De los materiales diversos que acumulan los escritores en las gavetas a veces nos es otorgado ver su obra con más luz, o por lo menos, con una luz que ilumine con más precisión diversos aspectos de su obra principal, determinada en géneros. Sucede además en nuestros días donde la correspondencia, debido a las nuevas tecnologías, no es ya motivo de publicación, y que era material tradicional que acompañaba con arrobo lector la obra de sus autores, con la ventaja añadida de poder contextualizarla al dirigirse a sus contemporáneos. Ahora, esa luz de materiales diversos hay que encontrarla en gavetas más profundas, a veces inesperadas, y que pueden surgir de un artículo olvidado, de las anotaciones de una lectura especialmente grata o del paseo por un bosque cotidiano, tan cotidiano que hasta nos sirve un parque.

El raro vicio de escribir la vida es una miscelánea recientemente publicada de Manuel Rico (Madrid, 1952) donde se cumple a rajatabla esta querencia anunciada. Manuel Rico, admirador desde muy joven de la obra de Peter Handke, se hace partícipe de una cita del autor austríaco donde se nos dice la necesidad de que el escritor defienda un centro desde el margen, en vez de estar sometido a la cotidianidad publicada. Desde ese centro, o la búsqueda del mismo, que para Rico se  resuelve en una casa en el valle del Lozoya, donde se refugió en el confinamiento debido a la COVID, el escritor se fue al desván, gaveta suprema porque cabe mucho, y allí se topó con textos diversos escritos en tiempos diversos que, reunidos, ofrecían un  material coherente, desde otra perspectiva, de las obsesiones, querencias, gustos expresados en sus libros de poemas, en sus novelas, en sus libros de viajes, “no conformaban, vistos en su conjunto, un diario”, nos dice el autor en el prólogo al libro, “sino una suerte de caleidoscopio de  la existencia durante un largo periodo. Escribir la vida, tal era el denominador común de todos los textos: en sus aristas y esquinas, en sus derivaciones hacia la literatura o hacia la memoria. En el fondo, me encontré con algo parecido a una novela. La de parte de mis obsesiones e inquietudes en un tiempo que se extiende entre los años 2007 y2014, curiosamente años que delimitan el principio y el fin de la crisis financiera que sucedió a la caída de Lehman Brothers y que produjo auténticos estragos en la sociedad española. Encontré en el desván tres escritos más recientes, fechados respectivamente en 2015, en 2017 y en 2019. Los uní al resto”

Y los dividió en partes que hablan por sí solas: “Vida”, en lo referentes a experiencias muy personales y que le han conformado, sobre todo en la infancia; “Taller”, claro,en lo que tiene que ver con la cocina literaria; “Memoria heredada”,sobre paisajes de los que se valido para conformar  su íntimo itinerario sentimental; “Itinerarios” trata de viajes, o mejor de encuentros a resultas de esos viajes, así, la casa de Calaceite donde habitó José Donoso; así, impresiones de Dehli; impresiones de la sierra de Ayllón; “Barrio” que expresa impresiones de infancia, las papelerías  para un estrenado escolar, paisajes urbanos como el de López de Hoyos, ahora irreconocible por gentrificado, el de otra Malasaña también irreconocible, la del barrio donde se acogían muchos de los que formaron la llamada “movida” en locales trasuntos de Rock Ola y en sus noches, donde se codeaban gentes como Haro Ibars o Wyoming y El Reverendo con dirigentes políticos como Enrique Curiel o actores como Juan Echanove o José Sacristán y es muy honroso por parte del autor que en ese apartado cite, junto a los grupos musicales típicos de la movida a otros, representantes de un rock más duro, como Leño y que provenían de barrios como Carabanchel o Colonia Marconi. Es una reivindicación del suburbio pertinente; por último “Cine, cine, cine…” atiende a películas de las que es deudora su educación sentimental y en “La letra de los Otros” se frecuenta otra conformación de la educación, en este caso, literaria, con recuerdos que se extienden desde un encuentro con Juan Gelman en Frankfurt o la sarta de asociaciones que le trae la publicación de escritos inéditos de Blas de Otero…

 

Manuel Rico

Fragmentos a los que recurre la memoria para iluminar de otra manera poemarios, novelas o libros de viajes donde estos fragmentos hallados no tenían cabida pero que nos hablan de la coherencia vital e intelectual de su autor.

Rico nos habla en estas páginas de Juan Gelman o Blas de Otero mientras ha escrito un libro dedicado a su amigo Diego Jesús, Diego Jesús Jiménez: capacidad visionaria y meditativa del lenguaje; nos habla de Donoso y Benedetti mientras ha escrito un libro, Memoria, deseo y compasión,que es un estudio pertinente sobre la poesía del Manuel Vázquez Montalbán joven; Rico nos habla de visitas a Soria, Berlanga de Duero, sierra de Ayllón mientras escribe dos libros de viajes,  Por la sierra del agua y Letras viajeras; nos habla de paisajes suburbiales y campestres mientras ha escrito novelas como El lento adiós de los tranvías o Verano y, por último, el escritor nos habla de todas estas cosas mientras las ha cantado en poemarios como Visiones del invierno o Los días extraños…

Con ello quiero subrayar lo que el lector se va a encontrar en estas páginas y que no es otra cosa que el Manuel Rico que está en sus poemas, en sus narraciones, en sus libros de ensayo pero de manera implícita mientras que en  El raro vicio de escribir  la vida, esas visiones se explicitan adoptando diversas formas, desde viajes a lecturas, desde el habitar en ciertos parajes a terminar adoptando su centro alejado de la cotidianidad de la literatura, como quería Peter Handke, en una casa del valle del Lozoya.

Digo: un libro importante por lo que tiene de ¿complemento?  a su obra poética y narrativa. Lo de complemento lo he puesto como interrogante porque nunca se sabe lo que sucede en un futuro con las obras que el autor considera marginalia. De Juan Gil Albert muchos prefieren ahora sus Memorias a sus poemarios y otros argumentan de Flaubert la primacía de su Correspondencia al de sus célebres novelas. En cualquier caso esto sucede después de habernos antes familiarizado con sus poemas o novelas y nos habla más a las claras de una conformación de nuestro tiempo con las partículas que el núcleo arroja lejos de sí. Es un signo de los tiempos y conviene dejar constancia de ello.

 

 

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