Foto de Ronn Spencer
Aunque siempre han existido personas que cuidan en exceso de su aspecto físico o que tienen un alto concepto de sí mismas, el desarrollo de internet y, sobre todo, de las redes sociales ha hecho crecer exponencialmente el número de seres ególatras y pagados de sí mismos. Fenómenos como el ‘egosurfing’ o la tiranía del conteo de ‘likes’ o ‘me gusta’, más allá de los trastornos que empiezan a generar, son reflejo de la necesidad de satisfacer el ansia inconfesable de popularidad. Este tipo de comportamientos, que suelen proliferar en épocas de crisis colectivas, están asociados a ciertos complejos o crisis individuales. Normalmente, el culto excesivo al yo lleva aparejado una necesidad de autoafirmación que desvirtúa nuestro autoconcepto.
Traumas y trastornos aparte, el ensayo que nos ocupa, ‘Narcisistas contemporáneos’, que lleva el subtítulo de ‘Groupies, playboys y nocturnidades’, de Luis de León Barga (Roma, 1958), nieto del escritor y periodista Corpus Barga, se encarga de analizar el fenómeno de las ‘groupies’ y los ‘playboys’ que, a mediados del siglo XX, tomaron el relevo de los dandis.
Con el desarrollo del rock, surgieron las ‘groupies’, ardientes admiradoras de cantantes y bandas, narcisistas que eran seducidas por otro narciso u objeto de deseo. Para ellas, estar con el artista en cuestión era compartir su fama, vivir en el frágil espejo del poder y de la seducción una vida de excesos y de lujuria. Algunas como Pamela des Barres y Catherine James contaron sus vivencias por escrito; otras desarrollaron una carrera artística, como Cynthia Plaster Caster, quien inmortalizó en yeso el pene de Jimi Hendrix, entre otros músicos.

Francisco Onieva
Pese a las ampollas que pueda levantar hoy la imagen de las ‘groupies’, el autor reivindica su libertad y un dudoso feminismo que las llevaba a disfrutar de la vida y de su cuerpo en un ejercicio de afirmación. De hecho, llega a sentenciar que fueron «uno de los motores de la liberación femenina» de los años sesenta y setenta. En esta línea, destaca que la figura de la ‘groupie’ evolucionó y algunas de ellas llegaron a tener más ingresos que su pareja, mientras que otras lograron convertirse en estrellas de la música, como Marianne Faithfull, Debbie Harry (Blondie) o Chrissie Hynde (The Pretenders).
Pero el narcisista por excelencia es el ‘playboy’, un producto de la sociedad consumista en la que vivimos, donde todo se reduce a cantidad. Este necesita acumular conquistas para satisfacer su ego, pero, para ello, debe tener un físico envidiable, potenciar distintas habilidades y tener ciertas inquietudes y cultura. Algunos ejemplos son Porfirio Rubirosa o Gunter Sachs. Tanto las ‘groupies’ como los ‘playboys’ han desaparecido; sin embargo, se han reencarnado en nuevos perfiles. Internet y las redes sociales son el altavoz perfecto para que todo aquel con ínfulas se crea el ombligo del universo. Serán pues millones de hombres y mujeres quienes alardeen de ellos mismos en el ciberespacio, aunque todo quede en simple y efímero ruido.
Dicho esto, a juicio de Barga, Lady Gaga es la narcisista contemporánea por antonomasia, que ha sabido tomar el testigo de los modelos masculinos y que ha encontrado su hábitat en internet y las redes sociales. El libro se cierra con un repaso por los escenarios nocturnos de los narcisos, desde el Bocaccio barcelonés al Berghain berlinés, pasando por el Studio 54 neoyorkino o El Sol madrileño. (Artículo publicado en el Cuaderno del Sur, del diario Córdoba, el 28 de junio de 2022)
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