Escritor, diplomático (ejerció en Berlín, Moscú y Londres y durante tres años fue Embajador de Italia ante la UNESCO) Maurizio Serra (Londres, 1956) es conocido en España sobre todo por su labor ensayística en que sobresale en el género biográfico, ha escrito la que se considera la mejor sobre Curzio Malaparte, amén de la de Italo Svevo y la de Gabriele d´Annunzio , escritas en italiano y en francés, idioma que ha empleado en su mayoría de obras, tanto en la ensayística como en la narrativa y periodística por cuya excelencia fue elegido miembro de la Academie Française en 2020, ocupando la vacante de Simone Veil.
De lo dicho debería colegirse que Maurizio Serra es autor extraterritorial, en feliz expresión de George Steiner o que pertenece a ese cosmopolitismo abstracto de que habla Edgar Morin y que fue santo y seña de la meritocracia judía que se había integrado en cierto modo en la sociedad laica europea en el siglo XIX pero notaba el rechazo de gran parte de esa sociedad a los miembros de su raza o que, por lo menos, por su condición de diplomático, nació en Londres y escribe en italiano y francés, debería adscribírsele a ese grupo de happy fews que gozan de esa inefable condición de que su lugar es el mundo. Todo esto podría ser cierto, de hecho lo es, pero no explica ciertas obsesiones que, impertérritas, se encuentran en todos sus libros y que van más allá de las preferencias. En este sentido Serra es un autor italiano fascinado por Francia y su cultura, lo que hace que escriba en los dos idiomas, y ya sabemos que la auténtica patria del escritor es el idioma, con un interés previsible por una determinada etapa de la historia y de la cultura europea, sobre todo italiana y francesa, y que se extiende por la primera mitad del siglo XX, es decir, la decadencia de la Belle Époque y el surgimiento de las vanguardias, centrada en grado mayor en el Futurismo, el surgimiento del fascismo, la situación de los escritores e intelectuales ante el compromiso tiránico de los totalitarismos del momento, Mussolini como figura emblemática del mismo… ello da lugar a una serie de libros donde Maurizio Serra ha cimentado la excelencia de su obra ensayística: Los hermanos separados: Drieu La Rochelle, Aragón, Malraux frente a la historia; Filippo Tomasso Marinetti y la revolución futurista; Curzio Malaparte, vida y leyendas; Italo Svevo o el antivida; Una generación perdida: los Poetas- Guerreros en la Europa de los años treinta; D´Annunzio el Magnífico, en fin, El misterio Mussolini… una pléyade de obras rutilantes sobre el período de entreguerras, período muy estudiado pero que en Maurizio Serra consigue una profundidad de campo y una unicidad que hace que el lector de estos libros se haga una idea justa y coherente, plena de honesta investigación, de ese tiempo y algunos de sus protagonistas, desde luego italianos y franceses.

Maurizio Serra tomando posesión como miembro de la Académie Française en 2022. Foto de la ACADEMIE
Pero la obra de Serra pasa también por el tamiz de la narrativa y no en pequeño grado. En 2020 publicó Amours Diplomatiques en Grasset. Constaba de tres nouvelles de variada condición que revelaron a un autor de factura clásica, que empleaba un francés prácticamente inexistente en la narrativa francesa de esos años, la comparación actual del estilo contenido en el libro con, pongamos a bote pronto, alguna de las novelas publicadas hasta entonces por Michel Houellebecq, nos ofrecen una idea de la diferente concepción que del uso literario de la lengua tienen uno del otro. Lo que en el autor de Plateforme es intensidad, rabia e inmersión en los aspectos más sobresalientes que conforman cierto rostro de la Francia actual, la vocación de Houellebecq por Balzac, a pesar de que lo oculte tras un empuje celiniano y con raices en Rabelais, es evidente en lo que tiene de testigo privilegiado de la historia, es en Maurizio Serra propensión a la serenidad, a esa distancia que da el pulimiento del lenguaje, representado hasta lo inverosímil por Racine, y que encontramos en algunos escritores en el pasado siglo con mayor o menor fortuna y que tendría en André Gide a uno de los grandes representantes del “alto estilo” que se permitía en sus Diarios corregir algunas frases de A la recherche... según iban publicándose los tomos, la verdad es que nunca superó que Marcel Proust le gustara poco, distancia que aliada a cierta propensión al detalle significativo le da al estilo de Maurizio Serra cierta filiación al modo de escribir de muchos de los autores estudiados por él, haciendo verdad el aserto del modo perentorio en que se manifiestan las afinidades electivas. Así, en Visiteur, su libro más reciente y que se presenta como una continuación de Amours diplomátiques, tambien en el número de nouvelles que contiene encontramos ecos muy desvaídos del mundo de Paul Morand pero sin la obsesión que llevaba a éste a demostrar que pertenecía a los happy few de la vanguardia… podemos incluso coincidir en que el modo de mirar de Serra no está lejano al de un Valéry y que la atmósfera y ciertos tics, debe ser cosa del mundo diplomático, recuerdan el modo que Romain Gary se enfrenta a muchos de sus personajes, recuerdo con especial fruición la relación del niño huérfano de padre héroe de la Resistencia en Le Grand Vestiaire, que, al modo de un Oliver Twist a la parisina, se cuela en una familia poco recomendable y que se dedica al contrabando para sobrevivir, con una chica de su misma edad y que imita a Lauren Bacall, fascinada por su voz ronca… en “L´exilé de la costiera”, la primera de las nouvelles de que consta Le visiteur, nos presenta así a Elfröd, un curioso personaje que desde el momento en que le ve en la Riviera italiana el narrador, Pierlorenzo Soildatino: “Les gens du cru, por atavisme bourbonien ou habitude de conférer aux étrangers des titres ronflats, l´appelaient le baron ou le professeur, usage débonnaire, á peine malicieux, en rien servile. Il n´était,ai-je vite appris, ni l´un ni l´autre; mais il portait son statut d´exilé avec la distinction de un titre héraldique ou académique, forgé et confirmé par les siècles ou les études”.
La predilección por este tipo de personajes que de primeras se muestran poco nítidos es característico de estos dos libros de nouvelles y que en Visiteur se explicitan en caracteres fragmentarios que adquieren en “Suleika et le gouverneur”, quizá la nouvelle que más me haya gustado de las tres que componen el libro, un lado fantasmagórico en una Roma que es pura flou en sus contornos, dándole una apariencia casi presentida, poco definida. Maurizio Serra siente debilidad por Jacques le fataliste, de Diderot que, a su vez, sentía debilidad por Laurence Sterne, por su Tristam Shandy… como en la novela de Diderot, que se presenta lineal, son los personajes los que adquieren relevancia y complejidad, así en Visiteur, Serra se ha decantado por demorarse en la multiplicidad y complejidad de los personajes de los tres relatos. El estilo es magnificamente elusivo, haciendo de Le visiteur un libro gozoso y raro en un panorama donde se tiende a la simpleza. El libro, además, se perfila como un homenaje apenas oculto a la manera de hacer nouvelles, un género que en España nunca adquirió caracteres de excelencia.