ilustración de Diana Peredo

 

Carlos Rubio (Ciudad de México, 1963), escritor y periodista, va ya para casi treinta años que reside en España. Corresponsal de un diario mexicano, Carlos Rubio ha tocado casi todas las teclas habidas en el oficio, amén de publicar novelas, libros de poemas y algún que otro libro de corte periodístico, como aquel que recogía las entrevistas hechas a Carlos Fuentes. Ahora Carlos Rubio acaba de publicar Los amores ridículos (Renacimiento), un libro de poemas sobre el lado más oscuro y también más luminoso del amor. En este entrevista el autor se explaya sobre el significado que ha querido dar al libro y se extien de sobre aspectos de la cultura mexicana y española, donde, cómo no, tenía que hablarse de Roberto Bolaño.

Usted, aunque nacido en México, lleva ya más de 26 años en España donde ha publicado la mayoría de su obra, formada por poesía, novela y ensayos de índole periodística. Los amores idiotas es su último libro, un poemario. En él cuenta la clave de la indagación en el amor, esa frase de Paul Valéry que dice: El amor es idiota, pero por una perversidad de las cosas de este mundo, se es idiota cuando no se ama

 Parece obvio que el amor es un rasgo fundamental de los seres humanos. Pero está muy lejos de ser solo ese sentimiento que todos asociamos con procurar felicidad, alegría o placer al prójimo. Porque en efecto, el amor es bastante idiota y perverso. Emil Cioran decía que cuanto más de vuelta de todo está uno, más se arriesga, en caso de enamorarse, a reaccionar como una modistilla. O como un monstruo, lo que explica la larga lista negra de muertes por violencia entre parejas, los suicidios o la obsesión por poseer aquello que nos seduce para amarlo, aunque para ello tengamos que triturarlo, estrangularlo o devorarlo, como ocurre con la violación y muchos matrimonios. El refranero popular habla de que entre el amor y el odio hay un paso. Lo cierto es que no podemos dejar de amar, aunque encarnemos a Quasimodo, Drácula, don Juan o Tristán. ¿Podemos negarnos al amor? Es muy difícil y casi imposible, como lo es no ser un idiota cuando amamos. La cuestión estriba, a mi juicio, en la lucidez que podamos llegar a tener para saber en qué personaje nos hemos convertido, qué tan idiotas hemos sido y queremos ser al amar, y hasta dónde estamos llegando o queremos llegar arrastrados por la indomable fuerza del amor.

 Sin embargo, la génesis es más terrible: el asesinato de su mujer y de haber herido gravemente a sus hijos por parte de un amigo suyo, en México… sin embargo, el libro se abre finalmente a una celebración de lo luminoso en el amor

Son los dos grandes caminos que se abren, y a veces confluyen, ante el fenómeno amoroso: Eros y Thánatos. En cierta medida, ambos siempre están presentes y los recorremos en alguna de las fases del amor. La cuestión, en el caso del poemario, es que me di cuenta que no podía seguir uno solo de esos caminos si pretendía expresar la transformación que el amor produce en el alma humana, motivo que me había empujado a escribir los primeros poemas, todos ellos relativos a la faceta trágica de la experiencia amorosa. Así que realicé un viraje de ciento ochenta grados y traté de contrastar esa obscuridad que reflejaban los poemas que había escrito, buscando un mínimo equilibrio en el que quedara de manifiesto esa llama doble de la que hablaba Octavio Paz, ese fuego original y primordial de la sexualidad que levanta la llama roja del erotismo y que, a su vez, sostiene y alza otra llama, azul y trémula: la del amor. Erotismo y amor: la llama doble de la vida, escribe Paz.

 Si me permite le diré que usted es un poeta narrativo. Los poemas de este libro tienen un tono distinto según la temática, al modo de los personajes en una novela

 La narratividad de mis poemas es una característica clara de los dos libros de poesía que he publicado hasta ahora, sí. Pero en un tercer poemario, que aparecerá el año próximo, titulado Los tallos del silencio, accedo a una expresión más simbólica y en cierto modo más abstracta, explorando asuntos de carácter ontológico y germinal de nuestra experiencia sensible que exigían un lenguaje ad hoc. Por la misma razón, en los poemarios anteriores el asuntoque abordaba porque esta es la forma en que concibo un libro de poesía, desde la indagación de un asunto determinado y no como una reunión de poemas sueltosme condujo al desarrollo de diversos personajesen cuya experiencia me sumergí para transfigurarla mediante un lenguaje de intención poética. Puedo agregar que en mi primer poemario, Los paraísos industriales, los personajesllegan a ser ciudades y espacios donde transcurre la vida humana.

 

Carlos Rubio

 

Uno de los poemas más terribles del libro es el llamado Saturno Huichilobos, donde une dos tradiciones, la europea y la azteca mediante el mito del dios sangriento… De ahí a la luminosidad de algunos otros hay un gran trecho. Cuéntenos el modo en que recorrió esa enorme distancia… si es que existe.

Como he señalado, la distancia existe pero se difumina, se desvanece muchas veces en distintos grados en nuestra experiencia del amor. En el caso del poema que menciona, hay un elemento muy importante: la tutela de Federico García Lorca y su imponente Poeta en Nueva York. La capacidad de creación de metáforas de Lorca es apabullante e inalcanzable, pero me infundió fuerza para realizar un recorrido hasta las profundidades del mal que engendra el amor. Al final, solo podía volver a escribir sobre el amor desde la luz. Y fue entonces cuando apareció Paul Valéry, haciéndome comprender que tanto en la obscuridad como en la luz el amor era idiota, lo que me liberó y me permitió seguir mi exploración, remontando a través de un pasaje de cierta melancolía, para al fin avanzar decididamente por los senderos de la sensualidad y el erotismo, completando así mi viaje en torno al amor donde, como dice Valéry, encontramos el único medio de sentirse uno la comprensión de la vida.

Usted escribió un libro de entrevistas con Carlos Fuentes, uno de los factotums de la cultura mexicana junto a Octavio Paz. Luego vino la generación que Roberto Bolaño representó en Los detectives salvajes. ¿Podría decirnos cómo ve el panorama de la joven generación de la cultura mexicana? Juan Villoro, que ya tiene sus años, pero también Yuri Herrera

La cultura mexicana, en general, es muy vivaz y cuenta hoy con magníficos exponentes. En narrativa hay, junto a los nombres que menciona, autores como Cristina Rivera Garza, Julián Herbert, Fernanda Melchor, Enrique Serna, David Toscana o Álvaro Enrigue, que están haciendo una obra importante. Sin embargo, como en el resto del mundo, los reflectores deslumbran demasiado y confunden, incluso a los propios escritores, que de vez en cuando olvidan la importancia de crear, como dice Milan Kundera, una obra singular, que trate de decir lo que nunca se ha dicho de una manera como nunca se ha hecho. No hablo de experimentar simplemente, sino de un nivel de exigencia y compromiso artístico que, por desgracia, han sido las propias editoriales las primeras que lo han desdeñado abandonándolo a su suerte. Ese contexto no es en absoluto ajeno a la literatura que se escribe y edita en México, lo que nos sitúa en una globalidad literaria atroz. Pero como digo, la buena literatura es dejada a su suerte, y ese azar produce felices apariciones, como fue el caso, por ejemplo, de las novelas de Daniel Sada, quien por desgracia ya murió, o de Mario González Suárez, quien con cada novela avanza un paso más en un camino de búsqueda narrativa muy original y exigente.

 ¿ A qué que se debe ese dominio casi sacerdotal que Roberto Bolaño ejerce sobre las nuevas generaciones latinoamericanas?

Al margen de la calidad de una novela como Los detectives salvajes, por su frescura y porque llega mucho a un público mexicano relacionado con los años que refleja; de la magnífica 2666, que trata el tema de las mujeres muertas de Ciudad Juárez y el submundo policial mexicano, y llega también a un público familiarizado con esas atmósferas; y de sus narraciones cortas de buena factura, tengo la impresión de que es una cuestión hasta cierto punto mediática. Mire, el sello Anagrama en nuestros países latinoamericanos ha sido durante cuatro décadas un referente indudable entre los lectores y en los años 80, sobre todo, tuvo un poderoso halo contracultural que le permitió proyectar una influencia casi determinante en la formación literaria de las jóvenes generaciones nacidas a partir de los años 60, que se forjaron leyendo a autores como Bernhard, Bufalino, Tabucchi, Perec, Carver, Amis, Bukowski, pero también a Pitol, Vila-Matas, Azúa, Rossi, Monterroso, Bryce Echenique o Tomeo, autores que publicó y distribuyó con éxito Anagrama en aquellos años. Así que aparecer en esa editorial con el emblema del Premio Herralde en 1998 posibilitó a Bolaño un estatus especial entre los lectores con pretensiones literarias, cuando despuntaban muchas de sus trayectorias. Por eso nadie hizo caso, y sigue sin hacerlo, a su primera novela de difusión panhispánica como fue La literatura nazi en América Latina, publicada por Seix Barral, y en cambio se rindió a Los detectives y todo lo que siguió. Por otro lado, esa celebridad la reforzaba una imagen anclada en el estilo undeground mexicano que ejemplifica perfectamente el grupo de los poetas infrarrealistas al que perteneció el propio Bolaño en los años 70, jóvenes urbanitas de vida salvaje, anarcocomunistas irredentos en el plano político, enemigos acérrimos del grupo de Octavio Paz no por su poesía, sino por lo que representaba en el plano ideológico para ese ala política de ínfulas radicales por sus críticas al totalitarismo soviético, y un aire de perdedor finalmente reconocido en el lugar exacto: una editorial fronteriza entre el mainstream y la literatura menos comercial, por decirlo de algún modo. En fin, yo creo que todo ello fue un caldo de cultivo para que la obra de Bolaño llegara a los lectores jóvenes desde los años 90 como un referente que nadie ha discutido y cuya expansión internacional a otros idiomas, especialmente con la llegada del agente literario Andrew Wylie, al parecer el más influyente en todo el mundo, terminó de catapultar apara lograr su ascenso al Olimpo literario empujado por una muerte prematura que lo consagró definitivamente.

 

Ilustración de Diana Peredo

 

Usted tiene el privilegio de vivir dos culturas, pues habita en España pero ejerce de corresponsal para un diario mexicano. ¿Podría decirnos las diferencias esenciales que nota entre el ambiente cultural de aquí comparado con el de allá? Se lo digo porque, y esto es una generalización que se presta a correcciones, encuentro una conciencia mayor de lo que es la literatura entre los latinoamericanos que entre los españoles.

 Puede ser que haya mayor conciencia, que yo diría es respeto, en el sentido de que en un país, o mejor, en un conjunto de países como es la América Latina, donde hay tanto analfabetismo real y no solo funcional, el hecho de leer y escribir, de ser en apariencia una persona instruiday cultivada, con estudios en muchos casos universitarios, produce un cierto estatus social que se traduce en respeto. Por otra parte, entre la gente instruiday cultivadase asume una tradición de influencia en la opinión pública y la crítica social por parte de los escritores y otros artistas, algo que proviene de la tradición francesa muy arraigada en países como México desde el siglo XIX y como consecuencia de la fobia de esa época a todo lo que tuviera que ver con España, algo que afortunadamente solventaron personalidades como Alfonso Reyes y, más tarde, el exilio español de la Guerra Civil, que llevó a México a intelectuales de enorme talla, quienes dejaron un magisterio de valor incalculable, como la insistencia en el respeto y amor por la cultura, algo que al parecer, en esas mismas décadas en que florecía en América, tuvo que refugiarse en la clandestinidad en España. Hoy las cosas se igualan bastante entre las clases medias de ambos países, aunque el respeto masivo a la cultura se mantiene en países como México y se inculca en las escuelas primarias y secundarias porque, como he indicado, forma parte del prototipo de persona instruiday cultivadaal que se aspira como parte de un proyecto vital de ascenso social. En cuanto al panorama literario, el problema es que allí el mundo editorial local fue casi devastado en los años 90 por las crisis económicas, lo que propició la irrupción de la industria editorial española, que es la que ha alimentado el mercado desde entonces, salvo algunas honrosas excepciones como Editorial Era y la emergencia de pequeños sellos independientes con la llegada del nuevo siglo.

Usted escribió un libro titulado El Territorio de La Mancha para referirse a la literatura escrita en español. Hermosa metáfora cervantina para designar la unión a través de una lengua. Noto, sin embargo, que ahora pese a la tecnología hay más barreras para el diálogo entre españoles y latinoamericanos que en los tiempos de Unamuno o de Lorca, donde éste estrenaba en Buenos Aires con un éxito fulgurante… ¿Cuál cree que puede ser el motivo? A veces he pensado que es porque todos miramos en realidad de reojo a los Estados Unidos y lo que llega de allí.

Me parece que lo que llega de Estados Unidos, en el plano cultural, es mucho más valorado en España que en México, donde la cultura gringa, la alta cultura gringa, siempre han sido vista como menor, salvo grandes excepciones que, forzosamente para tener reconocimiento, han tenido que abrevar en Europa, que es en realidad a donde mira México con veneración. Toda la cultura europea es para los mexicanos motivo de admiración y reverencia: su arte, su arquitectura, sus artes escénicas, su música, su literatura, su historia, sus ciencias sociales y su filosofía. No olvide que reivindicamos ser también hijos de Occidente en el sentido clásico del concepto. De ahí que el diálogo se establezca gradualmente; es decir, el diálogo con España se da en el conjunto de Europa y quizá en ese contexto es apenas una parte pequeña de ese gran mosaico cultural, porque a México no le asustan los idiomas. Después vienen los Estados Unidos, que influyen más en temas de ciencias exactas, tecnología, pop y rocanrol. Y por último está Latinoamérica, con el que hay un diálogo de parientes, pero igual que con los parientes, a veces los frecuentamos y a veces no. A mi juicio, y esta es la reflexión de la que parte mi ensayo periodístico, deberíamos poner por encima de otros diálogos el que posibilita una misma lengua; es más, yo digo que deberíamos fortalecer la idea, sustentada en un idioma común, de una misma cultura con una enorme riqueza de variantes, donde las obras fluyan por los afluentes de ese gran río que es la lengua española sin tramas ni cortapisas, apoyadas por una política cultural común como la que favorece la Commonwealth. Creo que el Instituto Cervantes se ha dado cuenta de ello y ha realizado algunos intentos en ese sentido, pero vuelve a caer en el error de dedicar todos sus esfuerzos a llevar al ámbito de naciones de otras lenguas la riqueza cultural de España, y encima lo hace solo bajo su exclusiva bandera, lo que es en realidad de una gran pobreza comparado con la estatura que podría tener enarbolando una bandera panhispánica.

Usted escribió una novela titulada Los Ángeles-Sur y siempre le oí hablar de una narración que tendría como temática la moda. ¿En qué trabaja ahora?

La novela sobre la moda era en realidad una narración sobre la mentira en el periodismo y la sociedad del espectáculo. Escribí 50 folios y se perdieron la mitad. Creo que era un proyecto muy ambicioso que quizá algún día retome. Entonces decidí escribir otra novela sobre el exilio español en México y los años 50 en España que me mantuvo obsesionado durante casi diez años, pero acabó en un cajón porque no me satisface.  Escribí una novela para adolescentes sobre el mundo de la tecnología, pero este campo va tan rápido que se ha quedado obsoleta y ni siquiera la presenté a una editorial. Entonces me vino la idea de un poemario y lo publiqué. He escrito dos libros de ensayo periodístico, El Territorio de La Mancha. Cartografía esencial de la literatura contemporánea escrita en lengua española, en 2016, y el más reciente sobre la cultura mexicana en España, titulado Desde la otra orilla. Dos décadas de cultura mexicana en España. Una crónica, editado en 2019 por la Secretaría de Cultura de México. Entre medias he terminado una novela, inédita hasta ahora, donde abordo el tema de la paternidad y el aborto, de la cual estoy muy satisfecho y que ha tenido un par de lecturas muy buenas que me animan bastante, aunque alguna editorial a la que la he presentado llegó a decirme para explicar su rechazo que era muy literaria. Ahora mismo escribo simultáneamente dos novelas, una historia sobre los secretos familiares y otra sobre la codicia del poder político, que están muy avanzadas y puedo terminar en un par de meses si les dedico todo mi tiempo, aunque eso, como sabe, no siempre ocurre, precisamente por lo cual he emprendido en estos mismos momentos la escritura de un reporsayo(género bautizado así por el periodista español Ricardo Cid Cañaveral para designar una obra a caballo entre el reportaje y el ensayo) sobre el presente y el futuro inmediato de nuestras sociedades desde el punto de vista sociopolítico, económico y filosófico, en relación a la pandemia del Covid-19, que estoy a punto de terminar.

 

 

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