Foto de Sandro Lombardo
Nunca lo sabemos todo de nada ni de casi nadie. A menudo existen personajes ambiguos, de vidas secretas, que se han movido como pez en el agua: en la política, en el amor, en el trabajo, y la condición de supervivientes o de espías les viene al pelo.
Uno de ellos sería Jaime Monasterio, una criatura de contrastes. Escurridizo. Irreductible. A la historiadora Rosa, desubicada, soltera y en continua búsqueda, le sugiere otro profesor que haga una biografía suya. Es un tema atractivo, sin duda. Lucas, el colega, es convincente: sabe abrazar como un oso, aunque tiene sus rarezas. Lo que le pone en realidad, más que Rosa (ella se define como una mujer del montón), es Brigitte Bardot. O su peluca rubia y le pide a su pupila y amante ocasional que se la ponga y ensaye un baile antes del sexo.
Anécdotas al margen, Rosa empieza su trabajo. Como lo haría un periodista. Contacta con Paloma, hija de Monasterio y galerista, con Ana María, su esposa (no se entendieron del todo; muchas páginas después se puede leer: «El amor no dura toda la vida»), y con Alfonso, su hijo.
Primer momento de tensión: padre e hijo nunca se llevaron bien, y el retrato que hace el joven de su progenitor (que nunca aceptó su condición homosexual) es demoledor.
Rosa sabe que su biografiado redactó muchas notas de un diario a lo largo de la vida. Luis de León Barga, responsable de Documentación y Análisis de la Agencia Efe y narrador, en esta novela de investigación, decide mezclar el proceso que desarrolla Rosa, sin hurtar ni siquiera su compleja vida sentimental (es decir: construye aquí también un personaje de luces y sombras), con los fragmentos del diario, desde la Guerra Civil hasta la actualidad. Y así leemos dos voces muy diferentes.
Jaime es un superviviente, un hombre sin demasiados escrúpulos y con un gran éxito con las mujeres -las primeras son Ervigia, Maribel, Ana María, falangista, la actriz Paola, al principio; muchas más luego- y en sus actividades públicas, hasta el punto de que se cita con Mussolini. Luis León de Barga reflexiona sobre la historia europea y española desde la Guerra Civil hasta la Transición y la mudanza de un hombre contradictorio, arribista, sombrío, que fue espía. También anda por ahí la KGB.
El espionaje es, en el fondo, otro asunto capital quizá porque la idea de redactar la biografía de Jaime Monasterio sea algo más que un encargo universitario, de curiosidad intelectual. También es un libro ameno sobre la convulsa Europa de posguerras, la seducción y sobre la traición. Otro historiador, capital en la trama, Jaime Villalobos, dice que las seis motivaciones básicas para convertirse en traidor «son el dinero, la ideología, la conciencia, el sexo, el ego y el resentimiento».
‘Los durmientes’ es una apuesta de Fórcola, en su colección de narrativa, y es un modo de mirar la Transición desde un prisma de complejidad: hubo en ella extraña fauna, paradójicas actitudes y quizá, también, un intento de redención. Jaime Monasterio perteneció a ella.

							
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			
			