En Allegro final, un relato largo dialogado, un “cuento de navidad” de Pío Baroja, un personaje ocasional, que pasa por allí, en la triste y solitaria nochebuena de don Eduardo, un mozo de hospital tararea: “Si vas a París, papá, cuidado con los apaches”. Apaches, hampones, golfos, contrabandistas, marineros-camellos (bueno, supongo que la palabra todavía no circulaba), traficantes de blancas o de portugueses (en la frontera vasco-francesa, sicarios (sí, la palabra ya circulaba: así aparece en un capitulillo de este libro de Cendrars), etc., etc. Fuesen lo que fuesen, unos y otros, como decía Baroja, que conocía bien el París finisecular, el París de entreguerras, o el París de la guerra civil española hasta que se oyeron los cañones alemanes de la Ocupación sin Resistencia, Baroja, digo, o el mozo tarareador de su relato, “cuidado con los apaches”.

El escritor suizo-francés Blaise Cendrars (1887-1961), poeta, legionario, aventurero, viajero, narrador, reportero y mil oficios más, es, o fue, un autor  no mal traducido en España –sus títulos principales- en ediciones de antes de la guerra y de después. En épocas recientes, al alcance de este lector al menos: en Argos-Vergara, sus novelas más conocidas como ese relato algo/bastante autobiográfico La mano cortada (en realidad perdió el brazo derecho en un lance bélico de legionario, aunque aprendió a escribir en seguida con la izquierda); en la añorada colección Alfaguara & Nostromo, de J. A. Molina Foix y Mauricio D´Ors, con las inolvidables cubiertas de Diego Lara, Moravagine, esa suerte de alter ego de Cendrars, que esos juegos al francés le gustaban tanto, y a su vez, como recuerda con acierto Fernando Castillo, en su sugestivo (es cualidad de pluma) prólogo, tanto le interesaron a Max Aub, que cometió muchas, divertidas y brillantes travesuras literarias; en Valdemar, El hombre fulminado, primer volumen de sus memorias; y podríamos seguir con otros títulos más (a mano, a mano, ya no sé, que todo desaparece, como en un pozo negro, en las mesas de novedades o en los estantes de las librerías…).

Antes de entrar en la materia que nos ocupa, que justifica esta nota, me gustaría recordar que en 2009, en la Fundación Juan March, en Madrid, hubo una gran exposición dedicada a la gran pintora brasileña Tarsila do Amaral (1886-1973), y con ese motivo, además del correspondiente catálogo, esta institución cultural editó en un coqueto estuche dos libritos semi-facsimilares, uno contenía un libro-manifiesto de poemas, Pau Brasil, de Oswald de Andrade (1890-1954), uno de los más destacados nombres del modernismo brasileño y, además, marido de Tarsila, quien contribuyó a llevar a Brasil a la vanguardia europea de aquellos tiempos veinte tan colmados de ismos. Pues bien, de aquellos tiempos data la amistad y los viajes a Brasil, al Nuevo Mundo, de Cendrars, y de aquellas Hojas de ruta, la Fundación Juan March, completó en 2009 aquel estuche –una joyita- con el primer volumen de la serie, “I. El Fermose”, un estupendo diario poético de aquel viaje en barco, que así se llamaba la embarcación, que partió de Le Havre y le llevó a Sao Paulo. Esta primera  “hoja de ruta” se publicó en París con ilustraciones de la propia Tarsila. Una joya, reitero.

Como es sabido, en ese periodo de entreguerras, en esos locos años veinte, la negritud, lo negro como exótico se puso muy de moda, en el arte (Picasso y otros, se interesaron), en la pintura, en la literatura (El negro que tenía el alma blanca, 1922, del cubano-español Alberto Insúa), en el cine (El cantante de jazz, 1929), en la música (¡el jazz!, en Estados Unidos, y en París, cabarets, salas de baile). Hubo incluso, a mediados de los años veinte, una obra del etnólogo y arqueólogo alemán Leo Frobenius, El Decamerón negro, que recogía relatos y leyendas africanas (yo tengo una edición en bolsillo de Alianza Editorial, y no hace mucho las coruñesas Ediciones del Viento publicó otra versión).

Blaise Cendrars. Foto de Sanford Roth

Pues bien, como nos recuerda Fernando Castillo, en 1921 nuestro Blaise Cendrars publicó una Antología negra, que tradujo para la editorial española Cenit el escritor y Presidente (futuro) de la República nuestro (también) Manuel Azaña. Una colección de relatos folclóricos africanos que debió escribir, de la cruz a la firma, el propio Cendrars: es lo que le servía a Castillo, como ya he dicho líneas más arriba, para traer a colación a Max Aub, nuestro gran escritor francés-español-mexicano (ojo, decía, se es de donde uno ha hecho el bachillerato, y él lo hizo en Valencia), y su pintor cubista (biografía y cuadros salido todo de la mano de Aub) Jusep Torres Campalans, el amigo de Picasso y de los de París y exiliado, años después, en México. Esta invención, tan bien traída, me permite agregar –entre otras muchas más travesuras literarias de Max- la no menos célebre Antología traducida (México, 1963; Seix Barral, 1972: a mis veinte años el libro me deslumbró), que constaba de varios puñados de escritores (imaginarios) árabes, judíos, occidentales, orientales,  y todo ello, nombre, datos mínimos biográficos y poema/s, fruto del talento del propio Max Aub, quien tuvo la humorada de incluirse, con su texto (“Lo único que consta es que escribió muchas películas mexicanas carentes de interés. Nadie le conoce”) y una breve poema de (des)amor, que acababa con un melancólico y trasterrado: “Te fuiste y fui,/ nada queda de mí”). Y una precisión: “Los que quieran ver en estas líneas una intención política: ella-España, están equivocados”.

Hasta aquí, lo que uno, más o menos, conocía de Cendrars. La editorial valenciana Libros de Trapisonda acaba de editar, con ese gusto exquisito que acredita ya su todavía incipiente catálogo, un Blaise Cendrars inédito en España (y anuncia alguna cosa más del suizo-francés). Se trata de un periodístico y documentado Panorama del hampa, un espléndido trabajo de campo sobre los apaches y demás hampones en París, Marsella (estupendas estas páginas que saben a fumadero de opio, si este huele, que uno solo lo ha probado en Tintín, en el cine y en alguna novela: otro que pasa por aquí, Baroja y su curiosa y entretenida novela corta de aventuras por los mares de China: Yan-Si-pao, o la svástica de oro), fronteras vasco-navarra y franco-belga.

El libro es un conjunto de trabajos periodísticos sobre el hampa en los años treinta, donde apaches y hampones se homologan con políticos, periodistas y policías: Cendrars encuentra cierta épica en el hampa, a juicio de Fernando Castillo, quien, llevado por sus gustos investigadores y sus obsesiones literarias va trazando, en su esclarecedor prólogo, el camino de migas de pan, el rastro (estamos en los años treinta), que le permite llegar a los años de la Ocupación, a los colaboracionistas, a la Gestapo francesa, a los negocios turbios de los años cuarenta donde se topa, como no podía ser menos, con muchos de estos hampones. El círculo se cierra: el París del padre de Modiano, y otros truhanes, Noche y niebla en el París ocupado, uno de los libros de Castillo. Gran Blaise Cendrars este de Libros de Trapisonda. Se anuncian más. Estaremos atentos.

 

 

Blaise Cendrars, Panorama del Hampa. Prólogo de Fernando Castillo. Libros de Trapisonda, Valencia, 2019. 157 páginas.

http://www.librosdetrapisonda.es