Tatiana Goransky (Buenos Aires, 1977) es escritora, dramaturga y cantante de jazz. Autora, entre otras novelas, de Don del Agua, Fade Out, Ball Boy, La Mujer Poco Probable, Quisiera Amarte Menos y ¿Quién mató a la Cantante de Jazz? Durante la pandemia publicó el libro Quisiera amarte menos y nos cuenta sobre su último trabajo,  y todo lo que conlleva el proceso creativo de la escritura. “Cada texto exige un tratamiento distinto, una nueva manera de narrar”, dice la autora que no quiere que la citen para hablar únicamente en las mesas de literatura femenina o feminista. «Esa es otra manera de encasillarnos. Ojalá llegue el día en el que la gente no se fije en eso al elegir su próxima lectura. Una cosa es saldar la deuda histórica que el mundo tenía con nosotras y otra es convertirnos en moda», añade.

 

Dicen que en arte todo vale, ¿crees que con la literatura ocurre lo mismo?

¿Cómo en el amor y en la guerra? ¿O te referís a que todo tiene valor, como por ejemplo la lista de supermercado de algún autor famoso? Aprovecho el espacio generado por esa ambigüedad para hacer foco en algo que me preocupa: la necesidad que tiene cierta gente de que el arte, en este momento, sea políticamente correcto o no sea. Creo que nunca saldrá nada bueno de quedarse dentro de ese espacio. Creo que la literatura (como rama del arte) construida a partir de casi cualquier fórmula tiende al fracaso, a repetirse, a no generar esa sensación expansiva que hace que podamos perdernos y encontrarnos en ella. Creo que hay que poder separar al artista de su obra y recordar que la literatura no está acá para adaptarse a nuestra realidad social sino para ponerla en jaque. Pero ojo, con esto no quiero decir que haya que escribir solo libros “incómodos”, creo en la literatura como entretenimiento y en la literatura como espacio de placer, pero tengo en claro que si empezamos a ponerle límites a la literatura vamos a perdernos de libros enormes. Para límites ya está la vida.

¿El amor es toda raíz de una buena historia?

En mis libros siempre el amor (hacia alguien, hacia lo que se hace, perdido, encontrado, buscado) está presente, pero eso no garantiza una buena historia. Siguiendo con lo que te decía en mi respuesta anterior, no creo que haya una receta que haga que una historia sea buena. La belleza de la literatura, para mí, radica en el cómo se narra, en las particularidades de sus personajes, en construir un mundo en el que tengas ganas de quedarte a vivir incluso después de haber cerrado el libro.

“Quisiera amarte menos”, ¿cómo fue la elección de dicho título? ¿A qué hace referencia?

Es el título de un vals cuya letra resume el espíritu de la novela. Es como cuando en un primer párrafo lográs condensar todo lo que va a venir después.

Lo curioso es que no era el título original. Amo titular y casi siempre estoy segura del título desde el comienzo. Esta fue la primera vez que cambié de opinión poco antes de que fuera a imprenta. A mi editor no le convencía, a uno de mis colegas que la había leído, tampoco. Hasta el día de hoy les estoy agradecida, y es que Quisiera Amarte Menos me sonaba todo el tiempo en el oído y no entendía por qué. Hay veces que no se pueden explicar ciertas partes del proceso creativo.

¿Crees que entre tu primer libro y el último ha habido un cambio de estilo y/o género?

Eso espero. Cada texto exige un tratamiento distinto, una nueva manera de narrar. Esa es una de las cosas que más me interesa a la hora de producir relato.

 

Tatiana Goransky

 

¿Cuándo surge el armado de una nueva obra, como lo vivís? 

Depende del libro. “Quisiera amarte menos” empezó con un monólogo que funcionaba bien de manera autónoma. Podría haberse quedado ahí, en una sola voz, pero con el tiempo se fueron sumando otras, la historia empezó a tramarse y los seis personajes destronaron a la autora. Quise ponerles contexto, quise construir alrededor de ellos un marco que facilitara su lectura, que la hiciera menos cruda, pero todo me parecía adorno. Entonces, hice el proceso inverso: despojé al libro de todo lo que no era esencial, confié en la capacidad de narrar de cada personaje. Me retrotraje a mis raíces de dramaturga.

¿Cómo transcurre el proceso de escritura durante la cuarentena, te modifico en algo a vos?

El año pasado, durante la primera cuarentena de más de seis meses, no escribí nada. Me dediqué a ayudar a otros en sus producciones personales, cosa que me hizo bastante feliz. No tenía ningún interés en escribir, la vida misma me estaba pasando por encima y, en mi caso, la vida siempre le gana a la literatura. No soy de esas escritoras que florecen bajo condiciones adversas. Necesito disfrutar del proceso, incluso cuando escribo cosas que me abisman. El momento de producción no puede ser en el medio de la niebla, del descampado. En esos momentos busco refugio en otros lugares.

Este 2021 ya empecé a trabajar en algo, pero todavía es muy pronto para saber si irá a parar a la imprenta o al cajón.

¿Por qué, para quienes escribe Tatiana Goransky?

Cuando escribo intento no imaginar a los futuros lectores. Si me dejo condicionar por lo que en este momento dicen que “hay que escribir” o “hay que leer” quedo paralizada.

Sé que mucha gente escribe porque no le queda otra, porque solo escribiendo logran conectarse y entender el mundo que los rodea. Yo escribo porque sí me queda otra, pero tan grandes son las ganas de ponerme a escribir que prefiero hacerlo.

¿En qué momento, dónde o cómo se da el proceso de creación literaria?

Antes de ser madre tenía muchas respuestas para esta pregunta. Ahora lo hago cómo puedo y cuándo puedo. Me quedé sin supersticiones, sin tabla de horarios, sin plan ideal. A veces me gustaría volver a esas épocas en dónde la literatura se daba en un cuarto propio y con una sola agenda, pero al rato me doy cuenta que, en lugar de enojarme por la falta de condiciones ideales, tengo que usar todo eso a mi favor. Como uso los nervios antes de subirme al escenario a cantar.

¿Cómo ves la literatura contemporánea en nuestro país y resto del país?

En cada país la industria editorial es un mundo aparte. Así que solo puedo hablar en líneas generales.

Me abruma la cantidad de autoficción, el pedido específico (en algunos países) de que los libros sean “gordos” y la tendencia a otorgarle valor exclusivamente a las novedades. La vida “útil” de un libro cada vez es más corta, la gente tiende a comprar lo que hay en la mesa de entrada de las librerías, abundan los “one hit wonders” y los autores tienen que salir a respaldar sus obras en todos los formatos posibles.

Nada de esto está mal, solo es un pantallazo de lo que veo. Eso no quiere decir que no haya grandes libros y grandes autores. Eso sí, por más que creo fervientemente en la reivindicación de la literatura escrita por mujeres (y por suerte es un proceso que ha modificado el mundo para bien), estoy cansada de que me pidan que recomiende solo eso. Si seguimos así nos vamos a perder un montón de buena literatura. La idea, de nuevo, es poder separar al autor de su obra. Así que por qué no considerar, a esta altura, los libros escritos por mujeres simplemente como libros. No quiero un estante que nos separe del resto de los textos, no quiero que me citen para hablar únicamente en las mesas de literatura femenina o feminista. Esa es otra manera de encasillarnos. Ojalá llegue el día en el que la gente no se fije en eso al elegir su próxima lectura. Una cosa es saldar la deuda histórica que el mundo tenía con nosotras y otra es convertirnos en moda. Es que todos sabemos lo que pasa cuando algo se convierte en moda. A este ritmo estaremos cerrando como las pistas de patinaje sobre hielo, los video clubs y los pools. Los extremos nunca son buenos, en la literatura tampoco.

Ojalá podamos leer lo que se nos antoja sin preocuparnos tanto por el canon actual. Si todos leemos lo mismo la literatura se estanca, se empobrece.

 

 

 

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