Robert Pattinson y Christina Ricci en la película «Bel Ami» (2012)
Si el genio en la literatura consiste «en el poder reflectante y no en la calidad intrínseca del espectáculo reflejado», según decía Marcel Proust , Guy de Maupassant (1895-1893) lo consigue plenamente en Bel Ami. Una representación de un arribista en el París de finales del siglo XIX, y cuyo meteórico ascenso es directamente proporcional a las relaciones que tiene con las diversas mujeres que pasan por su vida.
Publicada en 1885, representa una Francia oportunista y corrupta que se presta bien a quien no tiene nada que perder y está dispuesto a aprovechar sus cartas. George Duroy carece de prejuicios y moralidades. Joven provinciano y antiguo soldado en las colonias llega a París y malvive con un trabajo en una compañía de ferrocarriles. Conocido también como Bel Ami, casi no tiene dinero para pagarse una cerveza en la noche calurosa del verano parisino. La suerte hace que se encuentre con un antiguo compañero del servicio militar que trabaja en un periódico. De la cerveza que toman juntos surge una aparente amistad basada en el recuerdo de los viejos tiempos. El conocido le ayudará para que empiece a colaborar en el periódico en el que trabaja él. Nuestro arribista aprenderá a moverse en ese nuevo ambiente y desprenderse de la timidez y rudeza de un pasado que desea olvidar lo antes posible.
El periódico donde trabaja está al servicio de distintos intereses políticos y económico en un mundo donde florece la especulación de los bancos en la bolsa y el auge del colonialismo de finales del siglo XIX. El periodismo es un reflejo de la sociedad y Maupassant nos divierte con la descripción de la vida en la redacción del periódico. También sugiere que hay más deshonestidad en el mundo de la prensa que en de la prostitución.

Guy de Maupassant. Bibliothèque nationale de France
Hombre agraciado, Bel Ami lleva a cabo las primeras conquistas femeninas sin importarle que sean jóvenes o viejas, guapas o feas. El valor de estas mujeres para él no es estético ni sentimental, sino el que pueden ayudarle en su escalada social para lograr la principal baza de todo poder: el dinero. La mujer es un enemigo inevitable pero indispensable al que hay que saber utilizar sin dejarse llevar por la ternura porque esta conduce a la esclavitud del matrimonio y la familia.
Bel Ami aprende rápido los distintos mecanismos que ponen en marcha el ascensor social. En un momento dado le vemos en una cena en la casa del empresario que financia el periódico, y al que acude acompañando a su amigo periodista. Es en este mundo donde comprende el papel esencial que puede jugar él como periodista para abrirse paso poniéndose al servicio de algún poder económico. En este primer encuentro con la riqueza, Bel Ami se queda deslumbrado con el lujo de aquel ambiente.
Un viejo poeta le advierte de que la vida es una ascensión. Mientras subes, miras hacia arriba, hacia la cima, y te sientes feliz; pero cuando la has alcanzado, descubres de repente el descenso, y el final, que es la muerte. Subes despacio, pero bajas muy deprisa.

Una escena de la película «La Vida privada de Bel Ami» (1947) dirigida por Albert Lewin
Pero no será este el caso de Bel Ami que seguirá su ascenso hacia la cumbre entre seducciones como la de la mujer del hombre que financia el periódico y uno de los más ricos de París, Madame Walter. Bel Ami la desnuda en su habitación y ella, de pie y muerta de vergüenza, le jura al oído que nunca he tenido un amante y que es la primera vez que se entrega a otro hombre que no sea su marido, algo que deja indiferente a Bel Ami, porque para él, sea virgen o prostituta, el valor de una mujer no reside en la moral sino en que sea un objeto de cambio en la bolsa de los valores humanos.
La novela se mueve entre el realismo y la ficción. Maupassant escribe como un narrador externo, capaz de dar vida a la realidad que describe. Toda la novela está llena de impulsos pasionales a los que los personajes de la novela son incapaces de sustraerse. También de tener sentimientos y razones que no estén dictados por las circunstancias que determina sus movimientos.
La novela es la descripción perfecta de una humanidad incapaz de encontrar vías de escape a su propio malestar. Ni siquiera el matrimonio puede salvar al individuo de la soledad humana que es, en cambio, consecuencia de aceptar los falsos y fingidos valores de la burguesía.
El sensualismo de la novela contrarresta el nihilismo que se presenta en todas sus formas. Maupassant retrata lo que ve y lo que siente, y en esto se fundamenta su sabiduría narrativa, una ligereza sutil e incisiva semejante a los efectos de una copa de champagne.
