Premios Nobel 2025

 

Baste reconocer que lo del Nobel de Literatura, y aunque aún a gran distancia, se parece cada vez más al Planeta. No sé, no es que no gane quién imaginas, por mucho que en esa lista de posibles ganadores acumules hasta treinta nombres, es que las personas que obtienen el galardón desde al menos los últimos diez años no las suele conocer nadie. Dice la leyenda que uno de los requisitos para ser premiado con tamaña distinción es que te hayan traducido al sueco y, por lo tanto, publicado en Suecia. Pero esto no es del todo cierto. Simplemente, si estás publicado en sueco le es más fácil al jurado conocerte, y así, poder bucear en tu carrera literaria. Y aunque jamás haya visitado Suecia, ni por lo tanto, alguna de sus librerías, no creo que en las mismas se aprieten en la sección de autores españoles –y quién sabe si hasta hispanos– no más de seis escritores, asumiendo que algunos de ellos, por mucho éxito que tengan en España, habrán obligado a sus agentes a ser publicados en Estocolmo por si les cayera esa breva y aunque no los lea nadie de allí. Yo creo que comenzaré a plantearme el escribir para mí mismo, escondido en una casa en uno de esos pueblos abandonados de Castilla o Aragón, el día que alguna de mis obras se editen en Suecia. De todas formas, y hasta que llegue semejante momento, debemos recordar que este año la premiada con el galardón literario más importante del planeta –y que el Planeta– ha sido una señora surcoreana que atiende al nombre de Han Kang y de la que no tenía la más remota idea de su existencia, aunque lo que sí que tenía claro antes del fallo es que este año el premio recaería en una señora que bien podría haber sido asiática. Como también creí que podría ser de cualquier nación americana menos de Canadá y los Estados Unidos, podríamos decir que no he acertado en casi nada, aunque sí en algo esencial hoy en día: el sexo. Algún día deberían contarnos los que llevan las cuentas de todo esto si de verdad te cambia la vida eso de ser el Nobel de Literatura. Queda claro que los diez millones de coronas –algo así como 860.000 euros– deben ayudar a la premiada en su día a día. Pero yo me refiero más en si el premio beneficia en tus ventas y nuevas traducciones a lo largo y ancho del mundo. La editorial De Conatus debería salir al paso de mi duda y contarnos la verdad. Porque siempre he dudado que Jon Fosse, último ganador, y aunque sí mejorara las ventas de sus libros, en realidad, haya dejado de ser un autor menor, comercialmente hablando, por muy galardonado que haya sido. Para 2025 mi quiniela es preclara: blanco, homosexual y latino. Y no sigo, porque o si no van a pensar que pertenezco al jurado de los Nobel y me vais a empezar a enviar a casa cajas de champán francés, so corruptos.

 

 

Antonio Machado y Leonor

 

Escritores y sus pedofilias 

 

Nabokov y su muy reconocida Lolita trató el tema de la atracción del adulto por el menor. En ese caso, hablamos simple y llanamente de pedofilia, aparte de que nos estamos refiriendo a una novela, no a la vida misma. Luego están los que se pusieron manos a la obra y pasaron a ser pederastas. Entre ellos J.D. Salinger, atraído por las adolescentes, cuando alguna de ellas expresó su queja ante supuestas presiones del muy conocido autor que se mantuvo escondido –y sin publicar– durante gran parte de su vida. El grupo Nambla tuvo entre sus precursores a Allen Ginsberg, que entre otros tipos de placeres defendía el sexo con menores. En Francia, más de lo mismo, con Jean Paul Sartre, premio Nobel de Literatura –lo rechazó–, el cual también apoyaba el sexo con benjamines cuando su mujer, la filósofa Simone de Beauvoir, fue despedida de su trabajo en 1943 por corromper a una alumna menor de edad. Bien es sabido que Antonio Machado conoció a su amada Leonor cuando ésta tenía trece años y que Edgar Allan Poe actuó de manera similar, haciéndose novio de una niña de la misma edad que la de Machado. Sea como fuere, y viendo los tiempos que en la actualidad vivimos, chocan tanto aquellas actitudes, hoy terminantemente prohibidas bajo rigurosa pena de cárcel –salvo que residas en países con mucho petróleo, opio y libros sagrados–, como que los literatos actuales –con todos los que hay…– no se atrevan con una historia, sino similar, sí al menos en donde una de las personas que ama sea menor. Porque la ficción, hasta donde yo sé, sigue siendo respetada en los tribunales. 

 

 

Foto de Rankin

 

Gatos en la literatura

 

El único libro que leí de Dragó me lo regaló él. Era un ejemplar de bolsillo de Soseki, obra donde su gato era el coprotagonista de la historia –el otro era el propio Fernando–, cuando no les cuento el final salvo que me quedé muy triste por el amor que desprendía el texto. Los gatos, en mi caso, son compañeros de vida desde principios de este siglo, cuando a su vez, han aportado al mundo de la literatura miles de episodios. El clásico mundial de, justamente, el autor japonés Natsume Soseki –ya ven de dónde sacó la inspiración Dragó para bautizar a su felino–, ha sido traducido a más de veinte lenguas y ha convertido a Soy un gato, en un auténtico clásico. Pero hay más. Stephanie Hochet publicó su Elogio del gato donde pasaba revista a la historia de la humanidad señalando los gatos que aparecieron en momentos tan decisivos. Paola Valsecchi consigue en Gatos: (casi) una historia natural mostrar la evolución desde milenios atrás de los gatos en compañía del hombre. Ojalá algún autor que se atreva con una historia que puebla mi cabeza: ante la falta de niños en Occidente, con gatos y perros aumentando su población aunque casi siempre capados, una lucha a muerte entre las tres familias, con los gatos, cómo no, convirtiéndose en los nuevos reyes del mambo y capándonos a nosotros. Al que se atreva, que me guarde el 10% de las regalías. De nada.