Jorge Nuñez es un poeta joven, es de Cipolletti, Río Negro, Patagonia Argentina, de 22 años, acaba de publicar su primer libro de poesías al que llamó Caleidoscopio Primitivo editado por Letras Ambulantes. “Es la historia particular de un Hyde y de un Jackyll la primera parte es el monstruo buscando el vino, la fiesta, el amor, la segunda Jackyll dilucida ideas sobre realidades concretas” explica el literato a quién la obsesión por la corrección muchas veces lo desvela y lo pone al borde de la extenuación.
Cuenta, no sin timidez, que cuando tenía 8 años pensó en un perro astronauta que merecía una historia y así fue como empezó este amor incondicional por las letras. Hoy está al frente del Taller Literario del Círculo de Escritores del Comahue (CEC) y es todo un hombre que se anima a corregir trabajos con la autoridad de un académico tras tres años en la Facultad de Piscología, donde baila Freud con las sombras de Poe parafraseando una canción de Joaquín Sabina.
Recuerda horas de lectura de El Principito y de Mi Planta de Naranja Lima de José Vasconcelos en el que el dolor es retratado por un niño pobre. Con su tradicional pipa en la mano, Jorge manifiesta que “por medio de las letras me animo a soñar, mezclo símbolos, disciplinas, premisas filosóficas con el amor, busco siempre el amparo de la estética para volverla prosa”.
Desde 2010 forma parte de las actividades del CEC. Las primeras reuniones fueron ir a escuchar las clases de Horacio García y en 2011
se hizo cargo de los talleres escolares, secundarios y primarios que en este momento no se están realizando porque las instituciones educativas no consideran este tipo de quehacer como prioridad entonces no dan su apoyo. “Salieron cosas hermosas con compañeros que lloraban y se entusiasmaban” recuerda con cierto fastidio el autor cipoleño.
Tras una extensa entrevista donde la cerveza aplaca la sed, Nuñez manifiesta que para escribir necesita estar inspirado. Si bien considera que uno versa sobre el amor, la injusticia, el sentir, existe un segundo momento donde hay que respetar ciertos parámetros estéticos. “La inspiración nace del día a día” y rememora inmediatamente el prólogo que le hiciera la profesora Ayelén Hermosilla, estudiosa de su obra, donde habla del asombro, de ponerle letras a aquello que hace “sucumbir el alma”.
Cuando le pedí que definiera su estilo, si estaba comprometido con su tiempo, con el contexto social o bien prefiere la Torre de Marfil de los modernistas, se declara de ambos modos “realmente soy un escritor que vuela demasiado y baja en paracaídas como el Altazor de Vicente Huidobro”. Puedo observar en él una preocupación constante por aprender, por leer y lograr encontrar ese estilo propio.
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Jorge Núñez |
Respecto a la literatura regional, aclara que hay autores en la Patagonia de excelente nivel. “Hay muchos jóvenes con talento en el taller literario. Aprendo más de ellos que ellos de mí. Son creativos con las consignas, lo único malo que podría decir es que no se animan a publicar lo suyo, poner voz y nombre y se reservan para lugares íntimos como un blog, realmente hay gente con muy buenas ideas”.
Pronto a presentar su Caleidoscopio Primitivo, un clásico entre los alumnos de Psicología y quienes han seguido su blog, en la Feria del Libro de Buenos Aires en la que deposita muchas expectativas aunque guarda cierta cautela. “Hay reglas del marketing que reinan, por un lado consagrados y otros pabellones donde están aglutinadas las provincias”.
Cree que hace falta estar más presente en los medios de comunicación para intentar obtener una mejor repercusión. “Elaborar estrategias distintas”. El esfuerzo de publicar es inmenso comparable al resultado económico de las ventas. Si bien la literatura posee un brillo propio y siempre son un aporte a la cultura, la idea romántica en estos tiempos ya no corre. “No quiero que le interese a alguien mis escritos cuando muera” dice con cierta resignación Jorge.
Para terminar la nota le propuse un sueño, pero no de aquellos que se parecen a los barriletes y se los lleva el viento sino aquellos que son capaces de mover el cielo. Y de pronto se hace un silencio en el aire y aparece Almafuerte en su boca y repite de memoria sus versos. Admirador del maestro dice querer ser como él, profesor de letras, un teórico de la pedagogía y por supuesto escribir libros y libros. “Creo que puedo hacerlo” concluye el poeta.
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