Foto de Laurence Sackman

 

Explorar los fundamentos de la propia escritura requiere andar el camino inverso de la escritura creativa. La escritura creativa devuelve al escritor al estado de niñez; debe explorar, intuir e imaginar un universo novedoso para él y reconocer que está en ignorancia de todas las cosas que surgen y que sólo mediante rodeos curiosos y juegos logrará comprender ese “su” mundo extraño e insensato y asirlo. A veces, a costas de convertirse en un loco. Y sin garantías de chispa sagrada; ya lo dijo Roald Dahl, “cada nuevo día exige ideas nuevas, y jamás puede [el escritor] estar seguro de que se le vayan a ocurrir”.

Lo otro es una actividad analítica de los elementos que constituyen su literatura. Retroceder, contar cómo fue hallarse desnudo y perdido, forzar la conciencia de la quimera. Explicar, ni más ni menos, lo inexplicable. Leónidas Escudero habló del “pájaro famoso de la inspiración” y del “sapo intuitivo” que caza una mariposa. ¿Cómo explicar eso? ¿Cómo decir, desvergonzadamente, “yo conozco el lugar donde nacen las palabras”?

En el ensayo La llamada de lo extraño (2023), H. P. Lovecraft define la literatura del horror a partir de las emociones que provoca la fascinación por lo desconocido. Es un punto de vista que, en primera instancia, puede resultar consecuente con su obra, dominada por el llamado “horror cósmico” y la introducción de elementos de ciencia ficción. Pero el acento no debemos colocarlo en la expresión “fascinación por lo desconocido” sino en las “emociones que provoca”. Sugiere que el horror es una experiencia compleja que puede evocar sentimientos contradictorios en el lector. Por un lado, puede ser aterrador y perturbador, haciendo que el lector se sienta incómodo y ansioso. Por otro, el horror también puede ser encantador y atractivo, atrayendo desde la oscuridad. ¿El horror debe producir “estremecimiento de terror o repugnancia”? Lovecraft le contesta a Miss Taylor, tras una dura crítica literaria, que “la esencia de lo horrible es lo antinatural”, las dudas que produce lo extraño, el estado abrumador ante el descubrimiento de lo arcano.

 

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Esta ambivalencia se refleja en la forma en que los lectores responden a las historias. A algunos les permite procesar sus propios miedos e inquietudes de manera segura, resguardado por los barrotes de la página que contienen a Cthulhu. A la confesión del temor de un lector que dice no haber podido levantarse de su cama a cerrar las cortinas luego de leer uno de sus cuentos, Lovecraft responde que él sólo “pinta un sueño” pero que las responsabilidades de afección del mundo onírico corre por cuenta de terceros.

Asimismo, la creación de criaturas en la literatura de horror ha servido para reconocer los miedos de la psique humana. Alguna vez, los vampiros representaron el miedo a la muerte y la decadencia, mientras que las criaturas grotescas o monstruosas han sido arquetipo de los diferentes y marginados de la sociedad y de manera más íntima, de la culpa y vergüenza que las personas sienten por sus acciones y pensamientos. En este sentido, vale recordar la teoría de Carl Jung en que la “sombra” suplanta los aspectos de la personalidad reprimidos o ignorados. Desestimando la postura de Lovecraft acerca de la medicina psiquiátrica (consideraba que el psicoanálisis y la hipnosis convertirían a las fantasías en mera realidad), en su literatura, la “sombra” parece corresponder no tanto a las entidades atroces sino a seres humanos en una situación de mitología interplanetaria que “son proyecciones de nosotros mismos y que comparten nuestra propio asombro e ignorancia respecto de los hechos”. De alguna manera, se siente más honesta y cercana.

Lovecraft hace hincapié en la atmósfera y el ambiente en la creación de una sensación de horror. Dice que “la atmósfera, y no la acción, es el gran desiderátum de la ficción extraña” en tanto aquella construye emociones reales que la sóla concatenación de hechos extravagantes no brindan. Así, liberado de la tradición de los cuentos fantasmagóricos victorianos, entiende que lo preeminente es la “sugerencia sutil” para expresar las sensaciones y sobre ella erigir “la ilusión vaga de la extraña realidad de lo irreal”.

 

H.P. Lovecraft