Ahora, con una pandemia de crisis generalizada como la que provocó, hace más de un siglo ya, la llamada “gripe española” aunque venía de Kansas y la trajo a Europa en plena guerra la expedición militar norteamericana; ahora, con una pandemia que es excusa para que los pensadores profesionales, abundan como ostras y berberechos en las Rías Baixas gallegas, nos regalen con sus premoniciones de bolas de cristal, y eso a poco más de tres semanas de haber comenzado la cosa, y destaco por su especial obviedad, aun sea contradictoria, las del filósofo coreano residente en Berlín, que nos habla de un recrudecimiento del capitalismo y un recorte de libertades basándose en el ejemplo de la eficacia demostrada por el gobierno chino, y la de Alessandro Baricco, autor de una novela de canónico modelo mid cult, Seda, que nos pronostica un evanescente cambio de timón en nuestra vida para después que se haya vencido la pandemia.
Quedémonos con lo obvio, aunque no haga falta ser ensayista profesional para conjurarlo: toda pandemia produce una crisis profunda en la sociedad, y en ese sentido bien se puede hablar de un antes y un después. La literatura europea ha sido joya insustituible para percatarnos de esta obviedad y aquilatar hasta donde llega esta nueva pandemia aunque no sepamos hacia donde nos va a llevar.
Por lo pronto, la peste bubónica, llamada “peste negra”, que asoló Europa hasta dejarla más que diezmada, y llegó a Florencia en 1348, produjo en la literatura una revolución tal, como lo fue en la arquitectura el Templete del Bramante sito en San Pietro in Montorio, vale decir, la expresión de un nuevo modo de mirar que luego los que ponen nombre a los fenómenos llamaron “Renacimiento”, por mano de Boccaccio, que había realizado una bella biografía del Dante, en una colección de cien cuentos que tituló El Decamerón o el Príncipe Galeoto y que trata del encierro en la Toscana de siete mujeres y tres hombres que huyen de la Florencia contaminada y para pasar el confinamiento se cuentan cuentos. El libro, tan delicioso que influyó en la literatura europea de la época y que sin él no se entienden Los Cuentos de Canterbury, de Chaucer, era libro de cabecera de los aristócratas de media Europa e Isabel de Castilla le tenía en gran estima y revolucionó el toscano de la época hasta convertirlo en el italiano más o menos actual.
Además, por primera vez no hay atisbos en la trama de los relatos de elementos fantásticos o míticos, es agradablemente erótico, profano en todos los momentos aunque bajo el pretexto de fustigar los abusos de la Iglesia, acaba por fustigar a la Iglesia misma; se burla de los ideales medievales y proclama a todas luces un carpe diem en clara oposición al ubi sunt de los siglos en que la Iglesia lo era todo. Con la peste comenzó otra era… la época de los flagelantes poco después tocó a su fin.
En 1655, Londres sufrió una epidemia que se llamó “el año de la peste” y que asoló la ciudad. Daniel Defoe escribió una novela, publicada en 1722, titulada Diario del año de la peste, que pasa por ser un diario detallado de aquella epidemia y que el autor no pudo experimentar por tener entonces cinco años, aunque parece ser que para escribir la novela se basó en los diarios dejados por un tío suyo. El libro es de un interés enorme como crónica detallada de lo que puede dar de sí una epidemia en una ciudad de grandes dimensiones y en eso supera la crónica que de la misma hizo Samuel Pepys en su Diario aunque no llega ni por asomo a la calidad literaria que desplegó Manzoni en Los novios, donde describe la peste milanesa de 1630 y donde relata los avatares de Renzo y Lucía constituyéndose en la primera muestra de la novela moderna en Italia. Una vez más la epidemia como propulsor de una revolución estética. Tomemos nota.
Albert Camus publicó La peste en junio de 1947. Basada en la epidemia de peste que sufrió Orán en 1849, después de la ocupación francesa, ambienta sin embargo la narración en el siglo XX y su tremenda novedad, fue un áxito en su momento y pasa por ser aún la mejor novela de Camus, es que lejos de las narraciones y crónicas de epidemias de siglos anteriores, el autor se centra en las consecuencias morales de la misma, algo ya atisbado en El Decamerón. Con La peste, Camus dio corporeidad narrativa a su concepción del absurdo presente como ensayo en El hombre rebelde. La peste es un libro de tremendo impacto, angustioso, escrito con una sobriedad que alarga y a la vez intensifica esa cualidad. Ni que decir tiene que es ahora el libro más vendido en Francia. Nuestros vecinos siempre con la cultura a cuestas…
Todo lo contrario que nosotros. Estoy por ver que se haya recomendado leer en nuestras tierras una de las obras monumentales de la memorialística española y el mejor libro en prosa de la literatura catalana del siglo XX: El Quadern Gris, de Josep Pla. Un libro que Pla comenzó en plena epidemia de “gripe española” en 1918, cuando acababa de cumplir 21 años y que se publicó por vez primera en 1966, con un estudio introductorio de Joan Fuster, en la colección de Obras Completas de Pla que Josep Vergés se empeñó en editar en Destino.
La colección consta de 45 volúmenes, lo que nos lleva a pensar que Josep Pla y Ramón Gómez de la Serna estaban a la par en punto a grafomanía. El primer tomo de la Obra Completa fue este El Quadern Gris, que fascinó a muchos cuando apareció por la profundidad de sus análisis de los hombres y del mundo y sus cosas, amén de su depurado estilo. Muchos se preguntaron sobre el milagro de que un joven de 21 años escribiera con tamaña madurez sin darse cuenta de que Pla lo reescribió varias veces basándose en las notas dejadas por él, esta vez, sí, cuando tenía 21 años.
El libro fue traducido en 1976, sin pena ni gloria, por Dionisio Ridruejo y su mujer, Gloria de Ros y aún a finales de los años 80, no era raro encontrarlo en las librerías madrileñas. Poco a poco se ha hecho un hueco gracias al entusiasmo de algunos, muy pocos, y una vez vencidas las resistencias de la izquierda que veía en Pla un impenitente reaccionario, en verdad que lo era, y de los nacionalistas catalanes que no le perdonaban ciertos comentarios relativos a sus dirigentes: escribió unas notas sobre el joven Pujol o el eminente Tarradellas que son dignas de antología. Y eso a pesar de ser el mejor estilista de prosa catalana del siglo XX y haber conseguido otorgar categoría literaria a esa prosa que estaba a años luz de sus logros en la poesía.
Si pueden, desde luego tenemos tiempo, eso no nos falta por mor del confinamiento, lean alguno de estos libros, o todos. La situación actual les parecerá, entonces, menos extraña y les reconciliará con tiempos idos, esos que creíamos superados.
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