Estatua de Henrietta Lacks (1920-1951) de Helen Wilson-Roe en el Royal Fort Garden, Bristol. Fotografía: Bhagesh Sachania Photography.
“Podemos ser héroes, solo por un día”, decía la canción Héroes de David Bowie, allá por los años ochenta del siglo pasado. Como todo se conecta con todo, acordarme de ella y de su riff inconfundible creado sin querer por Robert Fripp, me hizo pensar en ese hecho casual que de un momento a otro puede torcer el destino -si es que eso existe- y convertir a cualquier persona en héroe.
La vida cotidiana suele ponernos a prueba pero no todos somos capaces de tomar el guante, aceptar el reto y asumir el riesgo de salir de nuestra zona de confort para abrir las alas y emprender el viaje hacia lo desconocido. Probablemente, la referencia insoslayable a la noción de heroísmo y de travesía sea el libro El héroe de las mil caras, en el que Joseph Campbell desarrolla la idea de emprender el camino de la transformación personal a través de una serie de etapas. El camino del héroe es para el mitólogo, escritor y profesor estadounidense un periplo compartido que une a las diferentes culturas en una misma narrativa en común.
También existe otra versión centrada en la mujer de la teoría campbelliana escrita por su discípula, Maureen Murdock, El viaje de la heroína: La búsqueda de la plenitud de la mujer, publicada en 1990. Como en la primera, la protagonista debe atravesar diferentes pruebas para alcanzar la trascendencia y convertirse en una guerrera espiritual. Si lo pensamos bien, en la Historia de la Humanidad con mayúsculas, ¿Cuántas mujeres anónimas han enfrentado la batalla cotidiana de vivir sin bajar los brazos? ¿Cuántas dejaron huella para las generaciones futuras? No lo sabemos. La historia -o la Historia– que sigue es tan solo una de las tantas que desconocemos pero que vale la pena recordar. Se trata del relato épico e involuntario de una heroína cuya muerte salvó la vida de miles y miles de personas sin que ella nunca lo supiera.

La joven Henrietta Lacks
El 4 de octubre de 1951, Henrietta Lacks murió a los 31 años de cáncer de cuello uterino en el Hospital John Hopskins (Baltimore, Maryland, Estados Unidos), uno de los pocos centros de salud que por aquel entonces atendía a personas afrodescendientes pero en salas segregadas. Tras su deceso, parte de las células cancerosas fueron extraídas sin su consentimiento informado y cultivadas in vitro en un proceso conocido como “línea celular inmortalizada”. Debido a que el material genético obtenido del cuello uterino de Lacks se multiplicaba en 24 horas, comenzó a emplearse en investigaciones biocientíficas en todo el mundo. Las células a las que el médico que las descubrió y usó sin autorización les puso el nombre de Hela –acrónimo de Henrietta Lacks- permitieron un desarrollo extraordinario de la investigación biomédica y, al mismo tiempo, envió a las arcas de la industria de la biotecnología cifras millonarias sin que los familiares de Lacks lo supieran y, desde ya, sin su autorización.
Hasta hoy día las células HeLa se han utilizado en más de 100.000 estudios para conocer el efecto de las toxinas, los fármacos y los virus sobre el crecimiento de las células cancerosas. También su desarrollo en laboratorio ha permitido estudiar el genoma humano y desarrollar las vacunas de la polio, el papilomavirus (VPH) y el COVID-19. Incluso, según el Portal oficial de la Asociación Española de Pediatría sobre vacunas e inmunizaciones (https://vacunasaep.org/profesionales/noticias/el-legado-de-henrietta-lacks) en 2008 y 2009, se otorgaron dos premios Nobel por descubrimientos en los que las células HeLa tuvieron una función decisiva.

Una célula HeLa. Foto: Dr James Daly.
Según la misma fuente, el Hospital Johns Hopkins declaró que “después de revisar nuestras interacciones con Henrietta Lacks y con la familia Lacks durante más de 50 años, hemos llegado a la conclusión de que Johns Hopkins podría y debería haber hecho más para informar y trabajar con los miembros de la familia de Henrietta Lacks por respeto a ellos, su privacidad y sus intereses personales. Aunque la recolección y el uso de las células de Henrietta Lacks en la investigación era una práctica legal y aceptable en la década de 1950, tal práctica no podría llevarse a cabo hoy en día sin el consentimiento de la paciente”.
El 4 de agosto de 2023, dos senadores estadounidenses Chris Van Hollen, Ben Cardin anunciaron la introducción de la Ley Medalla de Oro del Congreso Henrietta Lacks, una legislación que buscaba homenajear a la heroína afroamericana por sus importantes contribuciones a la medicina y, de algún modo, saldar la inequidad de manera póstuma. También el 4 de octubre del mismo año se inauguró un monumento conmemorativo en su ciudad natal, Roanoke, Virginia a propósito del aniversario de su fallecimiento. Aun así, la historia teñida de injusticias, invita a reflexionar sobre la ciencia y la ética.
En su libro El Bien, El Mal y La Razón: Facetas de la Ciencia y la Tecnología, León Olivé refuta la creencia de que la ciencia es neutral o sea que lo que es bueno o malo no se debe a la actividad tecnocientífica sino al uso que se hace de ella. Por el contrario, obedece a fines intencionales y a sistemas de valores. Según Olivé, la ciencia y la técnica están compuestas por prácticas, actores e instituciones con intereses y valores que se orientan al logro de fines; por lo tanto, pueden ser evaluadas como buenas o malas.
En otras palabras, la ciencia es un constructo social y, como tal, está sujeto a las coordenadas histórico temporales que determinan su desempeño. Si bien en 1951 no se consideraba moralmente reprobable que se le extrajera una muestra del tejido celular de Henrietta Lacks para reproducirlo in vitro, debido a que la actividad tecnocientífica es históricamente situada, hoy día el contexto es otro y amerita una revisión a la luz de la ética. Muchos años después, luego de numerosas conversaciones para arribar a una solución, finalmente se llegó al acuerdo de que los familiares de Lacks, a través de una fundación sin fines de lucro (Henrietta Lacks Foundation), pudieran tener un control del acceso a los datos donde se use el genoma de las células HeLa para el desarrollo científico. Este último acuerdo, junto con los homenajes que reivindican su legado, parecen haber saldado de manera definitiva las inequidades y acciones de dudosa ética cometidas contra la mujer definida como “la madre de la ciencia biomédica” y sus descendientes.
Quizas, ahora sí, como en las estrofas de David Bowie:
Oh, podemos vencerlos
Por los siglos de los siglos
Entonces podríamos ser héroes
Solo por un día.