Klaus Kinski fue un actor controvertido y de tumultuosa vida conocido por sus películas con el director Werner Herzog, como Aguirre, la cólera de Dios y Fitzcarraldo. También desarrolló durante sus años más jóvenes una obra poética menos conocida que implica adentrarse en el caótico mundo de un hombre delirante, con una necesidad maníaca de expresarse y un temperamento egocéntrico.

Nacido como Niklaus Nakszynski en 1926, en la antigua ciudad libre de Danzig (actual Gdansk, en Polonia), de padre polaco y madre alemana, que con la depresión económica se trasladaron a Berlín en los años treinta y nacionalizaron alemanes. A Kinski le embistió de lleno la Segunda Guerra Mundial, en la que fue enrolado con dieciséis años en el ejército y fue hecho prisionero por los británicos en 1944 y traslado a un campo de prisioneros en Gran Bretaña, donde participó en el grupo de teatro creado creado en el mismo.

A su regreso a Alemania descubrió que la madre había muerto en un bombardeo aliado y el padre, un farmacéutico y cantante de ópera fracasado,  en la guerra. Kinski empezó a trabajar como actor en los teatros berlineses y regionales. Alcanzó pronto la fama con actuaciones personales donde interpretaba escenas disparatadas de poemas de Rimbaud o François Villon o incluso inventados. Se identificaba con los poetas malditos incapaces de encontrar la felicidad en el «mundo normal”, pero en el fondo se interpretaba a sí mismo con estilo histriónico, rabioso y libertino.

 

Comienza a trabajar de actor en 1948 y llegó a rodar una película al año, incluso diez. Al principio eran películas buenas, como Tiempo de amar y tiempo de morir, de Douglas Sirk. Luego el dinero mandó. Entonces interpretó innumerables series policíacas, películas de terror de bajo presupuesto, spaghetti westerns y cine de serie B. Rechazó a directores de prestigio porque no le pagaban lo que pedía, como a Spielberg que lo buscó para un papel en «En busca del arca perdida».

Kinski se ganó rápidamente una reputación de actor brillante pero impredecible, cuyo método rayaba en la locura. Podía transformarse en personajes más grandes que la vida, aportando una intensidad cruda e inquietante a sus papeles, pero su personalidad fuera de la pantalla era igual de imprevisible. Sus enfados y peleas públicas se convirtieron en parte de su cliché.

Su poesía fue escrita en los años cuarenta y cincuenta. Recopilada Peter Geyer en 2001, llegó a ser publicada en el 2006 por la editorial  Suhrkamp. En 2016, la misma casa editorial publicó la autobiografía de la primera hija de Kinski, Pola Nunca lo digas a nadie (Circe, 2014). Pola Kinski, que tenía entonces 60 años, contó que su padre abusó sexualmente de ella durante quince años. Los abusos comenzaron cuando tenía cinco años y siguieron hasta que puso alejarse del padre a los diecinueve. Cuando empezaron los abusos, Kinski ya se había divorciado de la madre de Pola y ambos compartían la custodia de su hija. Pero la madre de Pola se volvió a casar y se desentendió de la hija que se encontró sola. Klaus Kinski se casó dos veces más y tuvo otros dos hijos, además de numerosas amantes.

Klaus Kinski, nacionalizado norteamericano, murió en su casa californiana de Lagunitas en 1991. Tras el libro de Pola, los poemas de Kinski fueron descatalogados de las editoriales alemanas. Sin embargo, traducidas por Antonio Curcetti y editados por el poeta, editor, y traductor italiano Nicola Crocetti  en una edición personal que se puede pedir en info.nessunoeditore@tim.it con el título Fiebre. Diario de un leproso, reflejan a un hombre que lucha contra sus impulsos más profundos, sus frustraciones con el mundo y su abrumadora sensación de aislamiento.

 

Klaus Kinski recitando poesías de Villon en 1950

 

La poesía de Kinski

Al igual que los personajes que retrató, sus poemas están llenos de una sensación de energía cruda y animal. En cierto sentido, puede verse como un medio para purgar sus demonios interiores y, a veces, para afirmar el control sobre su mente caótica.

Los versos están poco trabajados y son más parecidos a flujos de conciencia que a poesía estructurada. Pero dentro de esta falta de forma, uno puede sentir la misma pasión que hizo tan magnética su actuación en las pantallas.

Un tema recurrente en la poesía de Kinski es la fuerza desenfrenada del deseo, y expresa una lujuria de una forma cruda, casi primitiva, sin el filtro de las normas sociales o las restricciones morales. El deseo no se presenta como algo que produce placer o satisfacción, sino como una fuerza destructiva que inflige dolor, pero que es ineludible.

 

 

La poesía de Kinski también está llena de rabia, no sólo contra las personas, sino en contra del mundo mismo. Kinski despotrica contra las limitaciones que le impone la sociedad, las asfixiantes convenciones de la normalidad y las fuerzas opresivas que, en su opinión, atrofian su potencial de grandeza. Cree ser la tormenta
que nadie puede contener en un mundo demasiado pequeño para él y donde pretenden que se arrodille.

Este sentimiento de rebeldía, de lucha contra cadenas invisibles, resuena en toda su obra que también puede verse como un acto de rebeldía contra un mundo que, en su opinión, nunca podría comprenderle o aceptarle del todo. Al mismo tiempo, hay un deseo de encontrar algo más, algo trascendente que pueda dar sentido a su sufrimiento.

La vida de Kinski fue un torbellino de contradicciones, un actor capaz de actuar con un estilo inconfundible en la pantalla y fuera de ella. Su poesía también refleja esta dualidad. Está llena de momentos de verdad, que revelan a un hombre consumido por sus propias pasiones y a la vez en busca de algo más grande.