Una de las preocupaciones del mundillo intelectual, llegada esta parte del año, es quién será premiado con el alguna vez respetable y desde hace algún tiempo propenso al escándalo internacional, premio Nobel de Literatura. El desfile de candidatos suele ser un atolladero infernal, con sus favoritos y sus desconocidos (en ocasiones, las mismas personas) y los eternos postergados (Murakami, Pynchon), mientras el premio se sostiene a base de nostalgias de Faulkner, Hemingway y Octavio Paz, a sabiendas de que no es un concurso de talentos y que el revisor fiscal pertinente será la misma historia. Por eso tantos nombres se han traspapelado en el cajón polvoriento del olvido y por eso, también, es en vano despotricar, aunque a nadie se le niega el gusto.
Sin intuición ni mucho menos parcialidad pero con total franqueza, espero, mientras escribo un día antes de la entrega del premio, que el único argentino nominado, César Aira, sea el honrado por la Academia Sueca, un escritor que ha abastecido a las librerías con sus invenciones novelescas, anualmente con raros libros y con una frecuencia capaz de trastornar al más ávido lector, porque ninguna vida es lo suficientemente larga como para echarles al menos una ojeada decente a toda su producción.
Si el veredicto es favorable para nuestro compatriota o si no lo es, será la Academia la encargada de dar sus argumentos, simples, pero hasta en sus criterios, polémicos, desde que a Bob Dylan se lo reconoció “por haber creado nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción americana” y más allá en el tiempo cuando en 1974 el fulano Eyvind Johnson y el mengano Harry Martinson, suecos y amigos de suecos ricos, fueron galardonados relegando a Graham Greene y Nabokov.
En fin, parecerá la conclusión de un cascarrabias, pero tal parece que no existe un compromiso literario ni una verdadera misión humanitaria ni trasparencia ni mucho menos una tendencia a enmendar viejos errores en el pequeño, cerrado y reservado círculo del afamado premio. Habiendo 11 millones de coronas suecas en juego (casi un millón de dólares) y las casas de apuestas on line agazapadas, ¿se podía esperar otra cosa? Si sí o si no, ¿importa realmente?
Viernes 6
El mundo se ha convertido en un lugar enorme y las mentes de las gentes en sitios inabarcables. Vivimos segmentados, fragmentados, divididos, en la multiplicidad de gustos y deseos. De intereses. Ser un “escritor universal”, aquel concepto hoy desactualizado del escritor/pensador total que llega a cada casa de cada ciudad del mundo, cuya figura y opiniones son reconocidas hasta por los más despistados, se aleja de ser una posibilidad real.
Cada escritor, en cada época, me animo a decir, ha escrito pensando en su aldea, desde y para su comarca y según las condiciones de su pueblo, favorables o adversas. Los escritores de este siglo son potencialmente regionalistas, en el mejor de los casos, y ya no puede ser de otro modo. Que nadie se sorprenda si el flamante ganador del Nobel, el noruego Jon Fosse, no tiene demasiados lectores en estas tierras; en parte se debe a que su obra no ha sido traducida al castellano y las que sí, están descatalogadas (1) . Le basta haber soltado su ristra de ideas en suelo escandinavo, donde, a juzgar por la sumatoria de Nobel, parece que nacen los mejores escritores de la historia.
Que el Nobel sea un premio político, implícitamente lo hace un asunto de grandes editoriales. De allí en más el esfuerzo de promocionar una obra con los límites que impone estrictamente una jurisdicción y una geografía, pero con los sentimientos humanos que nos vinculan sin importar los meridianos.
En pocos meses, sino semanas, los libros de Fosse se saldrán de los escaparates de las librerías y nos atropellarán en plena calle. Los lectores, primero por compromiso y curiosidad, comprarán y recibirán prestados, examinarán y criticarán. Se verá, si en segunda instancia, el placer (¿acaso la única sensación admisible?) los excitará a seguir leyendo, o si se decantarán por los viejos maestros de la literatura, que, sean Nobel o no, estén vivos o no, jamás se quedan sin recursos para asombrar.
(1) Nota del editor: Jon Fosse ha sido publicado en español por la editorial De Conatus, con los siete volúmenes de «Septología» y «Trilogía», todos ellos con traducción de Cristina Gómez Baggethun, y en coedición con Nórdica Editorial acaba de salir la novela «Mañana y tarde».
Según ha informado la editorial Random House, esta incorporará próximamente a su catálogo cinco de sus obras, cuatro de ellas inéditas en esta lengua, para completar después el resto de su obra narrativa.»Melancolía I» y «Det er Ales» serán los dos primeros títulos que se sumarán al catálogo, antes de final de año, a los que seguirán «Melancholia II», «Kvitleik (A Shining») y el libro de relatos autobiográficos «Scenes from a childhood (Prosa frå ein oppvekst)».

Jon Fosse. Premio Nobel de Literatura, 2023
Fe de erratas: En vez de decir «Que nadie se sorprenda si el flamante ganador del Nobel, el noruego Jon Fosse, no tiene demasiados lectores en estas tierras; en parte se debe a que su obra no ha sido traducida al castellano y las que sí, están descatalogadas» debería decir: «Que nadie se sorprenda si el flamante ganador del Nobel, el noruego Jon Fosse, no tiene demasiados lectores en estas tierras; en parte se debe a que la mayoría de sus obras no han sido traducidas al castellano y las que sí, están descatalogadas».
Se refiere a que el único texto de Fosse traducido al español que hasta ahora puede hallarse en Argentina es “La noche canta sus canciones y otras obras teatrales”.
Una corrección: Jon Fosse SÍ ESTÁ TRADUCIDO AL ESPAÑOL, y desde hace unos años, en la editorial madrileña DE CONATUS. De nada.