Jamie Baldridge, The dramatic Interrogation of Id

 

Si tres personas deciden crear una editorial en el peor momento de la crisis económica de España no sé si es una consecuencia indirecta de la falta de trabajo, ganas de perder dinero o fe en la recuperación del sector editorial. Desde luego indica optimismo, energía y empuje, entre otras características necesarias para levantar una editorial. Pero mejor que elucubrar sobre los motivos y propósitos, hemos decidido preguntárselo a uno de los tres protagonistas de esta nueva aventura editorial, nacida el año pasado en Madrid de la mano de un filólogo, Julio Guerrero, y los periodistas Esther de Prado y Eugenio Martínez (que es quien responde a nuestras preguntas), y que, de momento, han publicado cinco libros con un diseño muy cuidado y unos autores bien elegidos.¿Crear una editorial literaria en estos tiempos es creer en la recuperación económica o un acto de fe en las posibilidades curativas de la verdadera literatura?

Sin duda, un acto de fe en el poder sanador de la literatura. En nuestro caso, cuando nos decidimos a emprender esta aventura no había atisbo alguno de recuperación económica -tampoco está claro que lo haya ahora, pero bueno, eso sería otro asunto-. Nuestra determinación obedecía a otro tipo de razones, a una necesidad íntima y personal de dar a conocer y compartir textos fundamentales en nuestra trayectoria como apasionados lectores. Llevábamos tiempo madurando la idea y, sin hacer demasiado caso a los malos augurios, nos pusimos manos a la obra. Si hubiéramos esperado al momento propicio -en caso de que tenga sentido imaginar algo así-, seguramente no habríamos dado jamás el paso.

¿Cuál es el porcentaje ideal de una buena receta editorial: el texto, la traducción, el precio final o el diseño de la portada?

Todos los ingredientes resultan igualmente decisivos. Contar con un buen texto es fundamental, pero si la traducción no está a la altura, si traiciona el original o no logra captar el espíritu de la obra, no sirve de nada. Igualmente, el diseño es un factor importantísimo, hoy más que nunca. Una portada excelente, por sí sola, no hace bueno un libro, pero un diseño atractivo ayuda a llamar la atención del lector. En realidad, es una cuestión que va más allá de dar con un envoltorio más o menos bonito. En nuestro caso, intentamos que la portada complemente al texto, que el contenido y el continente, por decirlo de alguna manera, entablen un diálogo y se enriquezcan mutuamente, dando lugar a una nueva expresión artística. En cuanto al precio, obviamente debe ser lo más ajustado posible, sin renunciar a la calidad. Al final, el secreto de una buena receta editorial pasa por lograr un equilibrio, nada sencillo, entre todos estos ingredientes.

 

¿Crear una editorial literaria en estos tiempos es creer en la recuperación económica o un acto de fe en las posibilidades curativas de la verdadera literatura?

Sin duda, un acto de fe en el poder sanador de la literatura. En nuestro caso, cuando nos decidimos a emprender esta aventura no había atisbo alguno de recuperación económica -tampoco está claro que lo haya ahora, pero bueno, eso sería otro asunto-. Nuestra determinación obedecía a otro tipo de razones, a una necesidad íntima y personal de dar a conocer y compartir textos fundamentales en nuestra trayectoria como apasionados lectores. Llevábamos tiempo madurando la idea y, sin hacer demasiado caso a los malos augurios, nos pusimos manos a la obra. Si hubiéramos esperado al momento propicio -en caso de que tenga sentido imaginar algo así-, seguramente no habríamos dado jamás el paso.

 

Ardicia es una editorial literaria al cien por cien y que sale con la intención de recuperar clásicos olvidados. ¿Es vuestra intención manteneros en esa línea o abriros a otros géneros y épocas?

No estamos cerrados a nada. De momento nos hemos marcado como objetivo dar a conocer textos de otras tradiciones literarias inéditos en nuestro país, o rescatar libros que, en su día, no corrieron la suerte que merecían -sigue habiendo muchos títulos que reivindicar y descubrir-, pero, si las cosas marchan bien, nos encantaría abrir otros caminos, por supuesto. Más allá de las limitaciones y servidumbres que impone el ser una editorial modesta (en medios económicos, que no en ambición artística), la calidad literaria es nuestra única guía.

¿Qué hace más falta para empezar una editorial por orden de importancia: afición, dinero, conocimiento del medio, lecturas o coraje?

Complicada respuesta. Aunque no suene muy romántico, contar con una mínima cantidad de dinero es una condición absolutamente necesaria, al menos para arrancar. De todas formas, el dinero sirve de poco si no tienes un bagaje de lecturas, una idea del tipo de catálogo que quieres conformar y unas nociones mínimas del oficio, claro. Seguramente, a todo ello haya que sumarle cierta dosis de coraje (o temeridad) también. Y, por supuesto, una pasión desmedida por los libros, sin la cual, al menos en lo que atañe al día a día de las pequeñas editoriales, no es posible seguir adelante. Las satisfacciones de la llamada edición independiente son enormes, pero también lo son los sinsabores, las dificultades y la inestabilidad económica.

Otro punto importante es la traducción, pero los traductores literarios suelen quejarse de lo minusvalorado y mal pagado que está su trabajo. ¿Estáis de acuerdo?

Las quejas de los traductores literarios están justificadas, desde luego. Cuando trabajas con buenos profesionales de la traducción te das cuenta de lo difícil y meritoria que es su labor, nunca suficientemente valorada ni, salvo excepciones, remunerada como debería. Por desgracia, es algo que también ocurre con otros oficios del mundo de la edición, como los correctores. Nosotros intentamos que el resultado final esté a la altura del esfuerzo realizado por todos los profesionales que participan en el proceso de creación del libro. Los traductores son uno de los puntales decisivos de nuestro trabajo, sin duda, y, en la medida de nuestras posibilidades, procuramos cuidar, recompensar y reivindicar siempre su labor.

 

 

Imagino que una pequeña editorial como la vuestra, que se caracteriza entre otras cosas por el esmero de los libros que publica, puede sacar un número limitado de ellos al año. ¿Cuántos pensáis sacar vosotros más o menos?

Este primer año de andadura tenemos previsto cerrarlo con siete u ocho títulos. De cara al futuro nos gustaría llegar a diez o doce y ampliar nuestro catálogo con alguna otra colección. Sacar más títulos no sería viable, no tanto porque seamos un sello pequeño, que también, como por la saturación que vive el mercado editorial español.

¿Por qué la eclosión de pequeñas editoriales en España?

Es difícil saber a qué obedece este fenómeno en un país que no se caracteriza, precisamente, por sus elevados índices de lectura. Seguramente responde a motivos muy diversos, desde una reacción al descuido de los grandes sellos editoriales, muchos de los cuales olvidaron su primigenia razón de ser y se extraviaron en la búsqueda de la rentabilidad económica inmediata, a otras razones más prácticas, si se quiere, como el autoempleo. En cualquier caso, solo nos cabe felicitarnos por este florecimiento de pequeñas editoriales, con catálogos exigentes, y desear que Ardicia pueda aportar su pequeño grano de arena en ese apuntalamiento de la buena literatura.

¿Cuál es el talón de Aquiles del mundo editorial: la distribución, el libro electrónico o Amazon?

En el caso de los grandes grupos editoriales y las librerías, seguramente el libro electrónico -la salvaje piratería, más bien- y la voracidad de Amazon

son las mayores amenazas. La distribución en España es complicada y de aquí a unos años todo hace pensar que se vivirán grandes cambios al respecto, pero el gran problema de este país reside en la escasez de lectores.

La pregunta del millón: ¿qué pensáis del libro electrónico frente al libro de papel?

Nosotros seguimos apostando por el papel, un formato que, a nuestro juicio, reúne una serie de virtudes que lo hacen imbatible, pero no tenemos nada en contra del libro electrónico. Creemos que, en un futuro, ambos soportes deberían poder coexistir perfectamente, al menos en una sociedad culta y lectora. Tal vez sea este el verdadero meollo de la cuestión. El libro electrónico aporta indudables ventajas en ciertos nichos de mercado, como el libro de texto, pero consideramos, sin necesidad de apelar a la nostalgia ni de encastillarnos en absurdas resistencias numantinas, que siempre habrá lugar para el papel. A fin de cuentas, sigue siendo el formato ideal para quienes apostamos por la vigencia del libro como objeto artístico.

 

En momentos de crisis como los actuales, los lectores se quejan de los precios de los libros. ¿Por qué no pueden bajarse?

Evidentemente, quien considere que los libros son caros tendrá sus razones para pensar así, pero, si tenemos en cuenta el coste actual de la vida, y que se trata de un bien que podemos disfrutar durante muchísimos años, creemos que no lo son en absoluto. En ocasiones se olvida la larga cadena de profesionales involucrados en la edición: autores, traductores, correctores, maquetadores, ilustradores, impresores… Todos realizan una labor que debe ser retribuida dignamente. Y, además, no es justo generalizar. Ciertamente, hay libros caros para lo que después ofrecen, con ediciones de muy baja calidad, realizadas a un mínimo coste y con evidente intención de lucro -no son los menos vendidos-, pero también ediciones muy cuidadas, hechas con gran esmero, a un precio relativamente módico y muy ajustado. Al menos en el mundo de las pequeñas editoriales, nadie comienza en esto por dinero, desde luego. El margen de beneficio, comparándolo con cualquier otra actividad, es mínimo.

¿Qué medidas harían falta para fomentar la lectura en España?

Con que los gobernantes no sabotearan las medidas de fomento de la lectura ya existentes nos veríamos satisfechos. Acabamos de saber que las bibliotecas de Madrid, por ejemplo, no han adquirido nuevos fondos en todo 2014. Es trágico.

Dejando a un lado la pirotecnia de las grandes ocasiones, de los actos del Día del Libro y demás, que lucen muy bien en televisión, la labor verdaderamente importante es la que realizan, día a día, agentes culturales de primer orden, como son los bibliotecarios, los pequeños libreros… Y cada día encuentran más trabas para desempeñar su trabajo.

¿Y para ayudar a la edición?

Las ayudas a la edición se han reducido notablemente, pero, teniendo en cuenta los recortes que afectan a otros sectores muchísimo más importantes, como la sanidad o la educación, sería absurdo e injusto que nos quejáramos por ello. No cabe duda de que hay otras reivindicaciones más prioritarias ahora mismo.

Jamie Baldridge, Chronicler
Sigue a Ardicia
en la red:

@ArdiciaEdit