Goya. El quitasol. 1777

La idea de escribir este ensayo, El Madrid del siglo XVIII (1ª ed. Endymión, 2011; 2ª ed. mayo 2018 y la tercera reimpr., Sapere Aude), nos cuenta la catedrática de lengua y literatura Juana Vázquez, se debió a que hizo la tesis sobre el costumbrismo del siglo XVIII que leyó Carmen Martín Gaite y la animó a seguir investigando. Juan Vázquez dice que fue en ese siglo cuando nace la sociedad moderna, el gusto por el cuerpo, la deshinibición, el trato mujer hombre, un cierto laicismo. Es cuando las modas vienen de París, nace la medicina moderna y se desecha lo español por vulgar. Todo ello provoca una reacción de las clases bajas ante tanto afrancesamiento. En realidad ese cambio se registra en todas las grandes ciudades, y es que los Borbones, los nuevos monarcas, vienen rodeados de franceses e italianos. Nace la frivolidad, el pasarlo bien, el trato con los demás, las prisas de agenda por reuniones y tertulias… En fin, nace lo que es el gusto por la vida, la ciencia y se fija el gusto en todo hasta en la comida. Por eso, para mí, la ilustración es la idea de salir de la cárcel que se tenía al cuerpo y a la mente, y eso se ve sobre todo en Madrid, pues la Corte borbónica, al principio fue centralista.

 

¿A que se debió la idea de escribir este libro?
Hice la tesis sobre el costumbrismo del siglo XVIII y la leyó Carmen Martín Gaite y me animó a seguir investigando sobre la intrahistoria de ese siglo. Me dijo que aparte de su libro, Los usos amorosos del siglo XVIII, no había nada más sobre lo que fue la vida cotidiana de este siglo ilustrado y tan importante para nuestra identidad española actual.
Una vez puesta en ello, lo peor fue la investigación, ya que me he pasado cerca de diez años en la Biblioteca Nacional, pues como no había antecedentes ni fuentes, buscaba en los archivos por nombres que pudieran estar relacionados de alguna manera con el siglo XVIII. Por ejemplo, cortejo, petimetre, botillería, tertulia, estrado, berlinas, majas, manolas…. Luego al escribirlo, lo más difícil fue buscar una estructura para que esa serie de impresos, el noventa y nueve por ciento inéditos, tuvieran su cauce.
¿Qué fue lo que mas te llamó la atención de ese siglo?
Su modernidad respecto a los anteriores. Te reconoces en él. Ahí hay un cierto laicismo y el no tomarse en serio a la iglesia tradicional, una incipiente libertad de la mujer, que si era de la alta sociedad tenía su cortejo, y que incluso podía entrar en su habitación para ayudarla a abrochar corsés, lazos, hebillas, etc. Asímismo, las tertulias donde se reunían petimetres y petimetras  -hoy diríamos modernos- y en las que se hablaba de literatura, música, poesía, e incluso de ciencia, que en el siglo XVIII, comenzó a ser experimental
Y sobre todo, ese interés por el cuerpo, por hacerlo hermoso, a través de modas, y toda clases de complementos, bolsos, pamelas, flores, encajes, estolas, así como jabones, colonias, polvos, pelucas, y un sinfín de artefactos para ir apretadas, erguidas, y «marciales», palabra muy usada en el siglo dieciochesco que significaba desenfado, libertad y modernidad a la «francesa» en la mujer. Además es un siglo alegre, bullicioso, de reuniones, prisas, paseos y visitas.

Escena de Casanova de Fellini

 

¿Dónde fueron mayores los cambios?

Los cambios fueron mayores en las costumbres, pues no hay que olvidar que la Corte de los Borbones, en primer lugar Felipe V, venía con una Corte francesa, así como italiana por ser su mujer de Italia. Estas formas de vestir, relacionarse, divertirse, calaron mucho en la sociedad dieciochesca. La moda fue un cambio primordial, pero el cambio más importante fue el paso que se dio por igualar a la mujer y hombre en derechos y deberes. Por otro lado, la Iglesia pierde mucho peso entre la sociedad ilustrada, que «cambia» la religión por la razón y el conocimiento. En la medicina nace la homeopatía y se moderniza pasando a mejor vida sangrías y otros remedios superticiosos, como el ajo debajo del colhón para el reuma.
¿Qué similitudes ves con los tiempos actuales?
El gusto por cuidar el cuerpo, en todos los aspectos, por lo bello, por la juventud, por las modas extranjerizantes, el laicismo, el afán por viajar y conocer otras culturas. El amor al conocimiento. La razón por encima de cualquier dogmatismo…
¿Por qué el ensayo se circunscribe a Madrid?
Porque era la ciudad que representaba a todas las grandes capitales de España, pues era la que marcaba las tendencias, sociales, culturales, la moda, la gastronomía…. No hay que olvidar que los primeros Borbones fueran centralistas hasta extremos inimaginados.
El cortejo

 

¿Los afrancesados y los Borbones representaron cierta modernidad? ¿Consiguieron romper con los moldes de lo tradicional?
Hicieron que nacieran las dos Españas. Por un lado estaban los tradicionales, los nostálgicos del imperio español que odiaban cualquier cosa que viniera de afuera, y por otro los afrancesados ilustrados, movimiento que no caló más allá de cierta aristocracia y clase alta progresista. Esto no quiere decir que no la hubiera también tradicional, la mayoría. Pero sí que representarían cierta modernidad social, de relaciones personales, sacar a la mujer del estrado donde se moría de soledad con sirvientas y «almohadones». Le dio ritmo a la vida, alegría, se creyó como nunca en el futuro, en la idea progresista del conocimiento. Pensaban que llegaría un momento en que el mundo no sería un enigma.
¿La influencia fue sólo francesa o también hubo de otros países europeos?
Fue sobre todo francesa, pero Londres y también Italia puso su grano de arena. Italia «exportó»· a los «abates», ciertos sacerdotes petimetres que servían a las damas de alta alcurnia de cortejos. Contra ellos se alzó la iglesia tradicional, condenándolos por mundanos y pervertidos.
¿Se puede hablar de afrancesados o éstos son posteriores?
Sí, por supuesto que se puede hablar de afrancesados, son los primeros afrancesados. De hecho el nombre de petimetre y petimetra que dan a nuestros modernos dieciochescos viene de Pequeño maestro.
Petimetre

 

¿Cómo puedes explicar lo que eran los majos, las majas?
Nacieron como un movimiento castizo español contra los petimetres y sus usos y costumbres afrancesados, sus cortejos, sus modas tomadas de figurines de París. Odiaban las formas afrancesadas, era una reinvención de la patria española pero folklórica y romántica. Este movimiento nació en los barrios entonces periféricos de Madrid: Lavapiés, Maravillas, Barquillo… En un principio, los petimetres iban a verlos bailar el fandango y las seguidillas, que eran bailes de los majos, finalizado el siglo algunos petimetres y aristócratas participaban en esas fiestas..
¿Qué tipo define mejor el siglo y por qué?
El petimetre: moderno, extranjerizante, cuidadoso de su indumentaria, se vestia con media de seda, chupa de terciopelo, melena llena de bucles, polvos, coloretes, cremas. Era superficial, frívolo, con dinero, viajaba mucho al extranjero, iba a las tertulias, servia de cortejo a las damas de alta alcurnia. En definitiva era un erudito a la violeta, un océano de conocimientos con un centímetro de profundidad.
¿Qué escritor español refleja mejor las contradicciones del siglo y por qué?
La verdad es que los ilustrados lo que hacían era pensar en como educar al pueblo pero sin el pueblo. Querían que todos adquirieran conocimiento para llegar a ser felices. Los escritores más destacados dieciochescos no se ocupaban mucho de las contradicciones bramaban contra las corridas de los toros, los cantares de ciegos, las tarascas del día del Corpus…
¿Quieres añadir algo?

Que El Madrid del siglo XVIII es un libro original y valioso, pues toda su información viene de fuentes inéditas, y que por otro lado el siglo, a la altura del día a día de la auténtica vida del hombre y mujer apenas se conoce. A los ilustrados le importaba el hombre como ente filosófico, y no como ser histórico, donde se centraría el siglo XIX.

Juana Vázquez

 

Juana Vázquez Marín (Salvaleón, Badajoz 1951) es Doctora en Filología (especialista en el XVIII) y Licenciada en periodismo. Ha publicado diferentes ensayos: El Madrid de Carlos III”, El costumbrismo español en el siglo XVIII, Zugazagoitia precursor de la novela social, San Juan de la Cruz, Historia literaria de España en el siglo XVIII (varios), El Quijote en clave de mujer/es (varios), etc.Ha colaborado en diversos proyectos del Consejo de Investigaciones Científicas, así como en los Suplementos culturales de Diario 16, El Mundo y ABCD. Hoy por hoy colabora en El País, Babelia, así como en Cuadernos del Sur.Aparte de ensayos, artículos de opinión, y crítica literaria, ha publicado los poemarios, Signos de Sombra, Ed. Kilix, 1993, En el confín del nombre, Huerga & Fierro, 1998, Nos+otros, Sial, 2003 , Gramática de Luna, Huerga & Fierro, 2006, y Escombros de los días, Huerga & Fierro, 2011. Asimismo , ha publicado una novela Con olor a naftalina, Huerga & Fierro, 2008. De ella ha dicho Pozuelo Ivancos (ABCD) : “Juana Vázquez recorre en su primera novela uno de los distintos caminos de su renovación posible…». Su último libro es el ensayo: El Madrid cotidiano del siglo XVIII, Endymión, 2011.

Verbena de San Antón en Madrid