Claude Monet, El jardín del artista en Argenteuil (1873), National Gallery of Art, Washington

3.

EL JARDÍN HABITADO

El jardín como espacio de creación o lugar de trabajo representa otro aspecto del taller impresionista. Para Monet, el jardín supuso, en cierta manera, el descubrimiento práctico del impresionismo.

En 1881, por motivo de enfermedad y aconsejado por su médico, alquiló una casa con jardín en Versalles. Al no poder pintar grandes telas “se puso a trabajar en su jardín y a observar esos juegos de luz que tanta atracción ejercían sobre los impresionistas. Adoptó completamente su técnica de pequeños toques vivos, a la vez que sus colores claros. Los distintos rincones de su jardín de Versalles, que representó atento a todos los cambios de luz, están pintados en un estilo de puro impresionismo”, concluye Rewald.

En 1873, justo un año antes de la primera exposición impresionista, Monet pintó El jardín del artista en Argenteuil. Una tela de Renoir de ese mismo año, representa a Monet pintando en su jardín. El entrecruzamiento de tema nos sitúa sobre la misma imagen. Como si de un espejo se tratase, el cuadro de Renoir nos refleja el instante en que pinta su compañero y el momento en que ambos artistas comparten el mismo asunto.

Cuando por causa de las variaciones climatológicas Monet no puede pintar, se entretiene en cuidar su jardín. Desde su casa de Giverny escribe a Durand-Ruel: “Es cierto que el tiempo no ha sido favorable. Desde mi vuelta, no me ha sido posible trabajar fuera, pues parecía invierno. Así que he tomado la determinación de ocuparme del jardín, y de preparar bellos motivos de flores para pintar en el verano”.

El contacto con la naturaleza es imprescindible para los impresionistas. En este sentido, el jardín es una miniatura natural que renueva felizmente esa relación.

 

Monet pintando en su jardín. Renoir