Ivan Sutton. Launching the currach (1944)
En Ézaro Ediciones acaba de publicarse la nueva novela de Alfredo Conde Homes de ferro y, al mismo tiempo la edición en castellano con el título de Hombres de hierro. El apelativo parece ser es el que dan en Islandia a los pescadores gallegos aunque el nombre es metáfora de guerrero. Sin embargo es ese país, ante la vista de los pescadores gallegos con barcos de desecho, los de la isla debían rendir un velado y oculto homenaje a los protagonistas de las sagas. Esta calificación le ha servido a Alfredo Conde para recrear una saga moderna, empleando los mitos del mito, es decir, el viaje de los Argonautas pero en este caso del lado del Atlántico, en ese trozo de océano que limita las tierras de Irlanda, cornisa Cantábrica, Galicia y Bretaña y Normandía.
En la novela se narran las cuitas de cinco marinos irlandeses que viajan desde su isla a Galicia y haciendo el Camino de Santiago por mar en un currach, que es una barcaza tradicional irlandesa que dicen se remonta su creación al Neolítico. Anclada en el mundo del mar, del mito, del viaje, Alfredo Conde ha retomado temas muy queridos y desarrollados en otras novelas suyas. Con motivo de esta salida hemos realizado esta entrevista donde el autor nos habla de las intenciones de la misma, pero también del resto de su obra, del hecho de ser bilingüe literario y de las diferencias entre el modo en que se miraba el hecho literario en los años ochenta y hoy día.
Usted comenzó su carrera literaria con El Grifón, que le reportó fama y también un autor gallego recurrente al mito. Muchos años después, y luego de haber hecho incursiones en muchos géneros, incluido el policial, retoma la épica mítica. ¿Podría explicarnos ese retorno, que en realidad no es tal, supongo?
Si, se puede decir así. Realmente un Premio Nacional de Literatura, otorgado por vez primera a una novela no escrita en castellano, implica un comienzo de algo…y en ocasiones también un fin. No hay que fiarse nunca. «El Griffon» es mi quinta novela. Antes ya había publicado «Beixo» con buen pie: fue premio de la Critica y Gregory Rabassa la calificó, en el Voice Literary Suplement de Nueva York, como una de las ocho grandes novelas todavía no editada en EE.UU. En Italia fue Premio Grinzane Cavour a la mejor novela extranjera publicada en 1990. En Rusia se vendió muy bien y fue tratada criticamente a la altura de las mejores de sus novelas del siglo XX. En Ausralia…sí, realmente fue el comienzo de algo.
Respecto a la segunda de las dos cuestiones formuladas diré que creo más en el mito, en la leyenda, que en la historia, pues son más longevas y más ciertas que esta; por eso en esta ocasión escribí una novela y no un reportaje, ni una biografía… o una guía de clubes náuticos, una relación de iglesias jacobeas, o un derrotero marítimo, escribí una novela con todas las servidumbres que tal hecho conlleva.
Usted fue marino antes que escritor. Esta novela trata de una travesía marítima que en sus tiempos debía parecerse al de los Argonautas. Todos estos mitos de viaje coinciden porque son mitos de fundación. Parecería haber tenido eso en cuenta al escribir esta narración: los gallegos como dadores de cultura en toda una zona marítima…
Lo único que he sido siempre ha sido escritor, y acaso lo que más me siga atrayendo sea el mar, quizá todo lo demás que haya sido lo fuese para poder ser escritor. Fui marino, entre otras razones, para poder ver el mundo saliéndome del ambiente cerrado de la España de mi juventud. Hecha esta matización diré que hay pueblos que son guerreros, otros que son mercaderes…y otros como nosotros que somos navegantes. A nosotros siempre nos fue más fácil llegar a Irlanda o a Escocia que llegar a Madrid. Llevo escritas siete novelas históricas, una por cada siglo desde el XV, y, al documentarlas me encontré que, desde entonces a hoy, todavía hasta hoy por la mañana, los gallegos seguimos reclamando vías de comunicación con la Meseta. Tal realidad puede explicar otras muchas.
Supongo, entonces, que usted no cree palabra de aquella frase de Álvaro Cunqueiro, que en el programa de RTVE, A fondo, le contestó a Soler Serrano que estaba comprobado que los suevos habían estado en Galicia pero que eso de los celtas… bueno, que en cualquier caso fueron menos que socios tenía el Celta de Vigo…
Tenía razón Cunqueiro. Lo que sucede es que lo del celtismo vende muy bien y es un catalizador de aspiraciones. Cuando di clases les explicaba a los rapaces eso mismo y una vez hubo uno que me lo reprochó: Entonces, si no somos celtas, qué carallo somos? me dijo. Le respondí que gallegos.
El Neolítico gallego es importante y distinto en si mismo al de otros lugares. Los dólmenes, por ejemplo, albergan enterramientos colectivos en toda Europa, son construcciones megalíticas; en Galicia acogen enterramientos familiares y no son enormes masas pétreas las que los forman. Por otra parte los suevos sí fueron importantes para nosotros. El primer reino, el primer estado europeo, fue el del Reino de Galicia constituido por ellos. Realmente la historia que nos cuentan, unos y otros, es, en demasiadas ocasiones, un cuento.
Ha escrito esta novela en gallego y en castellano. ¿Cómo realiza la cosa? ¿Son procesos distintos al de una mera trasposición de lenguas? Se lo digo porque a mi no me lo parece.
He escrito muchas novelas en gallego y luego las he traducido yo mismo al castellano…y algunas han seguido el proceso inverso. Siempre me sentí muy rico con la posesión de dos lenguas y siempre me negué a renunciar a ninguna de ellas. ¿Con que parte de mi gente no hablo, a partir de haber elegido? Así que no elegí, asumí la realidad. Resultado: El Sistema Literario Gallego te excreta y el Sistema Literario Español te ignora, cuando no te desprecia.
Creo que la lengua, las lenguas, deben estar al servicio de la Literatura y no al revés. En este disparatado mundo en el que me muevo he llegado a ver publicada una novela mía en ruso antes que en castellano y en gallego.
Es fácil saber cuáles he escrito en una lengua y cuáles en otra, basta con contemplar el número de páginas: si tienen más en castellano que en gallego, entonces, fue escrita en gallego. Y al revés. Pero, ojo, sucede lo mismo con las reediciones pues, al corregir pruebas y dado que la novela es mía y lo será hasta que me muera, me reservo el derecho a corregir, ampliar o podar el texto. Proceder como procedo, o ser como soy, crea complicaciones, es cierto, pero te da una libertad cuyo ejercicio es a la postre muy gratificante.

Alfredo Conde
Hay en esta novela espacios muy estudiados por usted y parece los ha mezclado con fortuna: la épica cuaternaria, el Camino de Santiago medieval, el moderno viaje que intenta rememorar el mito y comprobarlo. Da la impresión de ser un cierto catálogo, no completo, de ciertas obsesiones literarias suyas.
Pues no diría yo que no tenga usted razón. Yo ya había recorrido, en el año 93, nueve itinerarios de los distintos Caminos de Santiago para poder escribir, con cierto conocimiento de causa, nueve guiones para una serie de televisión de los que se emitieron siete, cada uno de ellos de una hora de duración. Me faltaba este «per loca marítima» y aproveché para hablar de cultura galaico-irlandesa, del medievo, de la senectud…en fin de muchas cosas que creo que el lector atento podrá encontrar en la novela, pues eso es lo que es, no otra cosa.
¿Es esa querencia por la marinería lo que le ha llevado a esa estructura de Cuaderno de Bitácora de que goza el libro?
No exactamente. En un cuaderno de bitácora se registran otro tipo de realidades en las cuales no suelen producirse digresiones del tipo que pululan por «Hombres de hierro» aunque es verdad que en la novela se respetan escrupulosamente las singladuras llevadas a cabo por los cuatro sexagenarios irlandeses, realmente «hombres de hierro».
Tan férrea calificación procede de cuando, en tiempos, los barcos bacaladeros gallegos arribaban a Reikiavic, en Islandia, y, al verlos, los islandeses decían de los marinos gallegos que los tripulaban que eran «hombres de hierro en barcos de madera». La hazaña de estos cuatro sexagenarios irlandeses: un poeta, un músico, un pintor, un folklorista importante y en última instancia un cantante como Glen Hansard, con un Oscar de Hollywood en su haber que subió a bordo del «currach» -un bote de siete metros de eslora construido igual que se construían hace dos o tres mil años- sin antes haber cogido un remo en su vida y llegó a Coruña sin soltarlo, puede hacer pensar como usted me sugiere que haga yo y lo acepte de buen grado.
Esta novela es un encargo del editor, Alejandro Diéguez. Alguna otra narración que ha escrito ha sido también bajo encargo pero en realidad sus temas siempre estuvieron fuera de ese corsé que los periodistas conocemos bien. ¿Ha notado alguna diferencia entre la narración encargada por otros y la que usted se encarga a sí mismo?
Sí, he escrito otros libros gracias a sugerencias de mis editores; por ejemplo, el que novela la vida del marqués de Sargadelos o el que rememora la derrota de Drake a manos de las mujeres coruñesas que siempre fue ejemplificada por María Pita, una gran mujer por otra parte. Pero las he escrito como a mí me dio la gana, acepté el tema, porque me atrajo, pero nada más. La literatura es el único reino soberano que conozco, el único por el que puedo transitar con absoluta libertad.
Por otra parte, no distingo entre literatura comercial y literatura de compromiso: hay buena y mala literatura, lo demás son ganas de marear o se trata de obsesiones taxonómicas diversas. Dostoievsky escribió «Los hermanos Karamazov» en dos semanas acuciado por sus deudas como jugador. ¿Deja por ello de ser una obra maestra?
Parece que hoy día la literatura española se aviene a una indiferencia callada entre las literaturas producidas en las distintas lenguas, algo que no pasaba en los ochenta, donde surgieron nombres en la lengua gallega, el suyo, así como en la vasca y la catalana. ¿A qué cree que se debe ese desinterés real y que no se corresponde con lo que se reconoce en los ámbitos culturales?
Lo que usted indica es cierto. Los años ochenta nos reunieron a una serie de escritores en las distintas lenguas españolas que lo único que teníamos en común era un sentido de la convivencia, una actitud democrática y un concepto de la literatura que nos llevó a las mutuas aceptaciones de nuestras distintas realidades. Eso se acabó.
El momento político actual es además de muy distinto al de entonces, mucho menos rico y muchísimo menos dado a la convivencia, mucho menos enriquecedor, tanto que a estas alturas no seré yo quien señale las causas con el dedo, me limito a reconocerlo y ya se hablará de ello en cualquier otro momento.
Sin embargo hay más causas. Llegado un momento, no pocos de los escritores monolingues empezaron a considerar que mientras nosotros podíamos vender «en Madrid» compitiendo con ellos, ellos no podían hacerlo en nuestras respectivas procedencias…y empezó el desplazamiento.
El desinterés que usted acertadamente señala se debe también a otras realidades. En aquellos años autoras como Corín Tellado vendían cientos de miles de libros cada pocos meses y todos sabíamos y aceptábamos de qué tipo de literatura eran ejemplo clarisimo. Hoy esa barrera se ha saltado. Y otra razón aun más corrosiva: importa más el ruido que haga el autor, o la autora, que la obra que escriba. Belén Esteban, ilustre ensayista y socióloga, es más leída que Mario Vargas Llosa. ¿Qué lugar resta, en ese medio, para las literaturas periféricas? Incluso para la literatura que no sea de consumo y no responda a una llamada que ingenuamente creímos que habría de ser importante cuando en este país no hubiese analfabetos? Ya no los hay pero observemos con calma el resultado obtenido y preguntémonos por qué.
¿Podría darnos una idea de los caminos en que se mueven los jóvenes escritores gallegos? Supongo que en realidad les sucederá lo que en Madrid o Barcelona…
Barcelona sigue siendo la capital mundial de la edición en español, aunque últimamente haya ido a menos en este sentido. Ello implica que ser escritor en español en Barcelona, por ejemplo, sea menos «complicado» que serlo en Vigo o en A Coruña. La televisión vasca (ETB), no sé hoy, pero hubo un tiempo en el que las películas en euskera se subtitulaban en castellano. Galicia es una nación cultural más que una nación política al modo vasco o catalán que, como naciones culturales, lo son en mucha menor medida que Galicia.
Las tres realidades son, en mi entender, muy distintas contra lo que pudiera parecer. No puedo juzgar la realidad catalana o la vasca, sin temor a no equivocarme, y no creo que sea el sitio adecuado para hacerlo de la gallega. Hay jóvenes autores dotados de una gran maestría y en justa correspondencia hay muchos otros que carecen de ella, pero en resumen la literatura gallega puede competir con cualquier otra literatura europea en igualdad de recursos literarios, otras cosa son los recursos políticos y estructurales que tampoco cabría relacionar aquí.
Su obra es muy extensa: consta de más de quince libros de narrativa. ¿A tantos años vista, de qué libros, vale decir, hijos salidos de la cabeza, se siente que ha cumplido con lo que se propuso?
Es algo más extensa de lo que usted indica: debo de ir ya por la vigésima novela, el quinto o el sexto libro de cuentos, los tres o cuatro de poemas, algún ensayo, alguna obra de teatro, algún reportaje… en fin que por haber trabajado insuficientemente no me voy a sentir defraudado conmigo mismo…al menos numéricamente, otra cosa es la calidad de lo producido. Pero eso no me compete a mi expresarlo. Respondo y asumo todo lo que se refiera a todo lo que deje escrito en el momento en el que deje de hacerlo, que espero que sea el día en el que la palme. Y a partir de ahí seguro que ha de importarme un carajo.