I

MONET

 

2.

LA NOCIÓN DEL AGUA

“Conviene recordar -afirma- Lionello Venturi que el impresionismo nació realizando experimentos con paisajes. Monet y Renoir pintaban en la Grenouillère cuando comprendieron por primera vez lo que podrían lograr mediante la división de los colores que veían en los reflejos producidos por los objetos en el agua. Podríamos decir que cuando se estableció la observación realista de la división cromática producida por los reflejos del agua, y cuando la vibración de la luz se extendió a todos los elementos del cuadro, en este momento nació el impresionismo”.

Zola dice de Monet que es “uno de los únicos pintores que saben pintar el agua, su transparencia, sin falsos reflejos. En él el agua es viva, profunda, y, sobre todo, verdadera”.

Manet, en 1874, rendía tributo al jefe de los impresionistas y con ello al nuevo movimiento pictórico, al pintar a Monet trabajando en su barca. Inspirado por el conocido Botin de Daubigny, Monet se construyó una pequeña embarcación, lo suficientemente grande como para poder dormir y viajar en ella con su familia.

Desde este taller flotante -advierte Rewald- le gustaba observar los efectos de luz de uno a otro crepúsculo. En el cuadro que pintó Manet, vemos a Monet frente al caballete pintando, sin duda, los reflejos cambiantes de la luz sobre el agua. En esta composición -ha observado Payne- desaparece el más leve concepto de la forma y todo queda reducido a un brillante estallido de luz en el que el bote nos revela un sencillo ejemplo de unión entre taller y método pictórico. Sentimos el acoplamiento, la identificación, del dulce balanceo de la pequeña embarcación con el rápido discurrir de los pequeños toques sobre la tela. El taller flotante es una imagen fluida. Peregrina por el curso siempre variable de los cambios de la naturaleza.

 

Claude Monet. Autorretrato en el taller