
Patsy Cline
Tres cigarrillos en un cenicero era el título de una tristísima canción de Patsy Cline, grandísima artista de vida desafortunada, cantante con un gusto y estilo exquisitos, una vida sufrida, artista verdadera cuya obra no se reconoció como lo hubiera merecido en vida, y que sufrió una muerte temprana y trágica. Un air-crash, tan común en la época, acabó con su vida. Nació en Winchester, Virginia, murió en Candem, Tennessee.
Una carrera muy breve de quien hubiera sido una reina de la canción, una gloria de la música popular norteamericana. Pero ahora no se trata de recordar su óbito, de la perdida de quien cantase bellísimas canciones del repertorio country y rockabilly. Sino de tristeza real y absoluta, tristeza pura y simple, la de la observación del humo ascendiendo de la colilla en un cenicero de pobre aluminio con la marca de un licor de anís. Una tristeza de color blanco sucio, casi ni blanco, un gris traslucido, de una tristeza muy triste y aburrida.
Tres cigarrillos en un cenicero y el resto del humo del último que acabas de fumar, ese que oculta la lágrima muerta que ni tú ni yo derramaremos, que ambos preferimos el silencio. Nos confortamos con las miradas, bueno… tampoco. Sólo el silencio. El humo de tu último cigarrillo en tus labios. Esta noche final que trae este amanecer de despedida. Con el alba se acabó nuestro amor. Fin y final, parece que nos da igual.
La mesa está vacía, no hay vasos, nada hay que compartir y mucho menos que brindar. La mesa está vacía y nuestro silencio también. Nada tenemos que decirnos. El que todo se acabó. El vacío del hastío, de esa nada que a nada nos compromete y que es la conclusión a la que hemos llegado. Por decir algo apasionado a momento tan triste, es una despedida ante lo fútil de esta desesperación, mejor, de esta desesperanza, de quienes desesperamos por no tener esperanza alguna, el bucle de la nada que el desencanto provocó en nuestras existencias. El silencio y el humo nada tienen que ver con la fantasía y la magia.
Las colillas, tres, en el cenicero. Una triste canción que apenas dice nada ya, ¿Quién recuerda a Patsy Cline? Una triste melodía un tanto aciaga, que sale desnuda por el balcón abierto para perderse en el sopor del verano. Esto es lo que hay. Nada. Nada de ti, nada de mí, nada de nadie, decía otra canción muy popular y bonita de otra cantante de muerte en un accidente automovilístico, Cecilia, también fallecida en el esplendor de su carrera artística. Otro desastre. ¿Por qué está casualidad en estos recuerdos y tragedias a motor?
El humo de unos cigarrillos, sus restos en un cenicero sobre la mesa de un café de esquina en un amanecer gris y anodino, una imagen muy pobre, ciertamente, de tan pobre… trágica. Trágica miseria del sentimiento.
¿Qué son el humo, el silencio, unas miradas tristes?
Bien que siempre escucharemos el silbido de Otis sentado en el muelle de la bahía, canción eterna.
Nos cuentan que Truman capote evitaba ver más de tres colillas en un cenicero, que si era así, era capaz de guardar el resto en los bolsillos de su chaqueta.
Muchos músicos y cantantes norteamericanos, para salvar las distancias entre los bolos que daban entre las distantes poblaciones de país tan inmenso, se desplazaban en precarias avionetas y aeroplanos de seguridad relativa, atravesando Green Mountains, Apalaches, las Rockies, el Medio Oeste y sus tornados. Fueron muchos los que cayeron… que se estrellaron, Ricky Nelson, Buddy Holly, Ritchie Valens, los Bar-Kays en el mismo accidente que el grandísimo Otis Reding, que no logró ver el fabuloso éxito de su Sentado en el muelle de la bahía. En uno de estos desastres murió Patsy Cline, walking after midnight. Triste vida, pues fue maltratada por su amor, triste carrera por lo breve, tristes canciones.