Los aeropuertos son la quintaesencia de la representación del trecho del siglo XXI que llevamos andado, con permiso de la Inteligencia Artificial y la manipulación del fanatismo. Los aeropuertos son hormigueros enloquecidos con intención de cordura, en donde nuestro querido Caos, sutil, necesario y asombrosamente moldeable siempre se cuela por cualquier resquicio, como el agua.
Después de haber pasado por los exigentes controles de seguridad que chequean el equipaje, en donde el peligro se mide por la cantidad de centímetros cúbicos que contienen los frascos de perfume, los protectores solares o las cremas anti-edad (sorprendentemente parece que eso es garantía de algo); pasas a estar esperando cívica y ordenadamente en una fila para embarcar. De repente, en los últimos minutos y antes de subir al avión, aparece un agente del caos camuflado de aeroportuaria, con un uniforme perfectamente conjuntado en un esfuerzo, fracasado, por trasmitir con esa indumentaria orden y armonía; lamentablemente, a través de su desmadejado moño vamos percibiendo una pista que nos avisa de que hay alguna alteración en la fuerza: efectivamente, llega el mensaje que siembra la anarquía a través de la enlatada boca del altavoz, y se pone en evidencia el triunfo, una vez más, de “Caos”siempre presente, gamberro tantas veces y terrible en muchas ocasiones. Esta vez sólo había que cambiar de puerta de embarque. No fue trágico. Al igual que las castrenses hormigas reaccionan desorientadas cuando se rompe la fila que les conduce a su destino, los viajeros, con un puntito de pánico en la mirada, buscan orientación disimulada pero desesperadamente.
En las Vacaciones hay búsqueda, descanso, restitución de fuerzas, inmersión en el placer, diversión, alegría y despreocupación, pero también hay huida.
Huimos del esfuerzo, del cansancio, de la monotonía, de algo, de “Algos”: “En la mitología griega Algos era un semidios que personificaba la pena y el dolor, tanto física como emocional. Solía mencionarse también en plural,” las Algea”, espíritus femeninos que traían los lamentos y las lágrimas. (Diccionario Tesauro de Historia Antigua y Mitología). De ahí neuralgia, cardialgia, nostalgia, etc.
Por mucho que intentemos huir de Algos, siempre nos caza, es más, nunca nos abandona. Como Caos está presente en nuestras vidas y se cuela como el aire que respiramos. Nunca tiene maldita la gracia y siempre trae mucho sufrimiento. Mientras unos están tomando un daiquiri al borde del mar, o paseando por la ladera de un monte más allá del horizonte, otros están penando por una aortitis sorpresiva, las puñaladas de una pérdida, un acoso laboral, la traición de un desengaño amoroso, un molestísimo implante de rótula que permita seguir tirando, el cuidado de una madre que nos trajo al mundo y que ahora está al borde del abismo, un hijo descompensado de delirio, una quimioterapia asesina y salvadora, un lupus incomprensible en plena pubertad, un maldito cáncer de huesos a los 20 años, etc, etc, etc…
Estas atrocidades que nos rodean forman parte de nuestra realidad, pero las vivimos como si no existiesen, solo formando parte de la realidad de otros. Quizás también sea otra característica del siglo XXI. Tenemos más herramientas para negar lo que nos aterra. Lo virtual nos sirve de escapatoria y también puede sernos útil para desensibilizarnos y ser inmunes al desaliento ajeno. Pero, pero, pero, la tecnología también, también, T-A-M-B-I-E-N nos sirve para afinar soluciones, paliar sufrimientos y optimizar tratamientos.

Una escena de la película «La vida de Brian”
“Always Look on the bright side of life”; Como cantan los irreemplazables Monty Pythons en el magistral final de la «La vida de Brian”.
Los nombres que ponen a sus hijos las nuevas generaciones son, a menudo incomprensibles, a saber: Kirke, Luc, Kai, AE-XII, Exa, etc., no nos dicen nada en especial. Por el contrario, antiguamente hace más o menos 100 años, había nombres sorprendentes con una carga de significado muy contundente. Por ejemplo: María Angustias, Dolores, Socorro, María Auxiliadora, Remedios, Consuelo, Amparo. Es curioso, pero si seguimos el rastro de estos nombres parece que nos señalan el camino de los sufrimientos y su alivio. Podemos jugar a construir frases con ellos, por ejemplo: La angustia produce grandes dolores que obligan a pedir socorro buscando auxilio y algún remedio que consuele y ampare. No parece tan difícil, nuestras antepasadas nos muestral el camino lleno de pistas. Lo común es que miremos para otro lado, como si no existiera el dolor. Este comportamiento puede parecer crueldad, sadismo en dejar abandonado y desamparado al otro en su mal momento, pero no es así, esa no es la razón de la desatención, la explicación es más barata: simplemente es cobardía, miedo a ver una verdad dura y difícil y pensamos, tontamente, que haciendo como las avestruces, no nos alcanza. Pero, nos alcanza, antes o después nos alcanza, no cabe duda.
No estará demás, y no es incompatible con la juerga, que, en algún momento, cuando estemos tomándonos una cerveza fresquita en el chiringuito, vayamos caminando por frescas veredas o estemos imbuidos en nuestras diferentes pasiones, disfrutando de la vida y sus placeres que aprovechemos ese dulce momento y tengamos un poco de CON-PASION, que aligere el malestar de aquel amigo, hermano, vecino, ese otro, y mandes un emoticón, un ramo de flores, hagas una llamada, una visita, en fin cuides un poco. Hay que llevar en la maleta “muchos cuidados”, porque, aunque parece un misterio las palabras alivian, acompañan y curan. Esa maravilla de capacidad simbólica tiene poderes inauditos. Aprovechémoslo. Hoy por ti y mañana por mí, para cuando el dolor no se vaya de vacaciones.