Foto de Robert Darch
Iñaki Ezkerra, poeta bilbaíno de largo recorrido y amplio bagaje intelectual, nos ofrece en sus Cien sonetos de la vida entera. Antología y Carnaval sin fiesta dos facetas de su voz poética: la del orfebre formal, apasionado por el soneto como estructura del pensamiento, y la del testigo contemporáneo, crítico de su tiempo y profundamente implicado con la dimensión ética de la palabra.
Cien sonetos de la vida entera (Huerga y Fierro, 2023) no es solo una antología, sino una vida entera desplegada en catorce versos. Con prólogo de Emilio Pascual, y conformado por un centenar de sonetos, incluidos algunos inéditos, el libro representa una obra de madurez pero también de persistencia: algunos de estos textos fueron escritos cuando Ezkerra tenía 19 años. Esta longevidad creativa, sin embargo, no conlleva repetición, sino una fidelidad a la forma como espacio de renovación. El soneto, en Ezkerra, se transforma en la forma dialéctica por excelencia: la hegeliana con su tesis, antítesis y síntesis, y donde se suceden en los cuartetos y tercetos, de manera que el pensamiento y la emoción se tensan en un juego armónico y complejo.
La riqueza temática del libro va desde el amor —con su caudal de imágenes sensoriales, espirituales y míticas— hasta la reflexión sobre el tiempo, el arte y la condición humana. Se percibe la huella de la tradición (véase la cita de Manuel Machado “Cabe la vida entera en un soneto”) y, al mismo tiempo, una sensibilidad contemporánea que se atreve con el humor, como en los deliciosos e inéditos “sonetos gastro-óticos”, que no temen reírse de sí mismos.
Esta autoironía, lejos de empobrecer la lírica, la humaniza. Y en ese equilibrio entre rigor formal y libertad conceptual se encuentra uno de los mayores logros del libro: su capacidad de tocar lo eterno sin abandonar lo cotidiano.
La voz que transmiten estos sonetos se pregunta por la fugacidad de los sueños, la persistencia del deseo, la mitología como forma de comprender la existencia. El mar se transforma en símbolo de lo inabarcable y lo íntimo, y conecta lo eterno con lo urbano, lo lírico con lo tangible. Como telón de fondo: la palabra como casa, trinchera y espejo.

Foto de Erika Zolli
En cambio, Carnaval sin fiesta (Huerga y Fierro, 2021), es una obra más marcada por la pandemia del Covid. Si el primer libro celebra la permanencia del mito, este segundo lo o pone en solfa. Ezkerra adopta un tono más más próximo al ensayo poético. La estructura ya no es cerrada como el soneto, sino abierta como el mundo que describe: un mundo atravesado por la posverdad, el enmascaramiento y la alienación.
La máscara, de hecho, se convierte en la imagen nuclear del libro. En ella confluyen referencias culturales, históricas y políticas: desde las capuchas de ETA hasta los rostros ocultos de Anonymus, pasando por los carnavales medievales y las pandemias que cambiaron el rostro de Europa. El poeta observa este panorama con escepticismo y esperanza. Hay una nostalgia de sentido, una búsqueda de autenticidad en medio del simulacro.
No hay en estos versos complacencia, sino un esfuerzo por mirar de frente, incluso cuando duele. Y sin embargo, tampoco falta el humor ni la ternura, porque el poeta sabe que la ironía es también una forma de resistencia.
Ambos libros son, al final, las dos caras de un mismo poeta. Uno que busca en la poesía un lugar para pensar, amar y resistir. Uno que entiende que la poesía es más filosófica que la Historia. Que a veces, en un solo verso, cabe una vida entera.
Iñaki Ezkerra navega por un océano que ya no reconoce sus mapas. Pero escribe. Y en ese gesto —fiel, valiente, irrepetible— confirma que la poesía sigue siendo un acto de presencia. Aunque el carnaval ya no tenga fiesta. Aunque el tiempo pase. Aunque la máscara siga puesta.

Iñaki Ezquerra
Iñaki Ezkerra tiene publicada una veintena de libros que van de la novela al ensayo pasando por el relato breve, el artículo periodístico o la poesía. Para más detalles: https://es.wikipedia.org/wiki/Iñaki_Ezkerra