Check in poético
Hacer un prólogo es una tarea similar a armar una valija. Uno comienza primero por pensar a dónde iremos, que cosas utilizará para descartar todo aquello que no sume peso y nos haga más liviano el andar. Muchas veces, pensamos en poner la muda de verano, algo de abrigo por las noches, un traje o nuestra mejor camisa.
Armar poesía es algo parecido a bajarse de un barco a una playa desconocida en la inmensidad de la noche o bien, es válido decir, que se asemeja la experiencia poética a encontrar en el alma la llave de una torre donde está escondido un tesoro. En definitiva, es un viaje que hacemos con los pies descalzos y las mejores palabras al hombro sin perder de vista que, en algún momento, debemos discernir entre el ruido de la ciudad del murmullo del poeta que está naciendo adentro.
Hospedaje para dos, es un debate furioso entre el amor y el desamor, entre el lector y el escritor, entre la noche y la madrugada, entre aquello que siento y quiero decir, entre la desesperanza y la esperanza, entre la espada y la pared. La prudencia gobierna en muchos casos y otras veces es el arrebato furibundo del encuentro amoroso que se concreta o no quién tira la moneda en la poesía.
En el hacer y deshacer, en el ritmo de un burrito andino que sube una colina o en el transcurrir errático de un soldado a caballo está la suerte que va rodando en las páginas a cara o cruz. La trama textual es un tejido que va formando la inspiración, como si la palabra buscara todo el tiempo esa luz, ese espacio íntimo permanentemente para volver a ser y armar una y tantas infinitas veces como lecturas podamos o pretendamos alcanzar.
Las locaciones generan un espacio de previo entendimiento. Las soledades no suelen ser las mismas en la Sierra, que en Santiago del Estero, que en Mendoza. La soledad es del escritor cara a cara frente a la vastedad del misterio que lo obliga a escribir dejando a la existencia en una profunda desolación.
Hospedaje para dos no es solo una antología, un resultado de una elección o un puñado arbitrario de poesías sino es el encuentro mismo con las esencias más elementales de la condición humana, las que nos ayudan a vivir, a arrojar luz a las preguntas que no tienen respuestas.
En esta hondura poética vislumbrada hay un requerimiento de amor. Un deseo encendido y al mismo tiempo un recurso poético, la sinestesia, los sentidos se confunden en las emociones, los silencios se vuelven miradas y el corazón es un golpe único rodando por una escalera de versos, metáforas, recuerdos perdiendo la noción del tiempo en todo momento.
Hospedaje para dos son voces de escritores que describen no solo sus sentimientos, sino el devenir de la experiencia, el sabor de lo literario está en la pluma, en el derrame de palabras, al igual que en una barca solitaria en un río no hay miedo.
Hospedaje para dos es un libro y un trayecto. Es un caminar a ciegas por la llanura pampeana, es subirse a la conquista del Río de la Plata, es el beso que encuentra la piel que ama, es la rayuela que poco a poco nos hace subir directo al cielo. Es el pasaje a un tren hacia la vastedad de los sueños, hacia la infinitud del paraíso.
Al igual que Bécquer, parafraseándolo con mucho coraje poético, hospedaje para dos eres tú.
Los autores son: Adrián Alejandro Sierra Ríos. Chiara Cangialosi. Eugenia Páez. Jorge Daniel Dadourian. María Ysabel Moreno de Czeronka. Máximo Ramón Murúa. Ricardo Lewitan. Roberto Ternavazio y Sandra Ávila.
Prólogo: Santiago Ocampos.
Revisión de los textos: Mirta Medina.
Diseño de la portada: Renata Malpassi
Hospedaje para dos reúne autores argentinos de distintos puntos geográficos como Santa Rosa de Calamuchita, Rosario, Buenos Aires y Santiago del Estero.
Hospedaje para dos es la continuidad de Confluencias, que siempre va en búsqueda de nuevas voces que son convocadas por las letras, el amor, el pánico, el recuerdo, el suspiro y el latido.
Hospedaje para dos es un recreo, una pausa en la que los textos discurren con un único sentido; el de ser leídos por quienes aprecian el significado de la palabra escrita; alrededor de una fogata, en un rincón de una sala de espera, o en un transporte público. Palabras que van cobrando importancia en cada lector que se adueña de ellas, las toma para sí, reflexiona, interpreta a su antojo y las adapta a su conveniencia. Una antología planificada en plena pandemia, pura manifestación de amor y grito de libertad.