Hay una línea que recorre el ensayo biográfico Black Sun. Cuando editar era una fiesta de Dominique de Saint Pern, y subtitulado Vida de Harry y Caresse Crosby (Fórcola, 2021) bien traducido por Gabriela Torregrosa y con un prólogo de Jordi Doce que centra lo que vamos a leer. Harry y Caresse Crosby formaron parte de los americanos expatriados que se trasladaron a vivir a París después de la Primera Guerra Mundial y que se conoció como la “generación perdida”.

Harry Crosby era el hijo de una familia de banqueros de Boston, sobrino de J. P Morgan,  y que en vez de seguir el camino marcado por sus padres, sintiéndose asfixiado en el puritano Boston, cambió de dirección empujado por sus veleidades literarias y cierto espíritu rebelde.

Alistado voluntariamente en el cuerpo de ambulancias que precedió a la intervención americana en la Primera Guerra Mundial, lo mismo que Hemingway, E.E. Cummings y John Dos Passos, y luego encuadrado en el cuerpo expedicionario de su país, Harry Crosby salvó la vida de milagro durante un bombardeo, y fue un testigo privilegiado de «la inhumanidad del hombre hacia el hombre», como escribió en su diario. Y al igual que muchos excombatientes intentó curarse con un vitalismo medido por la intensidad en todo lo acometía.

La otra mitad se llamaba Polly, descendiente de los primeros peregrinos,  siete años más que él, madre de dos niños pequeños y esposa de otro excombatiente de la Primera Guerra Mundial, perteneciente a la buena sociedad bostoniana y alcoholizado. Harry conoció a Polly en Boston en una fiesta y enseguida le declaró su amor. No le fue fácil a Harry conquistarla. Polly al final cedió y acabó casándose con él dos años después para ir a vivir a París en 1922 y atenuar el escándalo.

 

Caresse

 

Él la bautizó como Caresse, y dejó el primer nombre pensado, Clytoris, para uno de sus perros. Caresse demostró a lo largo de su vida buen olfato para los negocios lo mismo que su tatarabuelo, Robert Fulton, el inventor del barco de vapor. Fue la creadora del primer sujetador para las mujeres con el fin de liberarlas del corsé, patente que vendió por mil quinientos dólares y que generó a los compradores millones de dólares. Un instinto que aplicó al mundo de la edición con su marido, al crear la editorial Black Sun, que en su catálogo tuvo a muchos de los grandes de la época desde Joyce a D.H. Lawrence, en volúmenes fabricados con el mejor papel y encuadernados a mano en pequeñas ediciones limitadas de lujo.

La segunda gran aportación de los Crosby al enloquecido escenario parisino de esos años fue crear un estilo de vida donde el exceso era la norma. Algo que también practicaron otros contemporáneos suyos pero que el matrimonio Crosby llevó hasta extremos difíciles de alcanzar. Un matrimonio abierto, donde ambos coleccionaron amantes.

Harry tenía carisma. Su mujer los describió en sus memorias “Los años apasionados”, como «la personalidad mas viva que he conocido”, pero también «un adorador del sol enamorado de la muerte».Él desarrolló una fascinación obsesiva por el sol. Su poesía y sus diarios se centraban a menudo en esta estrella que era el símbolo de lo perfecto, la libertad, el calor y la destrucción. Crosby afirmaba ser un «adorador del sol enamorado de la muerte».

Tambien la hija de Caresse lo recuerda como un dios. “No se parecía a nadie en la calle ni en los restaurantes ni en ningún sitio. Era simplemente diferente».

 

Harry Crosby

 

Entre su trabajo en el banco Morgan y el fondo fiduciario de su familia, no le faltaba dinero para gastar en un tipo de vida que tenía algo de teatral, como cuando recibían  a sus invitados en la cama y montaban pequeñas mesas donde se servía la cena. También se les invitaba a bañarse en la gigantesca bañera de mármol hundida de su cuarto de baño Art Decó en blanco y negro. Un estilo de vida decadente cruzado con lecturas de Rimbaud, Huysmans, Poe, Mallarmé y Baudelaire, entre los muertos mientras se relacionaban con Hemingway, Joyce, DH Lawrence, Dalí y Max Ernst, entre los vivos.

El hilo de sus vidas era el exceso entendido como una búsqueda de una libertad total y para lograr la sorpresa permanente sin medir mucho las consecuencias. El programa de actividades incluía salidas nocturnas, carreras de caballos, fiestas o cambiarse de casa: siete veces en tres años. Un imprevisto deseo de cambiar de aires les llevó de pronto a Venecia o el norte de África, donde se aficionaron al opio y el hachís.

En1928, alquilaron un viejo molino a unos sesenta kilómetros al norte de París donde construyeron una piscina y tuvieron una colección de animales que incluía un hurón, un guepardo, aves exóticas y una pitón. Los visitantes acudían en masa y por allí pasaron Dalí y Ernst, Huxley, Lawrence, Hart Crane, Douglas Fairbanks y Mary Pickford, entre otros muchos en una constante romería festiva.

Harry Crosby fue también el autor de una pequeña obra, en especial de poesía, así como de unos diarios que permiten seguir su vida con detalle. A lo largo del tiempo su devoción solar alcanzó proporciones religiosas y seguía largas sesiones de meditación ante su nuevo dios.

 

Josephine Roche Bigelow

 

En octubre de 1929 la bolsa de Nueva York se hundió y empezó la Gran Depresión. El 10 de diciembre, en un apartamento del hotel de los Artistas con vistas a Central Park, Harry y su amante Josephine Roche Bigelow, se encerraron en un apartamento prestado por un amigo en el Hotel des Artistes de Nueva York. Una vez dentro, se descalzaron y tumbaron vestidos en la cama. Harry la disparó en la sien con una pequeña pistola según lo pactado entre ellos. Dos horas después se tumbó al lado suyo y se disparó.

La que él llamó la «Princesa del Fuego», tenía 20 años y era una bostoniana casada. Harry le había explicado a Caresse que amaba a Josephine porque ella lo amaba a él, y sobre todo porque ella era la única que había superado todas las pruebas de la devoción. Él necesitaba pruebas.

Como escribe Dominique de Saint Pern, Harry Crosby estaba obsesionado con la idea de fijar el final de su vida. «Sólo hay una acción en la que puedo creer», escribió en 1929, «y es la que me lleva a la eternidad».

La ley del exceso no puede durar eternamente y Harry sabía que su llama debía apagarse, lo mismo que la de los felices años veinte. Se avecinaban tiempos decisivos y terribles. Los feroces años treinta que fueron el preámbulo de los sangrientos cuarenta.

Caresse permaneció en Francia hasta mediados de los años 30, creando una editorial que inventó los libros de bolsillo y publicando a Hemingway, Faulkner y Dorothy Parker. Fue amiga de Henry Miller y Anaïs Nin. Se casó varias veces y acabó sus días cerca de Roma en una finca con un castillo, el Castello di Rocca Sinibalda que convirtió en residencia de  artistas. Pero el recuerdo de Harry perduró ya que como le escribió una amante de su marido y amiga suya, Constance Crowinshield, “era luz & Honor &  Belleza & un chiquillo que nunca creció”.

 

 

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