todo, nos invita a despegar la mirada del suelo para intentar hallar respuestas. Un gesto en apariencia insignificante pero que cambia el punto de fuga en el horizonte y, por supuesto, eleva la perspectiva.

 

Comprar en Amazon

 

Fuentes:

– Despret, Vinciane (2022). Habitar como un pájaro. Modos de hacer y de pensar los territorios. Cactus, Buenos Aires. ISBN: 978-987-3831-66-9

– (s.f.) Seven birds and their mysterious folklore. BBC Radio 4.

https://www.bbc.co.uk/programmes/articles/3HQl1RD2B9ny9PX8bYRBL9W/seven-birds-and-their-mysterious-folklore. Recuperado el 17/03/2025

[1] Uno por la tristeza/Dos por la alegría,/Tres por una niña,/Cuatro por un niño,

Cinco por la plata,/Seis por el oro,/Siete por un secreto que jamás será revelado.