El punto de partida de “La última noche de Libertad Guerra”, la novela de Leandro Pérez, parte de una original ucronía: el intento de golpe de Estado que se produjo el 23 de febrero de 1981 en España ha triunfado. El entonces presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, ha sido asesinado por los asaltantes al parlamento junto a otros dirigentes políticos. Asimismo, el rey Juan Carlos, denominado El Breve, ha muerto en extrañas circunstancias y en el poder están los golpistas que han instaurado una dictadura.

En este contexto histórico, bien ambientado, se mueve Libertad Guerra, una periodista musical que trabaja en en un diario que se publicaba entonces, Pueblo, e hija de Gabriel Guerra, un poeta republicano de la Generación del 27. Libertad es el cauce por el que discurre la novela. Una chica joven que nos cuenta en primera persona, con el desparpajo y soltura de sus años, lo que ocurre, y que de salir por la noche por los bares de la Movida después de trabajar, pasa a ser testigo de la represión que se ejerce en su ambiente. A veces, con el sólo propósito de asustar y otras en busca de disidentes y opositores. En ese camino se cruza una noche Imanol, un joven vasco leonés de Barakaldo, de familia proletaria y aspirante actor, y terminan en la cama.

Lo que parece una historia de un momento se transforma en algo más, pero Imanol tiene la mala suerte de caer preso en una redada y confundido con un terrorista de ETA con su mismo nombre. Torturado por un policía apodado Bogart, exmiembro de la policía política franquista y que ahora trabaja en la Brigada de Información, Imanol sale herido y tocado de su detención.

A partir de este triángulo, cuyos vértices forman otros triángulos, familiares, sociales y políticos, Leandro Pérez arma una novela donde el ambiente opresivo está muy conseguido y nos recuerda al de los últimos años del régimen franquista. Si la geografía de la novela la conforman Madrid, Burgos, Lerma (donde vive la familia de Libertad) y Barakaldo, la banda sonora de la época, cuya playlist se puede escuchar a través de una QR, vienen a ser los subtítulos de una trama que se lee con la avidez de las buenas novelas negras.

 

Leandro Pérez. Foto de Jeosm

 

La curiosidad que suscita Imanol en Libertad (cuyo nombre es toda una declaración de intenciones) al comienzo de su historia es el desencadenante de la trama.  La curiosidad, como el amor, implica el deseo de saber lo más posible de la otra persona en todos los sentidos y eso es lo que busca esa chica con tendencia a  perderse en lo que merezca la pena a sus ojos.

Si la situación política reviste el papel de fatum que guía a los personajes, en el caso de Libertad Guerra se suma esa curiosidad que la lleva a descubrir asuntos impensables en su familia y a buscar a Imanol tras su detención y acogerlo consigo. Es el suyo un deseo que se transforma en amor enamorado.

Con La última noche de Libertad Guerra, Leandro Pérez nos ofrece una prueba más de la plasticidad de la novela negra, un género en permanente expansión y que es capaz de ofrecernos un fresco histórico de lo que pudo haber sido y no fue (aunque también fue real en un momento dado de la historia de este país). Pero más allá de lo que también es una metáfora amplia sobre la necesidad de luchar por la libertad, en este caso de la mano de Libertad Guerra e Imanol, nos quedamos con una historia que nos atrapa y un personaje al que el conocimiento apaga la curiosidad, pero enciende un amor difícil de saciar.

 

 

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