El diccionario que acaba de publicarse en Francia por dos grandes especialistas en la obra de Romain Gary, Mireille Sacotte y Marie-Anne Arnaud Toulouse, nos acerca a este escritor francés de origen judío al que le encantaba esconderse detrás de seudónimos, heterónimos y confundir las pistas que condujesen a sus orígenes.
El verdadero nombre de Gary era Romai Kacew y había nacido en Vilna (Lituania) en 1914. En su novela «La promesa del amanecer», publicada en 1960, refleja su juventud. La protagonista es una madre que siente un amor y confianza ilimitada en su hijo. En cambio, él se avergüenza de ese sentimiento que le ahoga. Ella está segura de que su hijo será embajador (estuvo a punto de lograrlo) o publicar sus libros en la Pléyade, y en este caso acertó.
En la historia de verdad, la madre de Romain Gary fue abandonada por su pareja, un peletero judío que se fue con otra mujer y que no reconoció a Romain. La madre se trasladó a Polonia, donde vivió un tiempo antes de dar el salto a Francia y establecerse en Niza.
Nacionalizado francés en 1935, el comienzo de la Segunda Guerra Mundial le sorprende a Romain Gary cumpliendo el servicio militar en la aviación. Tras la derrota francesa de 1940, atiende la llamada del general De Gaulle y pasa primero a África y luego alcanza Inglaterra en un carguero que está a punto de ser hundido por la aviación alemana.
Regresará como aviador al norte de África, participará en la campaña de Abisinia en contra de los italianos y, posteriormente, desde Inglaterra en misiones de bombardeo sobre Alemania. Todo ello con múltiples peripecias que le valieron ser condecorado con la Cruz de Guerra, la Legión de Honor y ser nombrado Compagnon de la Libération .

Romain Gary
Romain Gary siempre se sintió gaullista, pero no nacionalista, algo que aborrecía. En Pour Sganarelle(1965) hay una definición suya del nacionalismo bastante acertada: «El patriotismo es ante todo amor, el nacionalismo es ante todo odio, el patriotismo es ante todo amor a lo propio, el nacionalismo es ante todo odio a lo ajeno”.
Su primera novela, Los europeos, la publicó en 1945 en inglés, lengua que dominaba junto al francés, polaco y yiddish. Tuvo bastante éxito y fue el comienzo de una carrera literaria notable. Las novelas de Romain Gary nos hablan de su vida de una forma apenas velada. Gary se adelantó a su tiempo en bastantes libros. Hay una novela suya Las raíces del cielo (1955) que ataca la caza de los elefantes. Pero sobre todo fue a su aire, sin atender modas ni modismos.
Como diplomático francés estuvo destinado en Londres, Sofía, Berna, Nueva York, Los Ángeles, Naciones Unidas… Nunca logró ser embajador por su carácter irreverente y sus costumbres demasiado bohemias. Tras casarse con la escritora inglesa Lesley Blanchen en 1945, Romain Gary conoció en Los Ángeles a la actriz estadounidense Jean Seberg en 1962 de la que se enamoró. La diferencia de edad, veinticinco años, no jugó a favor de Romain Gary y aunque estuvieron unidos hasta 1970, y tuvieron un hijo, Diego, su historia fue bastante desastrosa.

Jean Seberg y Romain Gary
Seberg tenía tendencias autodestructivas y era un cóctel explosivo conformado por una sensualidad desbordante, una libertad absoluta y bastante locura. Siendo pareja de Gary tuvo una historia con el escritor Carlos Fuentes. Duraron dos meses y ella le dejó por el actor Clint Eastwood que era su pareja en la película “La leyenda de la ciudad sin nombre”. Pero además de hombres conocidos, las tendencias de Seberg la conducían hacia otros que abusaron de ella, como un dirigente de los Panteras Negras. Gary siempre intentó cuidarla, le dejó un piso en París y pagó su psiquiatra hasta el final.
Aunque le fue bien con sus novelas, la crítica francesa despreciaba a Gary por ser un escritor «fácil» y “anticuado”. Lo que entonces estaba en boga era el noveau roman de Alain Robbe Grillet. Romain Gary, que siempre tuvo un gran sentido del humor y le gustaba ocultarse detrás de seudónimos, creó un falso autor, Emilio Ajar, y envió una novela a su editorial que fue publicada con gran éxito de crítica en 1973 con el título de Gros-Câlin. Incluso fue nominada al premio Renaudot para escritores nuevos. Para salir del problema, el autor (Roman Gary) dijo que no aceptaría el premio.
Gary siguió con la impostura y escribió otra novela con el nombre de Émile Ajar que se tituló La vie devant soi y que ganó el Premio Goncourt en 1975, premio que el novelista ya tenía. Debido a que los estatutos impiden que el mismo autor lo gane dos veces, Romain Gary ha sido el único en conseguirlo. La novela contaba la amistad entre un niño huérfano y una vieja madame que cuida en su casa a los hijos de las prostitutas. Fue el libro más vendido del año en Francia y del mismo se hizo una película, ‘Madame Rosa’, que ganó un Oscar.
https://www.todostuslibros.com/libros/la-vida-ante-si_978-84-8346-534-9
Como los lectores deseaban conocer al misterioso escritor, Gary convenció a un sobrino, Paul Pavlovich, para que representara el papel del autor, ficción que duró hasta el suicidio de Gary, el 2 de diciembre de 1980, un año después de que Jean Seberg fuese encontrada muerta en su coche.
El día de su suicidio, Roman Gary comió con su editor. Después regresó a casa y se encerró en el dormitorio. El hijo no estaba y la mujer se encontraba en la peluquería. Tras correr las cortinas, se puso el pijama y encima de la almohada colocó una toalla. Luego se tumbó y se disparó un tiro en la boca con su revolver.
Gary dejó una nota escrita en la que decía que su suicidio no tenía nada que ver con el de Jean Seberg y lo atribuía a la última frase de su novela La noche estará en calma: Me siento agotado hasta lo indecible.
Según la biógrafa Myriam Anissimov (Romain Gary, le caméleon. Denoël, 2004), cuando la primera mujer de Roman Gary recibió las cenizas del escritor de manos de su hijo Diego para arrojarlas al Mediterráneo, según los deseos del escritor, escuchó un ruido dentro de la urna. Era la hebilla del cinturón de Roman Gary que el fuego no había conseguido quemar del todo.
L’Abécédaire de Romain Gary (textes choisis par M. Sacotte et M.-A. Arnaud Toulouse), L’Observatoire, 2022.
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Ausencia
Poco a poco, a lo largo de cuatro años en el escuadrilla de bombarderos, el vacío se ha convertido para mí en lo que hoy conozco como lo más poblado. Todas las nuevas amistades que he intentado desde la guerra sólo me han hecho más sensible a la ausencia que vive a mi lado. A veces he olvidado sus rostros, sus risas y sus voces se han vuelto distantes, pero incluso lo que he olvidado de ellos hace que el vacío sea aún más fraternal. El cielo, el océano, la playa de Big Sur desierta hasta el horizonte: siempre elijo vagar por la tierra en lugares en los que caben todos los que ya no están. Busco sin cesar poblar esta ausencia con animales, con pájaros, y cada vez que una foca se lanza desde su roca y nada hacia la orilla o los cormoranes y las golondrinas de mar estrechan un poco su círculo a mi alrededor, mi necesidad de amistad y compañía crece con una ridícula esperanza y no puedo evitar sonreír y tender la mano.
1960, La promesa del amanecer
África
[Waïtari es un joven africano brillante, educado en una universidad francesa y elegido para el Parlamento francés, que prefigura a los futuros dictadores africanos. Dejó su escaño parlamentario para volver a África e intentar conducir a su pueblo hacia la independencia según un modelo marxista].
Francia era un país demasiado consumado, demasiado limitado por sus tradiciones y sus leyes, sus instituciones y su opinión pública, para una ambición y una voluntad como las suyas. Necesitaba tierras vírgenes, poblaciones sin cultivar y tareas gigantescas. Necesitaba libertad de acción y un poder acorde con la fuerza que sentía en su interior. Probablemente por eso dejó un día su escaño en el Parlamento francés para lanzarse a la conquista de África. La era de la explotación intensiva y la conquista no había hecho más que empezar, y la colonización doméstica no iba a ser la más suave ni desinteresada.
1956, Las raíces del cielo