Degas (II)

7.

ESPEJO DE LA ESCENA

 

Para un artista cuyo objetivo fue captar y expresar fielmente ciertos aspectos de la psicología cotidiana de su tiempo, no es extraño que el taller donde trabaja adopte un sentido reservado e íntimo, y, hasta cierto punto, oculto.

Degas usa el recuerdo y la memoria para traducir con fidelidad sus apreciaciones. El interés psicológico hacia determinados gestos, le lleva a observar reiteradamente las mismas escenas y a fijar con insistencia y cuidado, casi podríamos decir pulcritud, detalles muy parecidos.

Vollard nos cuenta que Zoé, la criada del artista, no permitía que nadie entrase en las habitaciones en que había cuadros o carpetas con dibujos, y que los visitantes no podían forzar esa consigna, ni osaban subir al taller donde el artista trabajaba.

Degas pensaba su taller como un espacio excluido y excluyente de circunstancias ajenas o externas a su mirada personal. En su taller reinan el orden y el pensamiento del artista. Por lo general es un espacio velado a la mirada, abusiva y siempre indiscreta del visitante. Puesto que merece ser vivido sin ninguna clase de interrupciones, debe estar sometido a una rigurosa disciplina. El taller de Degas representa su memoria.

Para la realización de una serie de desnudos sobre la toilette íntima de la mujer, Degas dispuso en su taller de butacas, tinas, bañeras en las que incansablemente hacía posar a sus modelos. Se vale de esta escenografía para implicar al espectador en el espacio del taller, en el teatro de la memoria. Se complace en mirar una y otra vez lo que ya sabe y conoce. Esta actitud revela que para él el taller es el espejo donde la obra se refleja y repite y donde su visión memorizada se reproduce a sí misma una y otra vez, no solo por afán de perfeccionamiento, sino para subrayar la norma que rige su creación.

 

Degas, en el centro, rodeado de su familia