Una escena del cortometraje «La Jaula»
El fotógrafo, escritor y cineasta mexicano César Saldívar explicó que su cine responde a un intento de comprender cómo es sentirse libre. Durante la presentación de sus cortometrajes La jaula, El susurro de las estrellas, y Lienzo, en el ciclo de cine “Saldívar: Un cine de reflexión” en la Fundación Casa de México en Madrid, dijo que le intriga el momento en que alguien decide finalmente vivir tal y como es. “Es la necesidad de comprender cómo es realmente la libertad».
El primer documental La Jaula comienza cuando un anciano del norte de México, Don Vicente, toma una decisión muy arriesgada que cambiará para siempre el resto de sus días. La primera escena lo muestra frente a un espejo, preparándose para la transición tras décadas de secretismo y trauma. «Me fascinó ese gesto», dice Saldívar. «Cambiar cuando todo el mundo cree que tu vida ha terminado: eso es fe. Eso es valentía».
Saldívar crea un diálogo visual entre la sombra y el silencio. El ritmo de la película se asemeja casi a una plegaria: la quietud de una iglesia, la violencia repentina del recuerdo. «Sin historia, solo hay una jaula», afirma Saldívar. «Pero la imagen debe decir lo que las palabras no pueden. La imagen es la verdad que no podemos expresar en voz alta».
Antes de dedicarse al cine, Saldívar trabajó como fotógrafo y se especializó en desnudos. En Madrid, donde residió durante muchos años, retrató a muchos de los grandes protagonistas del cine español de los años noventa. Madrid me permitió vivir sin miedo», dice. «Sin esa libertad, nunca habría podido filmar la desnudez de los demás. Para mostrar la verdad de alguien, debes haber enfrentado la tuya».

Una escena de «La Jaula»
El susurro de las estrellas cuenta un episodio de homofobia y en “Lienzo”, Vito una mañana se dirige a un hospital y toma una decisión. Son documentales breves, porque Saldívar entiende que un cortometraje que no pueda “contarse” en poco más de una decena de minutos, ya no es lo que él pretende.
Frente a la violencia solapada de los anteriores, «Lienzo», tiene un peso diferente: es íntimo, reflexivo. Cuenta la historia de un venezolano que vive en México y se prepara para una cirugía de reafirmación de género, tratando de reconciliar su pasado con su futuro.
«Lo conocí por casualidad», recuerda Saldívar. «Me dijo que después de la cirugía, sería el hombre más feliz del mundo. Eso se me quedó grabado. No se trataba de cambiar, sino de llegar». La Fundación de César Saldívar, que él ha creado, financió la operación y logró que lo que era un sueño de una persona se hiciese realidad.
Cinematográficamente el proyecto era arriesgado. «Rodar una escena de desnudo de un chico transgénero en México es como meterse en el fuego», afirma. «Pero mi experiencia en la fotografía de desnudos me proporcionó el lenguaje para ello. El cuerpo no es obsceno, nuestro miedo sí lo es».
La película se rodó en parte en un quirófano real, donde Saldívar filmó el proceso quirúrgico como un acto tanto físico como espiritual. «Fue difícil», admite. «No quería hacer sensacionalismo. Quería que la cámara respirara con él, que mostrara el momento en el que un cuerpo se convierte en su propio hogar».
La música se entrelaza con la película como un latido. «La música es otra piel», afirma. «Te transporta cuando la imagen es demasiado dolorosa de ver».
Lienzo termina con un hombre mirando la cicatriz que le atraviesa el pecho. «Esa cicatriz», dice Saldívar, «no es un final. Es un comienzo, la prueba de pertenencia».
Nacido en Monterrey, Saldívar se describe a sí mismo como «mitad mexicano, mitad madrileño». Su voz transmite tanto la franqueza del norte como la cadencia reflexiva de España. «En Monterrey, decimos las cosas sin rodeos», dice riendo. «En Madrid, las pensamos detenidamente. Entre ambas, encontré mi verdad».
Su paso de la fotografía al cine se produjo de forma natural. «Después de muchos años de imágenes fijas, quería escuchar el silencio entre respiraciones», dice. «El cine me dio eso: sonido, ritmo, vibración».
También le dio un nuevo tipo de libertad. A pesar de su éxito, Saldívar sabe que «no hay apoyo institucional para historias como la mía», explica. «Pero hay voluntad, y eso es suficiente. El arte se construye sobre la voluntad, no sobre la financiación»
Al final de la proyección, en el diálogo que mantuvo con el público, Saldívar explicó que se resiste a que lo llamen activista. «No lo soy», insiste. «Soy un artista que cree que mostrar la verdad ya es una forma de resistencia». A una pregunta, Saldívar sonrió levemente y respondió en voz baja, como si hablase consigo mismo: «La cámara no es un arma. Es un espejo. Cuando te atreves a mirarte en ella, encuentras la libertad. Y eso, para mí, es la única verdad que vale la pena enseñar».

César Saldivar