GAUGUIN
12.
ESPACIO DEL CUERPO
“Creo -dice Artaud- que Gauguin pensaba que el artista debe buscar el símbolo, el mito, agrandar las cosas de la vida hasta el mito”.
Con Gauguin asistimos a la formación de una imagen unitaria del taller. El taller tahitiano de Paul Gauguin es una imagen simple. Desencadena ensueños. Es puente de unión de la realidad externa del artista con su interioridad, del universo con el individuo.
La cualidad original de este taller es la propia de toda función de habitar: despertar los poderes mágicos de la ensoñación.
Gauguin habita casa y taller a un mismo tiempo. El taller no es el lugar fragmentado de la creación. Su espacialidad pertenece por igual a la casa. El taller actúa como bisagra que une casa y pintura, habitación y mito. El taller gauguiano ensancha la casa. Es, si se nos permite la imagen, la voz profunda y misteriosa que la designa.
En varias ocasiones Gauguin se refiere a su taller. Oigamos cómo lo describe: “Me he hecho construir una gran cabaña tahitiana en el campo. Está muy bien situada, en la sombra, al lado de la carretera, y detrás hay una vista impresionante de la montaña. Imagínese -escribe a Mondfriend- una gran jaula de gorriones con las rejas de bambú y el techo de hojas de cocotero, dividida en dos partes por las cortinas de mi antiguo taller. Una de las dos partes constituye el dormitorio, con poca luz para que resulte fresco. La otra tiene una gran ventana elevada y sirve de taller. En el suelo, alfombras y mi antiguo tapiz persa: todo decorado con telas, objetos y dibujos”.
En otro momento de su etapa tahitiana, Gauguin se refiere a un cuadro que desea realizar y cuya tela blanca está colgada en el taller como un signo de espera vacante. “La tela ya está tensa, preparada, alisada con cuidado, ni un nudo, ni un pliegue, ni una mancha”. Al comentar las medidas de la obra -seis metros de largo por dos de alto- se pregunta el porqué de esas dimensiones. A lo que responde: “Porque es la anchura de mi taller”.
La correspondencia que se establece a causa de las medidas de la obra entre el taller y la casa, exige del artista una prolongación de su cuerpo. El taller se identifica a través de esas dimensiones con la dinámica de la pintura y los movimientos del cuerpo. El espacio de la obra es el topos del taller. El taller prolonga la espacialidad del cuerpo y aquella convierte la casa en el origen siempre mítico de la pintura.
Ningún otro deseo que no sea el del espacio del cuerpo como productor del taller y de la pintura puede explicar satisfactoriamente esta imagen. Con esta idea Gauguin abre un precedente e imagina el taller como un cuerpo que habita la pintura.