Hace un par de años, creo recordar, en uno de mis viajes por trabajo a Nueva York me acerqué a una galería neoyorquina que tenía una exposición de fotos sobre uno de sus antiguos garitos más conocidos, el CBGB, donde nació el movimiento punk neoyorquino y que fue uno de mis sitios favoritos cuando vivía en Manhattan a finales de los años setenta. La exposición, titulada «Adiós, adiós CBGB», era una colección de fotos y dibujos hechos por el francés Bruno Hadjadj de quienes frecuentaron el sitio poco antes del cierre del local, en el 2006. Claro que la gente retratada allí poco o nada tenía que ver con los gloriosos momentos iniciales, cuando se foguearon Los Ramones, Patti Smith o Blondie, pero mantenían cierta estética afín.
Por lo visto, en esos últimos momentos hubo diversos conciertos de grupos de música que se dieron a conocer en los tiempos gloriosos, como Blondie, Talking Heads y Bad Brains, mientras que los seguidores del bar se agolpaban fuera debido a la imposibilidad de entrar en aquel tubo alargado y estrecho que comenzó su andadura a comienzos de los años setenta en el número 313 de la calle Bowery del East Village. Un local oscuro con paredes grafiteadas y olor a cerveza.
Desde que en 1973 el productor Hilly Kristal fundó el CBGB -cuyas siglas se refieren a «Country, bluegrass and blues Country,-, se fue convirtiendo poco a poco en una meca del rock y el punk. Sin embargo, un litigio entre Kristal y los propietarios del local, la asociación Bowery, terminó con el lugar en el 2006, situado en un barrio que hoy día no tiene ya nada que ver con lo que fue hace treinta años.
A finales de los años setenta, la zona estaba cubierta de graffitis y los anuncios de conciertos del CBGB menudeaban. Pero mientras camino ahora por el barrio comprendo que la especulación urbana, disfrazada de rehabilitación en muchos casos, ha desplazado los últimos vestigios de un sitio peculiar habitado por bohemios y gente marginal. En el piso de arriba del CBGB, había un refugio para las personas sin hogar, los homeless, cuyo nombre era la asociación Bowery que acabó deshauciando al CGGB.
Algunas veces, cuando iba a Nueva York por trabajo, en los años noventa, pasaba por allí para recordar viejos tiempos. El dueño, Hilly Kristal, ya fallecido, parecía un abuelo feliz con su barba blanca mientras el local, invadido de turistas, era un recuerdo de un recuerdo, y Hilly se quejaba que los del piso de arriba deseaban subirle el alquiler y que ya pagaba 20.000 dólares al mes, y no podía pagar más. Y repetía, en su oficina estrecha y maloliente, a todo el que deseara escucharle que pensaba trasladar el CBGB a Las Vegas o que iba a hacer del mismo un museo. A mi, sinceramente, semejante idea, me resultaba extraña, ¿un museo del punk? Si el punk ascendía a los museos, pensé yo, estamos perdidos del todo. Pero a Hilly le gustaba la idea. «Hay un espacio muy agradable en el centro. Tiene el tamaño y la forma correcta». Y de Las Vegas le gustaba el clima, cálido y seco, nada que ver con el frío y la nieve de los inviernos neoyorquinos.
Hilly era el típico judío neoyorquino y sabía de lo que hablaba. Vivía en Nueva York desde los años cincuenta y cantó en los cafés y los clubes de Greenwich Village.
CBGB abrió sus puertas en diciembre de 1973, una época donde los alcohólicos campaban a sus anchas por el Bowery y en el edificio había una pensión de mala muerte. La decoración era simple, una barra alargada, un pasillo y al final el escenario en una sala no demasiado amplia. En cambio, el equipo de sonido era muy bueno. Y lo que en un principio estaba pensado para el country y el blues se convirtió en el hogar del rock experimental: Patti Smith, Television y Talking Heads. Los Ramones tocaron su primer concierto allí en agosto de 1974 y yo los vi. Potentes, anfetamina pura. El Bowery representaba la desesperación del momento y el punk era su forma expresiva.
Prácticamente todos los fines de semana de aquellos primeros años se pudo ver a los grupos más vanguardistas del momento, a veces con la sala a medio ocupar, como Televisión, los Ramones, Suicide, el Patti Smith Group, Blondie, Heartbreakers, Talking Heads, Richard Hell y the Voidoids, los Dead Boys…
El éxito de CBGB’s consistió en que se trataba de un sitio barato donde aprender a tocar, porque todos esos grupos punk solo sabían aporrear guitarras y baterías.
Conviene recordar que por aquellos años, el rock se había convertido en algo parecido a una orquesta sinfónica, con los músicos tocando canciones de diez minutos en los estadios con costosísimas instalaciones y equipos de luz y sonido. Los Ramones, por el contrario, eran un grupo de delincuentes de Queens y todo el concierto duró quince minutos, en parte debido a que su repertorio musical era bastante limitado.
Con el tiempo el punk murió y llegó el death metal, el hair metal, el hardcore punk, el electro-punk, el arte rupestre, el math rock, pero el CBGB siguió en pie con los baños cubiertos de pintadas y las paredes llenas de mierda y pegatinas de bandas de punk-rock. Luego incluso albergó una estación de radio, y unas cuantas cosas mas que ya no recuerdo.
En los años ochenta, cuando los propietarios del local decidieron que con el crack haciendo estragos y la ciudad recortando los servicios sociales, la pensión de mala muerte situada en el piso de arriba era un foco de infección social y ofreció a Hilly la oportunidad de pujar por el lugar. Pero no pudo poner el dinero suficiente y se instalaron quienes han terminado echándole: la asociación Bowery que los servicios sociales debieron ver como matar dos pájaros de un tiro. Un refugio para gente sin hogar y acabar con un lugar de marginados y alcohólicos que sólo daban problemas.
Lo bueno de Hilly y su local, es que al no hacer movimientos ingeniosos ni negocios, al no rentabilizar la legendaria sigla, logró mantener el sitio en su forma original. Por eso, cuando finalmente se decidió a comercializar la ropa CBGB en serio, se dio cuenta que tenía en sus manos una marca auténtica y un bien escaso y precioso. Incluso llegó a recaudar más de dos millones de dólares en un año. ¿Quién no le entiende? Hay que sobrevivir y el mundo está cada día más difícil.
En la década de los noventa el club tuvo momentos difíciles y se agudizaron sus pleitos inmobiliarios según la rehabilitación del Bowery avanzaba y el precio del suelo aumentaba. ¿Y la música? Una noche me pasé en los años noventa y el lugar estaba muerto. Había algunos estudiantes extranjeros que escuchaban con toda tranquilidad a una banda de rock bastante mediocre y normalita.
La noche siguiente, vi a otro grupo cuyo nombre no recuerdo, con un cantante que se parecía un poco a Kurt Cobain. Después del espectáculo, el personal del bar se estaba quejando de la hora del cierre. Éramos unos veinte clientes.
A la semana siguiente, fui al CBGB un sábado por la noche. Esta vez, el lugar estaba lleno y tocaban dos bandas. Eran profesionales. El batería tocaba bien, el guitarrista estaba sin camisa, el bajista llevaba una chaqueta y el cantante tenía los ojos pintados e iba vestido a la última moda y se movía por el escenario como una gacela. Al final de la actuación, entre distintos agradecimientos, mencionó al diseñador de la ropa empleada para su actuación.
Me quedé atónito. Nunca había pensado que un cantante de una banda punk acabase agradeciendo a su diseñador o estilista la ropa empleada en su actuación. De vuelta a casa pensé que Manhattan estaba acabada para cierto tipo de música y el rock en especial. La gente que vive y la visita, necesita otras cosas, pero no la rabia salvaje del punk-rock.
La última vez que me acerqué fue el año pasado. El espacio se alquilaba. Desde entonces, el local ha pasado por diferentes manos e incluso se barajó la posibilidad de que se instalara una sucursal de un banco, aunque finalmente fue ocupado por Morrison Hotel Gallery. Pero ahora esa galería fotográfica se ha trasladado, y el cotizado espacio de más de 1.000 metros cuadrados -conectado a un sótano de otros más de 1.500-, podría convertirse en una tienda de ropa, como ya lo hizo el local contiguo que alguna vez formó parte del CBGB, o en un restaurante.
El CBGB fue el teatro de cierta juventud, la internacional de las conspiraciones punkeras, la antesala de las orgías, el delirio de las drogas, el tedio y la mezquindad, la generosidad y la rebeldía de unos jóvenes que, si sobrevivieron a sus excesos, ya no son tales y pueden repetir el monólogo de Roy Batty en Blade Runner: I’ve seen things you people wouldn’t believe: Attack ships on fire off the shoulder of Orión. I’ve watched c-beams glitter in the dark near the Tannhäuser Gate. All those … moments will be lost in time, like tears…in rain. Time to die. (Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad, cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.)
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CBCG bathroom |
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Felicidades en vuestro 2º aniversario. Han sido dos años llenos de magia a través de vuestros escritos. Muchas gracias por preocuparos por vuestros lectores, espero y deseo seguir siendo vuestra fiel lectora.
Gracias y esperemos celebrar el décimo aniversario!!!