Álvaro Cunqueiro entre una camarera y la dueña del restaurante, Josep Pla y Gonzalo Torrente Ballester
En estos momentos estoy mirando una foto que data de finales de los cincuenta o principios de los sesenta, tomada en la entrada del restaurante “El Mosquito” de Vigo, donde tan buenos ratos gastronómicos nos hemos regalado unos cuantos agradecidos, y en la que aparecen junto a la dueña del restaurante, Gonzalo Torrente Ballester, Josep Pla y Álvaro Cunqueiro. Me atrevería casi en pruridad a decir que tres de los escritores más originales y atrevidos de la literatura española en esos momentos, escritores desde luego no valorados en lo que valen, lo que no es extraño, antes bien parece estar en el lado casi natural de las cosas, y que salvo Torrente Ballester a quién le salvó del cierto halo de escritor de culto a los que quedaron relegados los otros dos el que se hiciese una serie televisiva de Los gozos y las sombras, con un éxito inmediato que en el fondo nada significa. Para ese terrible molinillo que es el tiempo pues ahora, tantos años después, de los tres escritores fotografiados en ese legendario restaurante, es justo Torrente Ballester el que está pasando esa etapa obligada de todo escritor de cierta excelencia que se muere y es esa estancia más o menos larga en el «Limbo de Los Justos».
La foto la tenía bien guardada y no la había visto durante años pero la edición que de la obra periodística de Álvaro Cunqueiro bajo el título de Al pasar de los años ha publicado Ediciones Castro, que años atrás ya había editado la obra narrativa completa que Cunqueiro escribió en castellano, ha hecho que en cierto modo la exhume como homenaje a uno de los escritores más originales y secretos que ha dado la literatura española del siglo XX. Pero con ser conocida, dentro de los límites otorgados a los lectores que puede alcanzar un escritor de tan largos pero curiosos alcances, su obra novelístia y cuentística, su obra periodística, ingente, pues para sobrevivr me consta que el autor de Las mocedades de Ulises fue capaz en la posguerra de escribirse un diario él solo al que llenaba de pseudónimos, ha permanecido donde permanece la literatura periodística sea excelente, buena, regular, mala o malísima, es decir, para envolver bocadillos antaño y hogaño para tirar en los contenedores de papel reciclado al día siguiente en que se publica. Y quizá sea peor que ese «Limbo de los Justos» en que caen los escritores que publican libros y que se supone por ello mismo que permanecerán más años en la memoria del lector, siempre me pregunté entre la relación del formato libro y la noción de permanencia, pero hay que reconocer que posee un lado épico del que carece esa noción más pequeño burguesa del libro. Como si el artículo de prensa poseyera ese halo heredado de los antiguos tiempos de la épica guerrera y cada ejemplar tirado a la basura al dia siguiente de ser publicado se pudiera transmutar en una suerte de ser los últimos de Filipinas en las batallas y polémicas del papel impreso.
Es obvio que Al pasar de los años es una selección, realizada con buen tino y exigencia critica por Miguel González Somovilla, de los artículos de prensa escritos por Cunqueiro ya que se calcula que debió escribir unos veinte mil. González Somovilla se ha limitado a quitarle un cero a ese cálculo y ha seleccionado doscientos artículos de los que sesenta y ocho de ellos estaban inéditos en forma de libro, y que Cunqueiro publicó en El Faro de Vigo, del que fue director durante años, La Voz de Galicia, El Progreso, El Pueblo Gallego, Sábado Gráfico, Jano, El Noticiero Universal… lo que demuestra la labor enorme que le ha debido suponer al antólogo el desechar artículos y artículos hasta dejar reducida a la condición de raspa de sardina, excelente eso sí, una inmensa masa de cachalote y aún así, con esa poda, González Somovilla se ha sentido en la obligación de dividir los artículos por secciones para una lectura más comprensible y gozosa de los mismos, lo que es de agradecer.
Y de esta manera tenemos diez secciones claramente definidas entre las que destacan las correspondientes a lo más sentido del mundo cunqueriano, vale decir, “Un mapa de Galicia”, “Por la ruta Jacobea” y “El mar que nos rodea”, temas referidos a su tierra gallega que amplia en la sección titulada “Retratos y paisajes”, deliciosos artículos sobre amadas ciudades europeas que al igual que su tierra de origen son poseedoras de leyendas adosadas por los siglos y que la Ilustración, ese período que tan poco gustó a Cunqueiro, no llegó a desterrar del todo, ese mundo poblado de figuras que se remontan a cuando Europa estaba poblada de bisontes pero que adquirió imaginería plena en el Medioevo cristiano, que es el lugar y momento en que Cunqueiro se encontraba más a gusto, modo de entender el mundo que recordé cuando se me presentaron esos platos de pura lareira medieval que se tomaban en “El Mosquito”, cocina honesta y cantada al modo trovadoresco por Cunqueiro en cuanta ocasión se le presentaba.
Así estos artículos.