El Museo Guggenheim de Bilbao expondrá la obra de Hilma af Klint (Estocolmo, 1862–1944), en una exposición patrocinada por Iberdrola, del 18 de octubre próximo hasta el dos de febrero de 2025. La exposición abarca desde sus primeros trabajos de temática tradicional, sus dibujos automáticos y sus series más destacadas, como Pinturas para el templo, Perceval o la dedicada al átomo, hasta sus acuarelas tardías.

Aunque llega a exponer en vida, lo que se muestra entonces se reduce fundamentalmente a sus pinturas figurativas y, muy ocasionalmente, las abstractas, que jamás presenta en el contexto del mundo del arte convencional, sino que busca compartirlas con comunidades espirituales afines, aunque no logra encontrar un público entusiasta. Consciente de que el mundo aún no está listo para aceptar su obra, Hilma af Klint se preocupa de guardarla y clasificarla para que llegue de forma articulada a la sociedad venidera. Habrá de
pasar casi un siglo para que su arte reciba el reconocimiento que merece.

En 1906 Hilma af Klint inicia su proyecto más importante e innovador, al que dedica casi una década. Sus Pinturas para el templo constan de un total de 193 obras, entre pinturas y dibujos, en los que la artista prescinde de lo aprendido formalmente para centrarse en un nuevo arte, no objetivo, que parte de su relación con el espiritismo y otros sistemas de pensamiento como el rosacrucismo, la teosofía o la
antroposofía de Rudolf Steiner.

 

 

Concebidas para ser instaladas en un templo helicoidal que nunca llegará a realizarse, las Pinturas para el
templo exploran aquello que a simple vista permanece oculto, algo que resultaba de interés tanto para los
movimientos científicos como espirituales en la época, también para Hilma af Klint y otros artistas
modernos.

Nacida en una familia noble, Hilma af Klint tiene el privilegio de acceder a la educación y formación. Las pinturas y dibujos espirituales de la artista se fundamentan en sus conocimientos del lenguaje de la cartografía y otras ciencias.

Al aprendizaje por vía familiar se suma una formación artística de corte tradicional en la Real Academia
Sueca de Bellas Artes, que constituye una de las primeras instituciones en permitir a las mujeres dibujar a
partir de un modelo vivo.

 

 

Como muchos de sus coetáneos, Hilma af Klint no ve una confrontación entre el mundo espiritual y el científico, sino lo contrario: ambos sirven para alcanzar una verdad superior. Este interés de la artista le hace participar en sesiones de espiritismo, habituales en la época, aunque denostadas por las religiones tradicionales.

En 1896 Hilma af Klint y Anna Cassel, Cornelia Cederberg, Sigrid Hedman y Mathilda Nilsson fundan el grupo de Las cinco (De Fem ). Estas mujeres se reúnen con asiduidad para realizar sesiones de espiritismo, contactar con el Más Allá y canalizar sus experiencias a través de la escritura y de los dibujos automáticos, como los presentes en la exposición.

Hilma af Klint cree que Las cinco han recibido un encargo de los espíritus de realizar las Pinturas para el templo , y en 1906 empieza a trabajar en la primera serie de este ciclo, denominada WU/ Rosa , donde la letra W representa la materia y la U el espíritu, siendo WU la dualidad. (Sus cuadernos revelan que las letras tienen multiplicidad de significados para la artista.)

 

 

La rosa está ligada al rosacrucismo, una orden secreta vinculada al conocimiento esotérico de los alquimistas fundada en el siglo XVII por cristianos opuestos al rígido dogma de la iglesia de su época. La Cruz Rosada o la Rosa Cruz es su emblema principal, y es en un altar con una rosa en medio de una cruz donde af Klint y su círculo realizan las sesiones de espiritismo.

El primer grupo de las Pinturas para el templo contiene 26 lienzos bajo el título de Caos primigenio , relacionados con las enseñanzas teosóficas en torno al nacimiento del mundo. En ellos la pintora se centra en la idea teosófica de que al principio del mundo había una unidad, que se rompió, siendo la vida una búsqueda para volver a unir las fuerzas opuestas (como el bien y el mal, lo masculino y lo femenino)
separadas al inicio de la creación.

Dos años antes Hilma af Klint se había unido a la Sociedad Teosófica, un movimiento fundado en Nueva York que busca el conocimiento de una realidad espiritual más profunda a través de la intuición, la meditación y otros medios de trascender la conciencia humana.

 

 

El siguiente grupo que Hilma af Klint inicia dentro de la Serie Rosa se denomina Eros, como el dios griego del amor, asociado a la fertilidad y el deseo. En ella la artista introduce elementos que equilibran las fuerzas opuestas de lo masculino, representado por el color amarillo, y lo femenino, por el color azul.

Estas diez pinturas se realizan entre mayo y diciembre de 1907. En la primera de ellas una mujer se funde con el cisne: su torso está cubierto por plumas y de su figura emanan dos cabezas de cisne. Además de su relación con la mitología y leyendas antiguas, para Helena Blavatsky, fundadora de la teosofía, el cisne encarna la grandeza del espíritu.

En las primeras cuatro obras de esta serie lo masculino y lo femenino están separados: sin llegar a tocarse
directamente, se conectan por elementos intermedios como la espiral, o una hilera de figuras humanas que
aparece en el cuarto lienzo, creando una composición triangular con el hombre en amarillo a la izquierda y
la mujer con un sutil manto azul a la derecha.
Tras la quinta obra, sin figuración alguna, lo masculino y lo femenino se funden, volviendo una y otra vez a
la idea teosófica de la vida como búsqueda para unir las fuerzas opuestas que eran uno al principio de la
creación.

 

 

En el primer conjunto de La estrella de las siete puntas, llamada así en referencia al símbolo utilizado en muchas tradiciones religiosas y ocultistas, poco a poco va aumentando el tamaño de las pinturas de af Klint. La artista deja anotado que los guías espirituales le ordenan pintar tres grupos de siete cuadros, cada uno a intervalos de siete días.

El uso de la línea que hace en esta serie recuerda al de sus dibujos automáticos, aunque es más controlado, y su obra empieza a adoptar algunas características que posteriormente se asociarán a la abstracción moderna, como el enfoque reduccionista del color y la composición y la falta de una profundidad pictórica implícita.

Mientras trabaja en sus Pinturas para el templo , Hilma af Klint no acostumbra a mostrarlas a personas ajenas a su círculo, pero sí invita a su estudio en Estocolmo a una de sus figuras más admiradas, Rudolph Steiner, líder de la Sociedad Teosófica alemana, para que vea su trabajo. Af Klint sigue trabajando de forma continua en las Pinturas para el templo , y entre febrero y abril de 1908 tarda tres días en terminar
cada uno de los lienzos.

Estas obras incluyen referencias a las teorías de la evolución que, medio siglo después de la publicación en 1859 de El origen de las especies de Charles Darwin, siguen siendo discutidas en la época. Estas no constituyen la fuente principal del tratamiento del tema por parte de af Klint, cuya aproximación está más en consonancia con las ideas de Steiner y de la teosofía, para quienes la evolución es un proceso espiritual por el cual el alma evoluciona y se aproxima a lo divino.

 

 

Tras completar las Pinturas para el templo , en 1916 Hilma af Klint comienza su Serie Perceval , cuyo título remite al caballero de la mesa redonda que busca el Santo Grial en la leyenda artúrica. En estas pinturas, que realiza en su casa del lago a lo largo de diez semanas, la artista continúa buscando el significado de los mensajes recibidos del mundo de los espíritus.

En 1917 construye un estudio en los terrenos de su villa y este mismo año produce la serie en torno al átomo. Los teósofos sostienen que el átomo puede verse a través de la clarividencia y para Hilma af Klint, que siente fascinación por el mundo natural, los átomos son una puerta al cosmos. En sus anotaciones la artista indica que el átomo atraviesa un proceso de desarrollo hacia la unidad comparable al camino
espiritual en el que ella cree.

Entre 1917 y 1920 la obra de Hilma af Klint se encuentra en un período de transición, coincidiendo con un mayor acercamiento a las teorías de la antroposofía, y con la muerte en 1920 de su madre, de quien la artista se había ocupado. Ese mismo año Hilma af Klint solicita su admisión en la sede de la antroposofía y comienza una nueva etapa.

 

En 1922, influenciada por Steiner, que cree que la observación atenta del mundo natural permite experimentar lo espiritual, Hilma af Klint cambia su forma de afrontar el arte y empieza a pintar sobre la contemplación de flores y árboles , un conjunto de acuarelas de formas botánicas que pretenden retratar las
fuerzas espirituales de la naturaleza. En estas obras la artista prepara el papel con una esponja húmeda para aplicar la pintura, que corre libremente dejando que los colores creen el tema. (Texto de los organizadores de la exposición).

 

Esta exposición irá acompañada de un catálogo profusamente ilustrado con textos de Tracey R. Bashkoff y Lucía Agirre, comisarias de la exposición, David Max Horowitz y Julia Voss que examinan la obra y la vida de Hilma af Klint entre la Europa decimonónica y de principios de siglo XX.