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La casa de Feininger Nueva York |
A PROPÓSITO DE UN «FLÂNEUR» CON CÁMARA
JUAN MANUEL BONET
Le flâneur des deux rives, es decir «el flâneur de las dos riberas», o si lo prefieren, «de las dos orillas». Así se autorretrataba Guillaume Apollinaire en el título de un libro que saldría justo después de su muerte, y así veo yo al historiador, escritor, dibujante, y fotógrafo (hasta ahora secreto) Fernando Castillo, que ahora se ha decidido a darle a conocer al público de su ciudad natal, una parte de su labor en ese último campo. Aunque aquí hay fotografías de París y de Madrid, las dos orillas no son en este caso las del Sena caro al gran poeta cubista, ni por supuesto las del escuálido Manzanares, sino las del mundo occidental. Andarín del mismo, como el irlandés J.M. Synge (The Playboy of the Western World, un título que todavía me gusta más en francés: Le baladin du monde occidental), este escritor con cámara ha retratado no sólo las capitales francesa y española, sino también Nueva York, La Habana, y rincones provincianos de Francia y España, y algún día probablemente retratará Buenos Aires o Montevideo o Bruselas, la ciudad de su amado Tintín. Pero lo principal de su muy interesante y hasta hoy casi inédita labor en este campo, concierne a las dos metrópolis a las cuales me he referido en primer lugar.
Madrid, y me parece que hay que empezar por ella, es para Fernando Castillo una auténtica obsesión, un espacio que ha asediado por tierra, mar y aire, una leyenda que se conoce al dedillo. Riguroso historiador de su Sierra, de su arquitectura funcionalista tan bien pintada por nuestro común amigo Damián Flores, y del odio o cuando menos resentimiento que ha suscitado en no pocos escritores del 98 a la posguerra civil, es autor de singulares cartones en los cuales recoge sus perfiles más arrabaleros. Ahora nos da a conocer sus visiones fotográficas de un suburbio que a la fuerza identificamos con los hermanos Baroja, con Francisco Sancha, con ciertos óleos y papeles de Gabriel García Maroto, con esa sinfonía urbana castiza que es Esencia de verbena (1930) de Gecé, con Eduardo Vicente, con Juan Esplandiú, con ciertas instantáneas de un forastero tan agudo en su observación de las diversas realidades españolas como Francesc Catalá Roca? Suburbio de naves industriales, de medianeras, de mucho ladrillo, de farolas, de árboles tristones, raquíticos. Suburbio que da origen a imágenes esenciales y muy Nueva Visión, entre metafísicas y geométricas, más un indudable toque literario, subrayado por un título (Barojiana) tomado de Juan Benet y que se repite en tres casos, y en otro, por otro de obvias resonancias ramonianas: El chalet de las rosas.
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Humo cubano. La Habana |
Todavía más esencial es la serie prosaísta y vanguardista Líneas, de postes, de cables, de edificios menestrales y sin embargo monumentales, muy Edward Hopper, y en clave española muy Marcelo Fuentes: dos de ellos en la capital, pero otro en ese no-lugar que es Castellón de la Plana. El paseante de su ciudad natal también se fija en rincones del centro, por ejemplo en La torre de las Hadas -la del Hotel Victoria, en la Plaza de Santa Ana- con su faro iluminado en la noche. La otra ciudad que obsesiona a Fernando Castillo es París, donde por mi parte escribo estas líneas, y donde he tenido ocasión de compartir con él, hace dos años, algunas gratas caminatas del lado de Saint-Germain-des-Prés y sus librerías de nuevo y de viejo, de Saint-Sulpice, de Montparnasse, de Vanves, de Brassens, de las vías en desuso y oxidadas del ferrocarril de la Petite Ceinture cuya poesía él ha sabido decir, en una día de nieve, en una imagen que echo de menos en la presente selección? Aquí las referencias del peatón-fotógrafo son obviamente André Kertesz, Brassaï, Henri Cartier Bresson, Pierre Jahan, René-Jacques, Robert Doisneau, Willy Ronis, el menos conocido Geza Vandor -del cual el madrileño posee un «vintage»-, y por supuesto nuestro común amigo Bernard Plossu, con una de cuyas imágenes, la del camarero chino, que precisamente se vio en su muestra en esta galería, dialoga una de las aquí reunidas, Air des Lilas, tomada en la mítica Closerie de mismo nombre.
Entre las fotografías que comparecen en este tramo París de la muestra, las hay que como ésta aluden a establecimientos de bebida o de comida, mientras otras nos hablan de interiores de estaciones del metro -incluida la para mí familiar y entrañable de Sèvres-Babylone, a la cual el historiador ha acudido en pos de realidades de resonancias trágicas, como el Lutetia, o la desaparecida cárcel del Cherche-Midi-, de vagones del mismo, de bloques en la noche lúgubre de la «banlieue»…
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Banlieue. París |
Me gustan especialmente las dos visiones de neones montparnassianos, y sobre todo, en el mismo barrio, que es también el de la Closerie, y hoy sombra de lo que fue, La silla d’Enfer, tomada en el blanquísimo y metafísico pasaje de mismo nombre, tan desierto siempre, tan poblado de presencias fantasmagóricas, y en ese sentido, teniendo en cuenta que la imagen la firma el autor de Noche y niebla en el París ocupado, un libro que en parte gravita alrededor del citado pasaje, la pregunta sería si se trata de la silla de César González-Ruano, o de la de Óscar Domínguez? a no ser que sea otra mucho más parecida al buen sillón matissiano: la de otro español de París, pero de existencia mucho menos turbulenta, Hernando Viñes, fugazmente conocido por mi hace ya muchos años, precisamente en el edificio donde hoy transcurre el grueso de mis semanas, Hernando Viñes cuyo estudio en ese pasaje visité hace algunos menos, cuando él ya había desaparecido?
La presente exposición, nuevo y especialmente sabroso fruto de la fructífera colaboración JRO-FCC, se abre en otras direcciones con la nueva objetividad cactácea de Flor de verano; con la casi-abstracción (como son casi abstractas ciertas visiones USA de Walker Evans) del Fronton basque de esa ciudad tan modianesca que es Biarritz, con la desasosegante visión industrial habanera Humo cubano, con esa otra del Rockefeller Center neoyorquino iluminado -muy bien titulada La casa de Feininger-, y, en la misma ciudad y a hora parecida, con un abigarrado Times Square délficamente rebautizado Omphalos?
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Le Metro I. Paris |
Momentos en que las ciudades se nos entremezclan y se nos enredan. Así sucede con La habitación de Odile. Este personaje de Une jeunesse, del recién aludido y siempre inasible Patrick Modiano, vive en el París de los años sesenta, la foto está tomada en el Madrid de ahora mismo, y a mí me parece que se puede leer por un cierto lado Alex Katz, es decir, en clave neoyorquina, aunque bien mirado, el tema de la hora de las ventanas iluminadas, abordado en varias ocasiones anteriores por el fotógrafo, sea un tema universal, y especialmente caro a los artistas del entre-dos-siglos, y entre ellos de un modo especialísimo, a los simbolistas belgas, de los cuales lo retomaría su compatriota René Magritte, un coetáneo de Hergé, en cuyo álbum El cetro de Ottokar hay, casi al comienzo, una memorable historia de ventanas, cristales rotos, bombas, cristalero?
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Air des lilas. Paris |
TRAVESÍAS URBANAS
FOTOGRAFÍAS DE FERNANDO CASTILLO
26 de febrero – 26 de marzo de 2013
Galería José R. Ortega
C/ Villanueva, 42. Madrid
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