La joven de la perla. Johannes Vermeer, 1665
Hay libros que nos enseñan a ver, y otros que nos enseñan a mirar. Obras maestras explicadas, (Cinco Tintas, 2025) del especialista británico James Payne, pertenece a la segunda especie. Payne no escribe para especialistas, sino para quienes alguna vez se han quedado mudos frente a una pintura sin saber por qué, como me ha sucedido a mí.
El autor parte de la idea de que el arte no necesita ser explicado, sino comprendido. Y comprender no significa descubrir un mensaje oculto, sino entender el contexto humano que lo hizo posible. “Saber lo que sabemos sobre la vida de Van Gogh no convierte La noche estrellada en una pintura mejor, pero sí en una obra más interesante”, afirma Payne. Una frase que explica la filosofía del libro y que se resume en que hay que mirar una obra de arte no como un objeto ajeno a nosotros, sino como el eco de una vida, de un gesto, de una emoción que sigue viva más de un siglo después.
Payne no es un historiador en el sentido tradicional. Se formó en teatro y cine, trabajó como guionista y productor, y durante la pandemia de Covid en el 2020 abrió un canal en YouTube, «Great Art Explained», con la idea de que los museos estaban cerrados, pero la gente necesitaba acudir a ellos para contemplar belleza y experimentar lo que se siente cuando vemos una obra de arte, esa sensación de quietud y maravilla. Claro está, siempre que la aglomeración de visitantes no convierta la sala del museo en un vagón de metro en la hora punta. Sus videos son breves, de unos quince minutos, y mezclan el análisis visual, con el relato biográfico y la sensibilidad cinematográfica. Pronto empezó a sumar seguidores hasta alcanzar millones de espectadores.
En el paso del video al libro, Payne no pierde ritmo ni calidez. Obras maestras explicadas mantiene la claridad de su voz, pero suma algo que el formato digital no permite: la lentitud. Leerlo es como caminar despacio por una galería imaginaria, detenerse ante cada cuadro y escuchar su historia.

El recorrido del libro abarca desde los grandes nombres del canon occidental —Van Gogh, Monet, Miguel Ángel— hasta creadores contemporáneos como El Anatsui o el pintor chino Zhang Zeduan, recordándonos que la experiencia artística no pertenece a una sola cultura ni a una sola época. Payne propone un viaje que cruza siglos y geografías, pero que siempre regresa a lo qué nos dice una obra, sobre quien la creó y quienes la contemplamos hoy.
Así, en su lectura de La noche estrellada, Payne no se limita a la técnica o al color: explora la soledad de Van Gogh, internado en Saint-Rémy, pintando la vista desde su ventana como si intentara tocar con el pincel lo que la mente no alcanzaba a nombrar. En el capítulo dedicado a Monet, se detiene en la obstinación del artista anciano, casi ciego, que seguía pintando nenúfares para atrapar una luz que ya apenas veía. En ambos casos, el arte aparece no como un resultado, sino como la necesidad de seguir creando cuando todo lo demás parece desvanecerse.
En el pensamiento de Payne existe la creencia de que mirar es un acto ético. Frente al vértigo de lo instantáneo, propone recuperar la contemplación. En tiempos donde el arte suele medirse por su capacidad de viralizarse, Obras maestras explicadas nos invita a una experiencia más íntima. No se trata de acumular datos, sino de aprender a sentir con más precisión.
Su escritura combina la claridad del divulgador con la sensibilidad del narrador. Payne mezcla biografía y emoción, historia y metáfora. Cada obra se convierte en un espejo donde se reflejan las tensiones de una época, pero también la fragilidad, la obsesión, el deseo de permanencia.

Frida Kahlo. Autorretrato con collar de espinas, 1940
Al hablar de Frida Kahlo, Payne subraya cómo el dolor físico se transformó en lenguaje pictórico, cómo la artista convirtió su cuerpo herido en territorio simbólico. Al referirse a Miguel Ángel, observa la paradoja del genio que luchaba con sus propias dudas espirituales. Pero lo más valioso del libro no es lo que enseña sobre los artistas, sino lo que revela sobre nosotros como espectadores. Payne nos recuerda que toda mirada es una forma de diálogo. Mirar una pintura implica dejarse afectar por ella, permitir que su tiempo y el nuestro se entrelacen.
Obras maestras explicadas es también una meditación sobre la memoria. Las obras sobreviven no solo por su belleza, sino porque siguen hablando, siguen encontrando interlocutores. En esa continuidad radica su poder. Ver La creación de Adán en la Capilla Sixtina o en una página impresa no es la misma experiencia, pero ambas comparten una misma raíz: la necesidad de creer que el gesto de tocar puede crear un puente entre lo humano y lo divino.
Payne, en lugar de dictar interpretaciones, hace preguntas. ¿Qué vemos cuando miramos? ¿Por qué ciertas imágenes nos conmueven sin entenderlas del todo? ¿Qué queda de una obra cuando se apagan las luces del museo?
Su respuesta no es teórica, sino emocional. Lo que queda es la huella de una mirada que nos cambia. El arte, en última instancia, no se explica, se comparte. Por eso este libro, con un diseño cuidado y más de 300 páginas, invita a leer despacio, a volver sobre las imágenes, a mirar de nuevo. Cada capítulo es un recordatorio de que la belleza no está solo en los museos, sino en la manera en que miramos el mundo.

Tejado de la Capilla Sixtina. Miguel Ángel 1508 – 1512. Foto de Jean-Christophe Benoist
