Szinyei Mese Pál. El globo, 1882

Héctor Delmas es un hombre joven a pesar de que sus
ojos denoten una larga experiencia en la administración gerencial de una
empresa multinacional de la que se jubiló hace muchos años. Parafraseando a
Ernesto Sábato, cuando habla lo invade una demencial esperanza que se traduce
en cada palabra que va pesando en la balanza de la certidumbre. Enamorado de la
vida, de sus sabores y sus caminos, este caminante de la literatura persigue el
perfume de la inspiración.
Hijo de obreros inmigrantes, a la hora de discutir
ideas no claudica nunca. Apasionado y fervoroso no deja de creer en un mundo
donde ya nadie piensa que es posible hacer realidad las ilusiones. De alguna
manera así nació el Círculo de Escritores como un fuego inquieto por comunicar
un poetizar que pudiera traducirse en un compromiso social.
Actualmente la institución ha renovado sus
autoridades. Durante la reunión de la comisión directiva aceptó volver a
presidirla pero puso una condición, no ser electo otra vez. Una imagen que lo
grafica en cuerpo entero. Quiere que su esfuerzo y su trabajo sean continuados
por una generación más joven que permita abrir nuevos espacios en la cultura.
Lo que comenzó en un ideario en un pequeño bar de Cipolletti se volvió un grupo
sólido y convencido.
Empezó a escribir por una necesidad terapéutica,
una recomendación médica que lentamente terminó siendo un objetivo de vida.
Recuerda que empezó de grande para poner por escrito lo vivido, lo acontecido.
Bajo el asombro, fueron brotando sobre el papel, una palabra, luego dos y más
tarde tantas que un día publicó La Historia que me parió, una saga de su abuela
que llegó a Buenos Aires a principios del siglo XX.

Héctor Delmas

Iluminado por el calor de la conciencia explica el
por qué sus libros giran en torno a la pregunta sobre las cosas que sucedieron,
mientras estaba sumergido en la tarea empresarial, que lo sumía en una suerte
de aislamiento en especial durante la década de los 70, terribles años de
Argentina. Los años perros y Sobre héroes y rufianes completan una trilogía en
la que intenta responder al propio cuestionamiento personal y el por qué hoy
tantos argentinos viven sumidos en la miseria.
Considera que la literatura evoluciona junto al
idioma y al medio en el que se desarrolla. Es justamente esta característica la
que la lleva a nuevas realidades. “En general se siguen varias líneas, la que
describe el nuevo medio ambiente donde se desarrolla o la que saca del interior
del hombre sus sentimientos más recónditos”.
Respecto a la actualidad literaria de Argentina considera
que faltan obras que “acompañen lo que sucede ahora y el sentir de nuestra
actual sociedad lugar de una transformación veloz”. Insiste y vuelve sobre una
de sus más fervientes tareas, las generaciones que vendrán que para el literato
cipoleño se encuentran con cosas muy distintas a las sufridas por las
anteriores.
Observador nato no deja escapar su agudo análisis
referente a estas cuestiones. Amante de la historia, otra de sus pasiones a la
que se dedica con ansiedad sin disimular las ganas de contar las novedades de
sus investigaciones. Su vocación no era el frío mundo de la empresa sino la
ardorosa y fatigosa ciencia a la que los griegos le rindieron culto nombrando
Clío a la Diosa que la representaba.
Foto de José Alemany

Ante un naufragio que lo depare en una isla
solitaria, desearía estar a solas, con los cocos tropicales y la clásica
palmera, disfrutando de la lectura de Tolstoi y Dostoievsky porque según
confiesa, en su juventud se salteó varios diálogos porque lo atormentaba el
voluminoso desafío de leerlos. “Me perdí lo sustancioso de esas descripciones”.
Se define un buscador de talento o bien un difusor
de escritores. “Por mi formación deficiente en las artes de la escritura y mi
falta de técnicas, mi forma de expresarme es como me comunico verbalmente, por
eso la considero popular”.
 Héctor Delmas es de ese grupo de hombres que
el poeta y dramaturgo Bertolt Brecht, describe en un poema como los
imprescindibles porque nunca dejan de luchar; siempre sale de casa cuando
llueve o al escuchar las malas noticias con que nos acostumbran los noticieros,
sin querer hace que volvamos la mirada a la esperanza con la sonrisa que nos
regala su niño interior.