“Lo propio y ajeno” de Enrique Bueres, (Renacimiento, 2025) es un libro entre la crónica cultural, el diario y la guía de viajes, y que lleva el subtítulo de “relato cultural”. Un brebaje curioso cuyo resultado final en el paladar depende de cuál es nuestra bebida favorita. En mi caso gana el relato cultural, porque los diarios que me gustan tienen que contar lo que casi nunca cuentan y las guías de viajes se han quedado obsoletas con Google y compañía.
Enrique Bueres es un hombre tranquilo, minucioso, que ha trabajado en medios culturales diversos y variados, asturiano, condición de la que se enorgullece, y poco partidario de grandes entusiasmos, excepto con su mujer, Marta Reyero, periodista y presentadora de televisión cuya foto aparece en la portada de este libro.
Lo propio y ajeno trata de distintos ritos culturales, desde la presentación de un libro a una exposición, pasando por eventos variados o viajes con trasfondo cultural…. El arco temporal está comprendido entre el año 2000 y el 2002. Pero estos asuntos propios del mundo literario están contados con la intención de impugnar ciertos hábitos insufribles que se reproducen con la fidelidad de la abeja que regresa a diario a su colmena.
Imagino que por oficio y también por cierto morboso interés, Bueres es un profesional del asunto. Tampoco va de caza mayor y dispara a todo lo que asoma. Ni concede el aprobado general. Destaca con razón un clásico de cualquier presentación de un libro. El autor o uno de los presentadores suelta la fatídica frase: “Seré breve” y aparece la eternidad de un parlamento que se escucha a sí mismo con fruición y pedantería.
En este relato hay varios ejemplos de militantes de lo “breve” que aprovechan la ocasión de enseñar su ciencia y aplastar a los oyentes con largas y tediosas intervenciones. Tal vez una de las causas de la escasez de público en algunos estrenos. Otra puede ser que en su inmensa mayoría se han suprimido las viandas y bebidas posteriores, un viático que fomentaba mucho al presencialismo cultural, aunque Bueres no es partidario de quedarse a los fastos posteriores.
Lo que si nos ofrece es el testimonio de ciertos detalles que iluminan estos actos como bombillas un árbol de Navidad. Pueden ser los zapatos relucientes de un gran editor fallecido, impecables, nuevos, de lazo de cinco vueltas y brillantes como un espejo. De sus buceos culturales Bueres trae a la superficie anécdotas y aficiones con el afán del antropólogo que estudia los ritos y costumbres de una tribu de aborígenes.

Enrique Bueres. Foto de J.M. ORTEGA ELGUETA
Dos amigos firman el prólogo y el epílogo, David Trueba y Pepe Colubi, que enfocan a Bueres desde lados desconocidos (o al menos poco conocidos por mí). Colubi cuenta una de las muchas anécdotas que se producen en las presentaciones de libros. En este caso autor y presentador se encuentran solos frente a la inmensidad del auditorio hasta que llega un espectador que se sienta en la última fila. Autor y presentador lo invitan a que se acerque al que ven como la tabla de salvación (al menos alguien fue) pero él les contesta que espera una llamada.
Por esto mismo, después de leer a Enrique Bueres podemos decir que en las presentaciones y estrenos de los actos culturales no sólo se transmite sabiduría, somos testigos de la locura de algún chiflado que asiste al acto, nos asalta el aburrimiento o se conoce a gente. También se reparten risas. Como en «Lo propio y lo ajeno».

Enrique Bueres presentó junto a Soledad Puértolas la novela de Luis de León Barga «Los durmientes» (Fórcola, 2016)