VAN GOGH (3)
11.
DORMITORIO
La experiencia del dormitorio como un taller recogido, interiorizado, aparece en la vida del artista holandés en dos momentos precisos. Primero, cuando vive con Sien y con su hijo, y, segundo, cuando en Arlés pinta su dormitorio. Estas dos habitaciones son naturalmente reales, han existido; no tienen la frialdad del dormitorio al que antes nos hemos referido como un símbolo de irrealidad y frustración.
Estas son habitaciones cálidas. Con Van Gogh el cuarto del artista adquiere cualidades, matices, de taller. Es un espacio más de la creación artística.
En abril de 1882, Van Gogh escribe a su hermano en los siguientes términos: “… estarás en un ambiente donde creo que podrás acomodarte y de ningún modo te disgustará. Un taller joven, una familia aún joven, en plena acción. Nada de taller místico o misterioso… Un taller con una cuna y una silla de niño. Donde no hay estancamiento, y donde todo incita, impulsa y estimula a la actividad”.
En la descripción que Van Gogh hace de su dormitorio de Arlés, es decir, del cuadro, podemos observar que el tema coincide con el espacio donde el pintor lo realiza: “Esta vez -escribe a Theo- es simplemente mi dormitorio. El color debe predominar aquí, dando con su simplificación un estilo más grande a las cosas y llegar a sugerir el reposo o el sueño en general. Trabajaré aún todo el día de mañana. No te escribo más largo porque voy a comenzar mañana muy temprano, con la fresca luz del amanecer, para acabar mi tela”.

Dormitorio de Van Gogh en Arlés