ANNA MARIA IGLESIA

“A veces, las letras se vuelven dientes y, entre
las letras, se ven pedazos de carne humana” escribe Josep Maria de Sagarra
en Las dos ventanas, unas palabras que Sabino Méndez recupera bajo
forma de cita en su nueva novela, Literatura universal (Anagrama),
y que, de cierta manera, sirven para definir las 518 páginas escritas por el
que fuera letrista de Loquillo y los Trogloditas.
las letras, se ven pedazos de carne humana” escribe Josep Maria de Sagarra
en Las dos ventanas, unas palabras que Sabino Méndez recupera bajo
forma de cita en su nueva novela, Literatura universal (Anagrama),
y que, de cierta manera, sirven para definir las 518 páginas escritas por el
que fuera letrista de Loquillo y los Trogloditas.
Entre las palabras –los dientes- de Literatura
universal el lector encuentra pedazos de carne humana, pedazos de vida
reconstruida a partir de palabras ajenas, palabras robadas de esa literatura
universal a la que apela el propio título del libro y que el autor engarza en
cada una de las páginas, sin comillas, señaladas únicamente por la nota a pie
de página donde se indica su origen. “¿Puede explicarse una historia usando las
mejores palabras de los grandes escritores de la literatura universal?” se pregunta
el texto de la contraportada.
universal el lector encuentra pedazos de carne humana, pedazos de vida
reconstruida a partir de palabras ajenas, palabras robadas de esa literatura
universal a la que apela el propio título del libro y que el autor engarza en
cada una de las páginas, sin comillas, señaladas únicamente por la nota a pie
de página donde se indica su origen. “¿Puede explicarse una historia usando las
mejores palabras de los grandes escritores de la literatura universal?” se pregunta
el texto de la contraportada.
Sin embargo, la pregunta que el lector se hace no
tiene tanto que ver con la posibilidad de la escritura a través de palabras
ajenas -¿acaso la escritura no es precisamente esto?- sino con la
construcción de la propia historia: ¿Son las citas las que construyen la
historia o es la historia la que apela o reclama a las citas? En otras
palabras: ¿Qué viene antes la historia o las citas?
tiene tanto que ver con la posibilidad de la escritura a través de palabras
ajenas -¿acaso la escritura no es precisamente esto?- sino con la
construcción de la propia historia: ¿Son las citas las que construyen la
historia o es la historia la que apela o reclama a las citas? En otras
palabras: ¿Qué viene antes la historia o las citas?
No se trata, evidentemente, de rastrear el proceso
creador de Sabino Méndez, pero sí de observar que función tiene el uso de las
citas por parte de Méndez. Si bien el narrador y supuesto autor del texto
afirma que, como Borges, prefiere jactarse de los libros leídos y no de los
libros escritos, la función de las citas va más allá del mero lucimiento
personal. El uso de las citas tiene más que ver con el papel que juega la
literatura en la vida del narrador, Simón B. Sáenz Madero –un DJ exitoso que
cae en desgracia y termina dedicándose a la escritura-, tras el cual alguien
podrá ver a Méndez, pero que no debemos confundir con el autor, porque Literatura
universal ni es una obra autobiográfica ni debe ser leída como tal.
creador de Sabino Méndez, pero sí de observar que función tiene el uso de las
citas por parte de Méndez. Si bien el narrador y supuesto autor del texto
afirma que, como Borges, prefiere jactarse de los libros leídos y no de los
libros escritos, la función de las citas va más allá del mero lucimiento
personal. El uso de las citas tiene más que ver con el papel que juega la
literatura en la vida del narrador, Simón B. Sáenz Madero –un DJ exitoso que
cae en desgracia y termina dedicándose a la escritura-, tras el cual alguien
podrá ver a Méndez, pero que no debemos confundir con el autor, porque Literatura
universal ni es una obra autobiográfica ni debe ser leída como tal.
En efecto, si tuviéramos que definir la novela de
Méndez deberíamos decir que Literatura universal es un bildungsroman cuyo
protagonista no es solamente el narrador, sino también sus amigos,
principalmente, de infancia, todos ellos nacidos en la España de finales de los
años sesenta. Si bien se narra las peripecias de una serie de amigos, Literatura
universal no es propiamente una novela generacional y no lo es, en
parte, porque la voz narradora no se distancia de las experiencias narradas, no
se aleja de esa vida transcrita una vez vivida y que, al final, coincide con el
propio acto de escritura. El narrador parece escribir no desde la distancia
temporal que lo separa de lo vivido, sino de la inmediatez; el tratamiento que
ofrece a las mujeres convertidas en meros figurantes a los que apenas dota-
véase el personaje de la exmujer de Simón- de algún rasgo intelectual resulta sorprendente
y, a momentos, chirriante. Y resulta particularmente sorprendente cuando, al
final, el narrador no tiene otra opción que confesar que “la madre de mis hijos
me alimenta y yo escribo.”
Méndez deberíamos decir que Literatura universal es un bildungsroman cuyo
protagonista no es solamente el narrador, sino también sus amigos,
principalmente, de infancia, todos ellos nacidos en la España de finales de los
años sesenta. Si bien se narra las peripecias de una serie de amigos, Literatura
universal no es propiamente una novela generacional y no lo es, en
parte, porque la voz narradora no se distancia de las experiencias narradas, no
se aleja de esa vida transcrita una vez vivida y que, al final, coincide con el
propio acto de escritura. El narrador parece escribir no desde la distancia
temporal que lo separa de lo vivido, sino de la inmediatez; el tratamiento que
ofrece a las mujeres convertidas en meros figurantes a los que apenas dota-
véase el personaje de la exmujer de Simón- de algún rasgo intelectual resulta sorprendente
y, a momentos, chirriante. Y resulta particularmente sorprendente cuando, al
final, el narrador no tiene otra opción que confesar que “la madre de mis hijos
me alimenta y yo escribo.”
![]() |
Sabino Méndez |
La literatura le salva espiritualmente, pero es su
exmujer, a la que apenas ha dotado de profundidad, la que termina por salvarlo.
Este tratamiento de los personajes femeninos, tratamiento que refleja la
relación que el narrador mantenía con las mujeres, solamente puede explicarse
por la ausencia de distancia y, por tanto, de mirada crítica, que establece el
narrador con lo narrado. Esa inmediatez a la que apelábamos antes se refleja en
una escritura que busca contarlo todo antes que detenerse sobre lo narrado, es
decir, sobre lo vivido.
exmujer, a la que apenas ha dotado de profundidad, la que termina por salvarlo.
Este tratamiento de los personajes femeninos, tratamiento que refleja la
relación que el narrador mantenía con las mujeres, solamente puede explicarse
por la ausencia de distancia y, por tanto, de mirada crítica, que establece el
narrador con lo narrado. Esa inmediatez a la que apelábamos antes se refleja en
una escritura que busca contarlo todo antes que detenerse sobre lo narrado, es
decir, sobre lo vivido.
Por todo ello, si bien Literatura universal habla de una generación, no llega a
ser una novela generacional en cuanto el narrador está demasiado cerca de lo
narrado y los personajes, que, aunque reflejan un periodo histórico, no son
–para bien- prototipos monolíticos de una generación perfectamente
identificable.
ser una novela generacional en cuanto el narrador está demasiado cerca de lo
narrado y los personajes, que, aunque reflejan un periodo histórico, no son
–para bien- prototipos monolíticos de una generación perfectamente
identificable.
Literatura universal es la narración de la derrota de las efímeras
ensoñaciones de juventud, es la constatación de que esa vida proyectada no sólo
se vacía de todo sentido, sino que se vuelve en contra de quien la vive. Todo
se derrumba en la vida de los personajes, los momentos de plenitud son
efímeros, falsas epifanías que proyectan una vida que nunca llega a ser. “La
inevitable putrefacción como afirmación de vida: construir sabiendo que se
hundirá, reconociendo que no sabemos cómo acabará, construir por pura
vitalidad, por el placer de hacerlo. Eso es lo que había mantenido a la
civilización en marcha a pesar de todas las derrotas”, leemos en la última
parte de la novela.
ensoñaciones de juventud, es la constatación de que esa vida proyectada no sólo
se vacía de todo sentido, sino que se vuelve en contra de quien la vive. Todo
se derrumba en la vida de los personajes, los momentos de plenitud son
efímeros, falsas epifanías que proyectan una vida que nunca llega a ser. “La
inevitable putrefacción como afirmación de vida: construir sabiendo que se
hundirá, reconociendo que no sabemos cómo acabará, construir por pura
vitalidad, por el placer de hacerlo. Eso es lo que había mantenido a la
civilización en marcha a pesar de todas las derrotas”, leemos en la última
parte de la novela.
El narrador sigue construyendo, puede que “por pura
vitalidad”, pero esa construcción ya solo tiene sentido si es a través de las
palabras. Así aparece la literatura, como tabla de salvación del protagonista y
como único constructo capaz de permanecer a pesar de las derrotas. La
literatura para el protagonista no es redentora, ni tan siquiera dota de
sentido la inevitable putrefacción de la existencia. “Cuando pienso en mi vocación, no
tengo miedo a la vida”, escribe el narrador dirigiéndose directamente a sus
“buenos lectores”. Sí, la literatura no salva, pero a la literatura puede uno
aferrarse y esto es lo que hace el narrador y, en parte, esto es lo que hace
también el propio Sabino Méndez con las citas, convertidas en anclas se
sujeción ante una vida condenada a la derrota.
vitalidad”, pero esa construcción ya solo tiene sentido si es a través de las
palabras. Así aparece la literatura, como tabla de salvación del protagonista y
como único constructo capaz de permanecer a pesar de las derrotas. La
literatura para el protagonista no es redentora, ni tan siquiera dota de
sentido la inevitable putrefacción de la existencia. “Cuando pienso en mi vocación, no
tengo miedo a la vida”, escribe el narrador dirigiéndose directamente a sus
“buenos lectores”. Sí, la literatura no salva, pero a la literatura puede uno
aferrarse y esto es lo que hace el narrador y, en parte, esto es lo que hace
también el propio Sabino Méndez con las citas, convertidas en anclas se
sujeción ante una vida condenada a la derrota.
Anna María Iglesia (Granada, 1986, residente en
Barcelona) está terminado una tesis doctoral sobre las prácticas urbanas dentro
del doctorado de Teoría de la literatura y literatura comparada. Se define
principalmente como lectora. Desde hace ya algunos años ejerce el periodismo
cultural como freelance, colaborando con distintos medios. El Asombrario (Público), Nueva Revista, Letras Libres, Llanuras o El
Confidencial.
Barcelona) está terminado una tesis doctoral sobre las prácticas urbanas dentro
del doctorado de Teoría de la literatura y literatura comparada. Se define
principalmente como lectora. Desde hace ya algunos años ejerce el periodismo
cultural como freelance, colaborando con distintos medios. El Asombrario (Público), Nueva Revista, Letras Libres, Llanuras o El
Confidencial.