Foto de la nave espacial Soyuz

 

Esta novela de David Toscana (Monterrey, México, 1961), uno de los escritores más dotados de la actual literatura mexicana, pródiga en autores de talento, se presentó en la FIL de Monterrey, lugar de nacimiento del escritor que actualmente vive en España. Entre las numerosas crónicas del evento destaca la de Jesús Alejo Santiago,  que dice de la literatura de Toscana: “ Desde la publicación de Las bicicletas hace más de treinta años, pero en especial con la aparición de Estación Tula, David Toscana ha venido construyendo una literatura que busca sustentarse en un lenguaje cargado de significado, donde las palabras no están para rellenar el texto, “están para decirte algo, y  si al mismo te dan dos o tres cosas, mejor aún”. Sus personajes suelen estar en los márgenes, lo mismo habitan una delgada línea entre dos maneras de comprender la realidad, como en El ejército iluminado o Santa María del Circo, pero también alejados de las tradiciones literarias más comunes como propone en Olegaroy y en su novela más reciente, El peso de vivir en la tierra”.

La larga cita se excusa porque viene a suplir la carencia del que esto escribe sobre la obra más lejana del autor, ésta que nos ocupa es la undécima , que viene a realzar una trayectoria donde destacan títulos como El  último lector, que recibió los premios Antonin Artaud, Bellas Artes de Narrativa y José Fuentes Mare; la ya citada El ejército iluminado, Premio Casa de las Amèricas, Evangenlia yOlegaroy, que fue premiada con el Xavier Villaurrutia y el Elena Pniatowska.

David Toscana es en cierta manera un escritor errante de fijas y reiteradas obsesiones, una de ellas es Polonia, país al que está muy ligado por razones personales pero también culturales, obsesión que cristalizó en un bello e intenso libro sobre la destrucción de Varsovia tras la Segunda Guerra Mundial, La ciudad que el diablo se llevó donde cuatro personajes, Feliks, Kazimier, Eugeniusz y Ludwik recorren las ruinas de la ciudad como un trasunto de las ruinas de sus propias vidas, acompañados por Olga, Marianka, Kasia y que a Gosia, un escritor y un barbero y unos presos que terminan por darse cuenta de que lo importante es la supervivencia y que para darle un sentido a ésta es necesaria la reconstrucción y llenar a ésta de belleza. Libro de un inusitado lirismo, es, a pesar o precisamente por ello, un canto de esperanza y amor a un pueblo, el polaco, víctima propiciatoria de las pesadillas de la Historia europea.

Polonia, el corredor, la víctima propiciatoria del Imperio del Este, la Rusia que dio en el siglo XIX una de las literaturas más increíbles que haya tenido lugar en el mundo, Alexander Pushkin, Mijail Lermontov, Nicolai Gogol, Fiodor Dostoievski, Leon Tolstoi, Iván Turgueniev, Anton Chejov, por no hablar de las vanguardias del XX, desde Isaac Babel a Anna Ajmátova pasando por Mijail Bulgakov o Andrei Platónov, una literatura que es otra de las obsesiones de David Toscana,que no agota desde luego el repertorio pero que lo dejamos aquí por centrarnos en el interés por esa especie de santos laicos que forman gran parte de la literatura rusa, donde se incluyen  grandes santos como Tolstoi, profetas como Dostoievski y premonitorios como Gogol y que a David Toscana le fascinan no sólo por su obra, grandiosa, sino por sus vidas, algo raro en las sociedades burguesas del XIX, donde el escritor comienza  a llevar una existencia aburrida, de estufa, modelo Flaubert, hasta desembocar en el estatismo de la decadencia, modelo Huysmans: aquí la aventura es ya plenamente imaginaria, de ahí la exaltación de lo exótico.

 

David Toscana

 

El libro se nos presenta como una narración donde el  ensayo se entromete o como un ensayo novelado: el responsable de esa impregnación de lo narrativo es Cervantes y su personaje, Don Quijote, que de las múltiples lecturas que se han hecho de él, cada época ha sentido la necesidad de su reinterpretación, nos quedamos con la del juego metaliterario, ese hilo que une el juego de espejos del Barroco con el juego de espejos de la posmodernidad.

Así, la decisión que un día adopta Nicolás, funcionario en Monterrey en convertirse en Nikolai Nikoláievich Pseldónimov, una especie de personaje comodín de la literatura rusa a la que adora, adoptando la personalidad de los personajes de Tolstoi, Bulgakov, Antón Chejov, Anna Ajmátova… Escribe Toscana al cervantino modo : “Vino a ocurrir que al redactar un informe sobre la reparación de un tramo de la carretera de Monterrey a Nuevo Laredo, Nicolás marcó las distancias en verstas y reportó el monto de la inversión en rublos. Su carretera iba de Moscú a Novgorod «, donde al funcionario de  Monterrey le sucede lo mismo con la literatura rusa que a Don Quijote con las novelas de caballerías… y de este modo se suceden escenas hilarantes, crueles,de una ternura inesperada…regida siempre por un liberador sentido del humor. Así, la escena en que Nikolai le confiesa a Marfa que lejos de hacer lo de Raskolnikov, se lleva el cadáver a su casa: el anuncio del periódico de la mañana siguiente no deja lugar a dudas. «Ayer  a las 18:20 horas  víctima de un hachazo en la mollera dejo de existir la señora Aliovna Ivanovna, habiendo vivido siempre en el seno de la Iglesia Ortodoxa Rusa mas sin haber recibido la extremaunción». A partir de aquí Nicolai organiza un viaje espacial con ánimo de meter en la nave el cadáver… la señora Aliovna Ivanovna se convierte en el prestamista Aliovna Ivanovna y se deja matar por Nicolai cuatro veces más, lo que hace que a Marfa le venga un irresistible ataque de celos, » se supone que la muerta sería yo», por lo que, cuando se presenta la policía, lo primero que hace es denunciar a Nikolai, que se defiende citando unas palabras de Lermontov, al modo en que Alonso Quijano citaba ejemplos tomados de las novelas de caballerías para defenderse de las intrusiones de la vida exterior, donde se empeñan en fabricar un orden del que nuestro protagonista desconfía…

En el libro se van sucediendo situaciones y citas continuas de la literatura rusa: Marfa pincha a Guerásim con agujas en los párpados, lo que lleva a informar que en ninguna obra hay tantos picados de viruelas como en El Don apacible y líneas más abajo se constata que «al padre de Mayacovski le bastó un toque de aguja en el dedo para morir», y de este modo llegan a Chéjov donde se da cuenta del contenido de su relato más cruel. Finalmente, la apoteosis, perseguidos por Griboyédov y Frascovia, Marfay Nikolai acometen la huida: «Jalaban aire y no lo echaban con jadeos sino con versos. Él soltaba uno de Yesenin, ella respondía con Ajmátova»…

Cada una de las novelas de Toscana constituye una sorpresa de sobresaliente gratitud, la que el artista otorga al lector cuando ni áquel ni éste se conforman con las repeticiones que constituyen el síntoma más sonado de la muerte del arte. La vitalidad en la obra de un escritor se mide por esa ausencia de conformidad. La aventura cervantina en el paisaje de la literatura rusa es uno de los momentos más gratos e inteligentes que me ha deparado la lectura en los últimos meses, reafirmándome en la idea de toparme con un escritor de los de verdad, de los que abundan poco. Esta novela es de lo mejor que he leído en mucho tiempo.

 

 

 

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