Foto de Garry Winograd

 

En un país con tanta vida nocturna como España, son escasos los libros dedicados a la noche. Una excepción es el del periodista y escritor barcelonés Joaquín Luna: “Esta ronda la pago yo. Una crónica personal de la noche: auge, agonía y fauna” (Librosdevanguardia, 2022). El autor sabe de lo que habla por lo que a la experiencia se suma una forma divertida de contar la noche en general, incluidos lugares tan lejanos como Tokio o Hong Kong, las costumbres de la fauna nocherniega, y el recuerdo de lugares míticos.

El autor explica que la afición española de trasnochar se debe al clima, la mala calidad de las viviendas y el tedio hogareño, porque “a diferencia de Suecia, las islas Feroe o la pequeña península de Jutlandia” a ciertas horas se está más caliente en casa que en la calle. Motivos que han hecho de la industria de la noche española una potencia internacional.

El hombre heterosexual noctámbulo era un viajero movido por el afán conocer a una mujer y acostarse con ella en el mínimo tiempo posible. A menudo, este propósito terminaba en boda con una tarta de cinco pisos. Pero entre un momento y otro, quedaba la posibilidad de ver el glorioso amanecer se hubiese metido gol o no. Predominaba entonces la sensación de la misión cumplida y dar la vuelta al orden natural de las cosas, porque mientras uno se dirigía hacia la cama propia o ajena, por lo general propia y en un estado confuso, empezaba un nuevo mundo para el resto de la humanidad hecho de obligaciones. Tal vez por eso el noctámbulo está mal visto, pero como señala el autor con justicia, hubo numerosos aficionados a la noche de gran valía y laboriosidad.

 

Comprar en Amazon

 

Sin embargo, la realidad del hombre que salía de noche en busca de placeres no pagados debía acometer una tarea ardua cuando tocaba la hora de entrar en acción. Para conquistar a la desconocida había que venderse bien, acertar con el fraseo justo y no pasarse con el alcohol para infundirse valor. La mujer tenía un papel más fácil, como era el de observar el cortejo, calibrar la pieza y poner luz verde o roja en el semáforo. Claro que también las mujeres han tenido que aguantar pelmazos e incluso agresiones verbales. En cualquier caso, como apunta Joaquín Luna, la noche es un juez implacable y a fuerza de caer y levantarse, el hombre aprendía y si las derrotas sumaban más que las victorias se cortaba la coleta y fundaba una dinastía familiar.

Pero también las mujeres progresaron y las “noctámbulas” ya no empleaban frases cortantes o, peor aún, “declaraciones programáticas y poco creíbles del estilo `me gusta leer`, pronunciadas de madrugada, en lugares muy poco asociados al silencio y la espiritualidad” para avisar al aspirante de que no se equivocase: todavía quedaban en el mundo mujeres virtuosas.

La nocturnidad no decayó ni con el franquismo, que definió la moral pública, pero dejó como vía de escape la privada siempre y cuando no se hiciese demasiado vistosa. De la grisura de la España diurna se podía huir por la noche, gracias al alcohol y la carne, los dos grandes banderines de enganche de la nocturnidad con alevosía. El resultado fue que no faltó el vicio y las juergas.

En cambio, la homosexualidad fue perseguida, mal vista y clandestina. Los gays salieron a la calle durante la transición a la democracia y fueron la punta de lanza de los nuevos tiempos. Barcelona fue la ciudad más abierta y comprensiva con los homosexuales durante el final del franquismo. También el  Underground, y las distintas movidas de Barcelona y Madrid de los años 70 y 80 tuvieron una importante aportación gay, en cuyos locales desinhibidos se practicaba la fiesta de verdad.

 

La modelo Teresa Gimpera, en el primer cartel promocional de la discoteca Bocaccio

 

Barcelona dominó la noche en España hasta comienzos de los ochenta. Luego el sida arrasó el mundo libertino y nocturno, y el imperio de la noche retrocedió en Barcelona. Para el autor, “el independentismo, ideología muy conservadora, tendrá algunas virtudes, pero no ciertamente la del sentido juerguista de la vida”. Los noctámbulos empezaron a concentrar sus esfuerzos en los jueves para salvar una noche laborable del desierto que va del  domingo al miércoles. Atrás quedaban sitios tan diversos como  Bocaccio, el Up&Down, o el Bagdad donde pasaron todas las estrellas del cine porno y con su faquir Kumir capaz de levantar una campana de treinta kilos conectada con un cable a lo que parecía una quinta extremidad.

En este periplo no podían faltar los locales liberales, que menudean en el Mediterráneo y Madrid. Aunque pocos tienen la distinción de los de París, Joaquín Luna afirma que si fuese sexólogo a aconsejaría a los matrimonios en crisis darse una vuelta por esos lugares para descubrir y descubrirse en un ambiente que suele ser entretenido y variado, y permiten dar rienda suelta a las fantasías eróticas.

El gran desarrollo de la vida nocturna de España se produjo entre 1980 y el 2000, cuando hubo exceso de todo, incluido sexo, drogas y libertinaje. Si ahora la noche está en retroceso uno de los culpables es Silicon Valley. Resulta evidente la ventaja de las redes y aplicaciones que permiten lanzar en plena jornada laboral más ataques en una hora que un noctámbulo en una semana sin necesidad de gastarse un euro en copas, dañarse el hígado o dormir menos.

 

El periodista y escritor Joaquín Luna fumándose un cigarrillo en la terraza del bar Ocaña de Barcelona. Foto de Àlex García

 

Las mujeres se quejan de que los hombres se han vuelto muy parados, una crítica frecuente que el autor escucha y atribuye a que el hombre está perdiendo el instinto atacante, porque hacerlo a través de un móvil o un ordenador, “fomenta la pereza, y aunque permite hablar sin ruidos de fondo y con una cierta pausa que debería impedir las meteduras de pata, nunca tendrá la emoción de la seducción en directo como los boleros, el cante flamenco y las operaciones quirúrgicas a corazón abierto”.

Según Luna, los años han reforzado un cierto puritanismo en la izquierda española, que se ha desmarcado de la noche como bandera de la libertad y presume de ideologías más saludables “como el animalismo, la práctica religiosa del deporte, el ecologismo que te acaba creando mala conciencia por todo y un feminismo a ratos insoportable. En cambio, la derecha se ha convertido en una fuerza capaz de defender el gin tonic, los tragos generosos y que la gente se divierta de noche, sin al menos, demonizarla”.

Más allá de la nostalgia, Joaquín Luna pronostica que llegará el día en que solo los jóvenes serán noctámbulos y de corto recorrido. Las redes sociales y las aplicaciones permiten “seducir” desde el sofá de casa con likes y comentarios. También pone su parte el utilitarismo reinante, la esclavitud laboral, la obsesión de no perder el tiempo… La noche no es la posada, es el camino, decía Don Quijote, patrón del noctámbulo del siglo XXI, nos recuerda Joaquín Luna. Suceda lo que suceda con la noche, la próxima ronda de copas la paga el lector de este libro, por haberse reído y disfrutado con esta crónica personal de la noche que también lo es de todas las nocturnidades.

 

Foto de Walter Fink