Pepe Ribas presenta hoy, viernes, en la librería La Central de Madrid, su nueva novela “Encuentro en Berlín”, publicada por la editorial Destino. Con tal motivo le traemos a nuestras páginas para que nos presente un libro que tiene el mérito indudable de tocar asuntos poco manidos por la actual literatura española. Pepe es autor de varios libros, entre ellos “Los años 70 a destajo” donde contó en forma de memorias esa época en la que todo parecía posible, y en la que Pepe, a través de la mítica revista libertaria “Ajoblanco”, de la que fue el alma mater y director, tuvo un papel decisivo como agitador cultural. Pero no es del pasado de lo que nos interesa
hablar, sino del presente como novelista de Pepe Ribas. Nada mejor para ello, y como es regla de la casa, dejar que él mismo explique la novela que ha escrito para invitar a nuestros lectores a leerla y que escriban su opinión en la sección de comentarios.  

 

 ¿Qué te llevó a escribir una novela “europea”, en un sentido geográfico, histórico, e incluso de trama y personajes, algo no habitual en nuestras letras?
 
Muchos europeos compartimos moneda, pasaporte, directrices económicas que marcan completamente nuestro presente, pero cuando pensamos en el continente solo solemos referirnos a Francia, Italia, Gran Bretaña y algo de Alemania. Los españoles hemos vivido de espaldas a Europa desde Napoleón hasta los años setenta del siglo pasado, conocemos mal la historia de Europa y entendemos mal las consecuencias del primer liberalismo, de las dos guerras mundiales y de la posguerra. Encuentro en Berlín es un viaje desde el Berlín de hoy al mundo eslavo y al Caúcaso, un viaje a través de hechos muy concretos que han ocurrido en el siglo XX y que han cambiado la historia del mundo.
 En la novela se refleja un canto a la amistad y la lealtad, ¿son unos valores importantes para ti, y más en este momento?
 
Un joven chileno educado en un catolicismo represor en busca de libertad da en Berlín con un magnate ucraniano relacionado con los servicios secretos, que ha comprendido que la política actual es un forma privilegiada de robar. Ambos personajes viven una pasión amorosa que evoluciona, tras ganar la confianza mutua, en una buena amistad. La amistad y la lealtad son para mi dos valores esenciales, ahora y desde siempre. Desde antes de cumplir mis veinte años sigo fiel a esos valores. Los dos protagonistas de Encuentro en Berlín consiguen dar un tumbo a sus vidas por la fidelidad a esos valores.

 

 ¿En qué género literario pondrías a “Encuentro en Berlín”. He visto que ha sido definida como un thriller, pero también tiene elementos de ensayo, historia…
 
A mis 20 años quería ser novelista, pero la falta de canales y libertades me empujó a crear Ajoblanco. Durante años he sido cronista, reportero, entrevistador y editor de una revista libre y rebelde; cuando he querido recuperar mi ambición literaria he buscado una novela que mezclara géneros, que por otra parte son artificios, que mantuviera la intriga, que contará cosas fundamentales fuera del monopolio de la verdad y que revindicara el relato de quienes lo perdieron todo y supieron levantarse de entre las ruinas de un mundo que no iba a volver. He escrito una novela de acción, bien documentada y con varios personajes secundarios que sugieren otros mundos.

 

 

Foto de Max Hansen

Los protagonistas de tu novela son un chileno y un ucraniano, ¿por qué quisiste unir la historia de dos países y continentes tan diversos en la historia que tú cuentas?

Conozco bien Sudamérica. Una parte de la población del Cono Sur emigró de Europa a todo correr, huyendo de hambrunas, persecuciones, pogromos, guerras, revoluciones. Ahora sus nietos se preguntan por sus orígenes y sienten inquietud por los abuelos perdidos que se quedaron en Europa. Algunos vuelven en busca de sus raíces y rastrean hasta dar con ellas. Y muchos de estas raíces están en Ucrania o en los países que fueron el Imperio Austrohúngaro. En tu novela se describe Berlín y Kiev, entre otros lugares, y donde ambos protagonistas interactúan.

 

¿Qué descubriste de estas dos ciudades tan distintas, tú que eres un gran viajero?

Berlín es una ciudad boscosa, plural y muy libre. En 1945 quedó arrasada y actualmente es el laboratorio de las nuevas arquitecturas y un centro experimental de creatividad y civismo. Y muy asequible por los precios de los alquileres y de los alimentos. Kiev es una ciudad monumental, con restos de la época zarista y un rio navegable, el Dnieper, que la conecta con el mar Negro y el mar Báltico desde su fundación, en el siglo X. Por tanto, con influencias de todas las culturas del Mediterráneo, del Norte de Europa y de Rusia. Una ciudad sorprendente.

 

El gas que consumimos en la Europa del sur y que en parte procede del este de Europa es uno de los asuntos indirectos de tu novela, ¿qué has querido reflejar con ello?
La tubería que llega a tu casa de Madrid puede partir de Bakú, en el Cáucaso, o puede venir de la Rusia asiática. Me gusta la metáfora. Y sueño con una Europa unida, sin rivalidades ni conflictos serios. Los gasoductos son como las nuevas venas de la unidad continental. La unión hace la fuerza y Europa la necesita para no caer en nuevas desgracias.

 

Edward Kienholz. El hospital del Estado, 1966

 

 

La búsqueda de la abuela del protagonista chileno, Ernesto, desaparecida en Suiza después de la Segunda Guerra Mundial y que forma parte del secreto que esconde la novela, ¿es también una metáfora acerca de la historia europea durante el siglo pasado? 

Por supuesto. Y de cómo fue la vida cotidiana y real de alguna población civil durante la Segunda Guerra Mundial y la posguerra, algo que los libros de Historia no cuentan. Dicha información circula poco y ha de ser conocida.  Al adentrarte en la historia que cuentas, desentrañas y explicas historias poco conocidas ocurridas inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial en el Este de Europa, como la entrega y muerte de decenas de miles de rusos anticomunistas que lucharon con los alemanes en la segunda guerra mundial y que los ingleses devolvieron con engaños a sus países donde fueron ejecutados.
¿Crees que todavía quedan muchas cosas por conocer de la SGM o la historia de los países del este de Europa?
   Pocas veces se cuenta pero la Segunda Guerra Mundial fue en la URSS una prolongación de la guerra civil de 1917 a 1922. Muchos rusos iban contra Stalin por las masacres, las deportaciones o las hambrunas provocadas artificialmente; por su feroz represión contra la población. Y los rebeldes se unieron a Hitler como se hubieran podido unir a los ingleses si les hubiesen escuchado. Los tres millones de soviéticos y rusos que fueron devueltos por los ingleses en junio de 1945, acaba la guerra, es algo que no se ha investigado de forma independiente hasta hace poco. Y muchos no eran rebeldes sino soldados soviéticos que fueron apresados por los alemanes en los campos de batalla del frente ruso y obligados a trabajar en la fábricas de armas de Alemania.

 

  Para alguien que venga de Latinoamérica a vivir en Berlín, como tu protagonista chileno, ¿qué le aconsejarías si decidiese a vivir en esta ciudad?
 
Que la paseé sin temor porque es la ciudad más segura y afable de Europa, que interactúe con toda la población y con los múltiples rincones de los barrios que son como pequeñas ciudades independientes, sin excluir lugar ni habitante. Que tampoco le corte desconocer el idioma y que busqué comprender lo que es, lo que quizá sea y lo que fue la ciudad. La plácida visita a los museos, las terrazas, los lagos, los paseos en bicicleta a cualquier hora y la facilidad con la que se accede a espectáculos de primera magnitud es algo que merece la pena disfrutar.

 

¿Quieres añadir algo?

 Que da gusto dialogar con los lectores.

 

Pepe Ribas. Foto de Joan Alsina