La autora de «Tropicana Nights. The Life and Times of the Legendary Cuban Nightclub», Rosa Lowinger cuenta la historia del legendario club cubano desde el punto de vista de Ofelia Fox, la viuda del dueño y fundador del considerado «Moulin Rouge» cubano, Martin Fox.

Según escribe la cubano-estadounidense Lowinger, periodista, conservadora de arte y residente en Los Angeles, desde 1939, a partir del ‘Tropicana’ se explica Cuba. Cuando Las Vegas no era más que una parada en el desierto, el «Tropicana» era ya un «paraíso bajo las estrellas» (nombre de una de sus más famosas salas) y una joya arquitectónica, donde se dejaban ver Ava Gadner, Marlon Brando, Nat King Cole, un joven John Kennedy o miembros de la realeza europea y africana.

El arquitecto responsable de lo que muchos consideran la construcción modernista más importante del Caribe, Max Borges, afirma en el libro que «todavía hoy miro hacia atrás y no sé cómo se me ocurrió. Fue una inspiración única».

 

 

La autora del libro convierte a este casino-cabaré, testigo de tantas pasiones, recuerdos y acuerdos, una oportunidad para explicar la historia de Cuba desde un punto de vista diferente. Si en los años cincuenta lo frecuentaban los parientes de Batista y los americanos mafiosos, en los setenta y ochenta los comunistas de los países del bloque soviético que viajaban a Cuba.

Lowinger arranca con la fiesta de Nochevieja de 1958 en el «Tropicana», cuando el club recibía a sus elegantes invitados que descendían de sus Cadillac rumbo al ostentoso cabaré para celebrar el nuevo año a ritmo de mambo y descorche de champán. Mientras se celebraba el cambio de año, el dictador cubano Fulgencio Batista abandonaba precipitadamente la isla en avión y los revolucionarios de Fidel Castro tomaban La Habana triunfalmente.

Desde ese momento, el «Tropicana» nunca volvió a ser lo mismo. El Gobierno revolucionario de Castro prohibió el juego y la tensión política con EEUU alejó al turismo. La autora se basa en los nostálgicos recuerdos de sus padres y la fascinación que despertaba el club entre los cubanos que había conocido, pero también describe el juego y la mafia.

 

 

Martín Fox, el hombre que hizo del club una leyenda, siempre dijo que el «Tropicana» nunca estuvo controlado por la mafia estadounidense, como el resto de los cabarés cubanos, lo que es cierto a medias. Los administradores de crédito eran la mafia y ningún casino subsistía sin ellos. No había otra manera de facilitar dinero al instante. Martín pagaba, además, 5.000 dólares al mes al jefe de la policía en La Habana, escribe Lowinger.

Un capítulo interesante del libro es el destino de la considerable fortuna que Fox consiguió sacar de Cuba en 1959 pero que su esposa nunca vio al morir el dueño del cabaré de un ataque al corazón poco después de dejar la isla. Como tantas otras mujeres en el exilio, Ofelia se vio sin un centavo y tuvo que trabajar duro para salir adelante.

La escritora explica en su libro que los que dicen que Cuba era maravillosa sin ver el problema político y social se equivocan tanto como quienes critican la situación obviando la grandeza artística del Tropicana.

 

 

 

 

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