Lo sabía desde septiembre: Mario Montalbetti tenía previsto visitar Madrid este otoño, invitado por el Centro de Arte Dos de Mayo a sus XXV Jornadas Estudio de la Imagen. A partir de ese momento, y gracias a una recomendación que ahora entiendo iluminadora, me sumergí en las obras completas del poeta nacido en Lima, Perú, en el año 1953. Con el título Lejos de mí decirles, Ediciones Liliputienses publicó en 2014 en España en un solo volumen todos los poemarios de Montalbetti aparecidos hasta entonces, edición ahora ampliada y con nuevo diseño. Se abre así con Perro negro, 31 poemas, aparecido en el año 1978, y obvia a página seguida, por fortuna para nuestro tiempo, los siete años que pasaron entre esa primera publicación y la siguiente, Fin desierto (luego ampliada en Fin desierto y otros poemas), para continuar con el núcleo de su obra: Llantos elíseos (2002), Cinco segundos de horizontes(2005), El lenguaje es un revólver para dos(2008), 8 cuartetas en contra del caballo de paso peruano (también de 2008), Apolo Cupisnique (2012) y el más reciente Simio meditando (ante una lata oxidada de aceite de oliva)(2016), además de otros poemas que han visto la luz previamente en algunas revistas. Cuando se empieza a leer a Montalbetti, todo esto cabe en un mes y anuncia incontables relecturas, créanme los que aún no lo saben.
Antes de seguir quizá sea necesario aclarar una pregunta que seguro algunos se están haciendo: ¿quién es Mario Montalbetti? La palabra poeta poco nos dice a veces, y en otras está sencillamente mal aplicada, con demasiada brillantina. Lo fundamental en este caso es que el nuestro, al que nos referimos, es también lingüista (PhD en Lingüística por el MIT de Massachusetts, y aparece esto entre paréntesis para marcar la aportación informativa y no el caché de títulos, conste). Su labor con las palabras es esencial y encuentra en la función poética del lenguaje un arma, el antitodo de algo atávico («Esperabas algo del lenguaje y ahora esperas algo de su fin»). Desde hace unos años es Profesor Principal de esta materia en la Pontificia Universidad Católica de Perú que, es cierto, nos queda muy lejos, pero al menos tenemos la tecnológica suerte de poder asistir a varias de sus clases a través de Youtube (y a alguno sus libros, como veremos más adelante). Es director de un Seminario permanente de filosofía del lenguaje, llamado QWXY, y consejero editorial de la revista Hueso Húmero. En palabras de Gustavo Faverón Patriau, «una clave de lectura para la poesía de Montalbetti es recordar que a él le interesa escribir contra el lenguaje desde el límite del lenguaje, como a Vallejo, y también desde el centro del lenguaje, como a Blanca Varela (…) La poesía de Montalbetti es una campaña unipersonal librada contra el lenguaje por medio del lenguaje, un acoso y varias estrategias, ataques en los bordes y ataques en el centro». En su propia nota biográfica reconoce que «más que la realidad, los lenguajes constituyen el centro de sus exploraciones» y, en relación con esto, que «consecuente con su preferencia por los lenguajes y su disgusto por la realidad, es hincha del Rayo Vallecano». Podemos continuar ahora.
El encuentro con el poeta tuvo entonces tiempo y lugar el 17 de octubre –y casi por lógica– en la Librería Iberoamericana. https://www.iberoamericana-vervuert.es Tal como hace unos años nadie habría previsto la afluencia de un público que ya podríamos calificar de masivo a charlas de filósofos contemporáneos y, por contra, otros grandes no reúnen a más de diez personas, una no sabría calibrar con antelación el alcance, una tarde de miércoles, del gusto compartido por la palabra de Mario Montalbetti. Quizá ustedes han asistido a muchas presentaciones que empezaran puntualmente. No era mi caso. Sin embargo, a las 19:31, solamente un minuto más tarde de lo previsto, comenzó este encuentro: para entonces ya no cabía un cuerpo más en ese espacio.
El ya citado Lejos de mí decirles era el libro a presentar, junto con Cajas, publicado originalmente en 2012 y rescatado en nuestro país por Libros de la resistencia en el presente año. De este último, de originalísimo contenido, Esperanza López Parada ha puesto el acento en su carácter inclasificable (y así, recordando esa palabra que otros utilizaron, rió Montalbetti con el público del acto): «Para los pensadores y filósofos del lenguaje, para los gramáticos generativistas, no es un tratado de lingüística sino uno poema; mientras que, para los poetas, ahí no hay poema alguno, sino un trabajo reflexivo sobre la capacidad contenidista de los poemas y de toda obra de arte elaborada con lenguaje».
Ambos títulos presidían la mesa principal ya antes de que todos los que acudimos a la librería nos sumiésemos en el silencio expectante y afortunado que duró casi hora y media. José Ignacio Padilla se encargó de abrir el acto y dirigir el discurso de Montalbetti con algunas preguntas que más que acertadas, diría necesarias.
¿Por qué la forma de su escritura, su particular manera de versar los textos o no hacerlo en absoluto? Porque en ella reside gran parte de la capacidad del poema de hacerle algo al lenguaje. ¿Importa o no entonces el contenido del poema? Claro que no. ¿Qué opina de las acusaciones de intelectualidad a su poesía, de su supuesta dificultad? Que en el mundo hay cosas difíciles, qué le vamos a hacer; «es como si nos quejamos de que la física cuántica es difícil. Claro que lo es». Pero en sus poemas («poema mejor que poesía») también se filtra algo parecido a los afectos, ¿no? Tampoco: «A lo que tú llamas afectos yo lo llamo ironía». Y surgen así discretos fuegos artificiales en la sala. Montalbetti también habló de las similitudes entre el poema y el dinero, tema en el que ahonda en algunos de sus libros de teoría crítica. Igual que hay un patrón oro, el valor de las palabras remite al patrón marcado por el diccionario: podemos usarlas porque en él tenemos el aval de su significado. Cada palabra vale por su capacidad para cambiarse por otras, algo que saben muy bien los políticos. Y tal como el dinero ya no existe (nos entendemos…) es curioso pensar paralelamente qué ocurrirá con las palabras, ¿dejarán de existir como tales también? Por fortuna, el poema no es un objeto de consumo sino de uso. Y al contrario que la novela –un arte visual más, según su teoría, un artefacto del capitalismo para el entretenimiento–, hace uso del lenguaje que es el enemigo público número uno del sistema, porque es el único capaz de formular preguntas y expresar contradicciones, por ejemplo.
Tras la conversación, Mario Montalbetti llevó a cabo una lectura de su obra. Quiso empezar con una poética, «Como Walcott», perteneciente al libro Apolo Cupisnique (Paracaídas editores, Lima, 2012), del que extraigo algunos versos del principio y del final:
Escribo a mano con un lápiz Mongol No.2 mal afilado
apoyando hojas de papel sobre mis rodillas.
Esa es mi poética: escribir con lápiz es mi poética
(…)
Solo así quedan marcas en las hojas de papel
una vez que las letras se borran y las palabras ya no
se entienden o han pasado de moda o cualquier otra cosa.
Continuó con un poema del mismo libro, «Introducción a la metafísica», y con «Lección de economía», de El lenguaje es un revólver para dos (Colección Underwood, Lima, 2008). Y también, de este, el siguiente poema de palabras exactas:
DISCULPE, ¿ES AQUÍ LA TABAQUERÍA?
Nadie dice todo. Nadie dice nada.
Lo deseable es decir poquísimo.
Callar no es más radical.
Callar es como raparse la cabeza:
el pelo vuelve a crecer.
Pero decir poquísimo, decir lo mínimo
que uno puede decir,
eso es lo que nos permite decir algo.
REVISIÓN (dos días después)
Somos lo que sabemos.
Sabemos que somos mortales.
Se dicen cosas.
De su obra poética concluyó leyendo un largo texto que da título a uno de sus libros más recientes, Simio meditando (ante una lata oxidada de aceite de oliva). Pero el colofón de la tarde fue la lectura de un fragmento perteneciente a un libro que si bien no estaba oficialmente convocado para la presentación, es una de las mejores –aunque más inadvertidas– publicaciones de este año: Notas para un seminario sobre Foucault, un conjunto de ocho sesiones a modo de seminario (otra manera, al fin, de asistir a sus clases) que conforman un largo poema brillante en el pensamiento y el lenguaje. En él encontramos el oro al batear algunos textos que resultan irrefutables y –discúlpenme el entusiasmo–, epifánicos:
Lo diré inmediatamente: el valor de un poema
no reside en lo que dice / sino en lo que le hace
al lenguaje
al lenguaje que no hay.
Un poema realmente bueno
siempre resulta ser más interesante
que cualquier comentario que esbocemos sobre él.
No hay muchos así.
Lejos de mí la intención de tenderles un cebo, pero en la obra poética de Mario Montalbetti sí hay unos cuantos.