Del cine a la literatura, los cómics o la pequeña pantalla con el estreno de la serie de Netflix, Cleopatra, la mujer más célebre de la Antigüedad clásica, es uno de los personajes más presentes en la cultura popular… pero poco conocemos realmente de la soberana egipcia, distorsionada por la historiografía tradicional.
Duane Roller presenta un imprescindible estudio de historia social, política y de género basado en las fuentes clásicas para rescatar a la última reina de la dinastía tolemaica de las garras de estereotipos y mitificaciones.
Pocas personalidades de la Antigüedad son más famosas y, sin embargo, peor comprendidas y más vilipendiadas que Cleopatra. Para el gran público, su nombre evoca a una diva enjoyada y a los destellos del brillo de Hollywood, no a una eminencia regia capaz de conducir ejércitos. Los más apenas recuerdan una nebulosa fama de bella y malvada seductora. Cleopatra hoy es más una fábula, el Oriente encarnado, que alguien que vivió en su propio espacio y tiempo, con una imagen construida a partir de maledicencias, tergiversaciones y bulos, desde Augusto hasta nuestros días, y que dice más de los miedos romanos –a la mujer poderosa, al extranjero, al otro, en definitiva–, que de la vida de quien fue la última reina de Egipto.
Duane Roller atraviesa ese espejo deformado para reconstruir la vida de una líder erudita y visionaria cuyo objetivo fue siempre la preservación de su dinastía y de su reino, navegando en las turbulentas aguas de un mundo mediterráneo donde la contestación a una Roma omnímoda parecía imposible –y con mucha más inteligencia, elegancia y tacto que la mayoría de sus aliados y enemigos masculinos–. Su convincente biografía de Cleopatra la muestra como administradora de un Estado que llegó a abarcar desde Asia Menor hasta las fronteras egipcias con Nubia, como comandante naval que dirigió su propia flota en la malhadada batalla de Accio y como erudita y defensora de las artes, digno miembro de una estirpe, los Tolomeos, que había convertido su capital, Alejandría, en el faro cultural del mundo helenístico. Incluso sus relaciones con Julio César y Marco Antonio –origen de su reputación de pérfida seductora– fueron políticas de Estado destinadas a asegurar la preservación dinástica.
(Texto de la editorial Desperta Ferro).
PROLOGO
Pocas figuras femeninas han provocado tantos ríos de tinta como Cleopatra VII. Dentro del olvido generalizado de las mujeres por parte de la historiografía tradicional, personajes como Cleopatra, junto con otras figuras como Juana de Arco o Isabel la Católica, se «salvaban» de la amnesia del relato. No solo entre los eruditos ha sido una figura más o menos recurrente, sino que la cultura popular se ha nutrido de las diversas caras de una figura reiterada en la pintura, la escultura o el cine. No podemos negar el impacto de la imagen de Elizabeth Taylor y su sombra de ojos azul, replicada luego en el cómic de Astérix y Obelix, en el imaginario colectivo. Shakespeare dedicó una obra a la eterna pareja de Cleopatra y Marco Antonio y numerosas novelas se han sumergido en su vida. Su muerte ha sido pintada por Miguel Ángel, Artemisia Gentileschi o Guido Reni. Su vida, en fin, es un tema frecuente también en las revistas de divulgación.
Sin embargo, pocos personajes son, en realidad, tan poco conocidos. La historiografía no hizo más que repetir una serie de tópicos manidos, las artes plásticas sexualizaron hasta el extremo a la reina y la cultura popular fue aumentando la visión de la última reina tolemaica como una femme fatale. La propaganda romana, promovida por Octaviano, que ha sido la principal fuente usada para conocer a la reina, elaboró un retrato denigrante que cubrió la persona real de tantas capas de mito y crítica que, para llegar a ella, hay que acometer una auténtica labor de arqueología textual.
En este sentido, unos pocos debates y tópicos vuelven una y otra vez al escenario, que deja a quien intenta acercarse a ella con una sensación de eterno castigo, como un Sísifo que tiene que ver caer su roca una vez tras otra ladera abajo o un Tántalo que nunca llega a alcanzar ni el agua ni la fruta que pende a unos centímetros de su cara. Uno de ellos es el de la ascendencia de Cleopatra, centrado en los últimos años en su color de piel, sobre todo cuando se estrena alguna serie acerca de ella. Frente al mito de una familia tolemaica eternamente endogámica y plagada de matrimonios fértiles entre hermanos, surgen los matices en torno a las alianzas matrimoniales fuera de la familia, los relatos en relación con diversas esposas reales más o menos desconocidas y la necesaria imbricación de los tolomeos en los circuitos de poder nacionales e internacionales.
Sin embargo, quizá el mito más conocido es el relativo a su voracidad sexual y encanto personal. Podría resultar curiosa esta fama con respecto a una persona con un solo matrimonio dinástico y solo dos parejas sexuales conocidas a lo largo de su vida, pero no es un recurso desconocido. Mujeres poderosas como Julia y Mesalina sufrieron el mismo destino historiográfico. Sus maniobras políticas e intrigas quedaron reducidas a adulterios, promiscuidad, traiciones en la cama y visitas a burdeles de mala muerte para ejercer la prostitución. Aunque la estrategia tenía su contraparte masculina en las acusaciones de pasividad sexual (lo que no deja de ser una feminización por parte de las fuentes), se trata de una maniobra que ha afectado especialmente a las mujeres.

Entrevista entre Augusto y Cleopatra en el palacio de Alejandría. Foto: Óleo por Louis Gauffier. Siglo XVIII. Galería Nacional, Edimburgo
Esto ha supuesto que sus estrategias políticas se erotizaran, como su famosa entrevista a escondidas con César, o que sus maniobras para salvar su reino fueran vistas como locuras decadentes y amorosas con Marco Antonio. También provocó que su vasta cultura (hablaba varios idiomas y creció correteando por la Biblioteca y el Museo), su capacidad para la oratoria y la fascinación que provocaba su conversación se viera reducida a debates acerca de su belleza o a su falta de ella. Debates que, por otro lado, han llegado hasta nuestros días.
También sus conocimientos de medicina, ciencia de la que escribió, se vieron reducidos a una imagen de bruja oriental, de hechicera capaz de encantar a los hombres que la rodeaban y de experta en el arte del veneno. Y, como ejemplo, el botón de su muerte, mitificada con el áspid, y sexualizada con la imagen de la serpiente mordiendo su pecho desnudo. Cleopatra no solo ha representado a la gobernante que, por ser mujer, acaba con un reino centenario y a la femme fatal capaz de arruinar todo lo que toca, sino también a la mujer voluble, derrochadora, caprichosa y ninfómana. Es más, ha ejemplificado como nadie un relato relacionado con los enfrentamientos entre Occidente y Oriente, más que con ser víctima de las luchas de poder entre romanos.
¿Cómo deshacernos de todas estas capas? Este libro es uno de los que afrontan esa tarea. Cleopatra se estudia, ni más ni menos, como uno de los gobernantes de la zona. Uno especialmente capaz, además, aunque una visión teleológica de la historia nos hiciera ver la derrota de Egipto como inevitable. También presenta a una monarca que continúa las políticas internas y de alianzas externas típicas de su familia y del marco mediterráneo. Los tolomeos llevaban ya bastante tiempo interactuando (y dependiendo en ciertos momentos) de Roma, así como luchando por mantener sus territorios fuera de Egipto.

El suicidio de Cleopatra. Fotografía de Tarker, Bridgeman Images
Fue una dirigente preocupada por convertir Alejandría en un foco de cultura, por mantener una buena relación con la administración regional y local de su reino y que tuvo que enfrentarse no solo a sequías y corrupciones locales, sino a la inmensa ambición y a las peleas internas romanas. Fue una madre y una reina preocupada y protectora, que recibió culto local hasta que el cristianismo fue barriendo otras creencias y adoraciones.
Acercarse a su figura más allá de esa supuesta excepcionalidad, desde un marco histórico más general, desde una historia política que no se deje llevar por fantasías, desde una historia de las mujeres que sea consciente de los usos políticos en torno al género y desde una historia social que explore las estrategias de los distintos reinos más allá de la visión centralista y reductora de Roma, acaba por convertirse en una necesidad.
Un libro como este es la muestra no solo de que otra historia es posible, incluso con los personajes más mitificados, sino de que, cuando se rebusca en las fuentes, se encuentra. Es la muestra de que, quizá, lo que fallaba no eran solo unos textos cargados de inquina y propaganda, sino nuestra propia forma de mirar.
Patricia González Gutiérrez, abril de 2023
Duane W. Roller es profesor emérito de Clásicas en la Universidad Estatal de Ohio y doctor en Arqueología Clásica por la Universidad de Harvard. Es autor de numerosos artículos académicos y libros. También ha participado en varias excavaciones y estudios arqueológicos internacionales y ha recibido cuatro becas Fulbright. Su investigación actual se centra en la exploración y la geografía antiguas, así como en el papel de la mujer en la Antigüedad.