Yun Sun Limet

Hay autores a quienes no les falta razón ni en sus deseos. Uno de ellos es Jaime Gil de Biedma, que en su poema De vita beata escribió: «En un viejo país ineficiente, /algo así como España entre dos guerras/ civiles, en un pueblo junto al mar, /poseer una casa y poca hacienda/ y memoria ninguna. No leer,/ no sufrir, no escribir, no pagar cuentas,/ y vivir como un noble arruinado/ entre las ruinas de mi inteligencia». El título está tomado del homónimo libro de Séneca, en el que el filósofo latino animaba a encontrar una salida hacia la libertad: ergo exeundum ad libertatem est. Y con esta necesidad o aspiración es con la que se abre Sobre el sentido de la vida en general y del trabajo en particular, publicación de Yun Sun Limet que vio la luz en 2014 en francés y llegó a nuestro país dos años más tarde gracias a Errata naturae editores.

Yun Sun Limet (Seúl, Corea del Sur, 1968), que en su juventud realizó estudios de cinematografía, se sintió desde muy temprano vinculada a la literatura y también a la filosofía gracias al encuentro con la obra de Maurice Blanchot y Jacques Derrida. Esta inclinación por el pensamiento la llevó a reflexionar, en una delicada etapa de salud y desde la cama de un hospital, sobre el sentido de la vida, al tiempo que ejercitaba su paciencia en la espera de la recuperación y el miedo a una muerte demasiado temprana. Pero también, y de manera muy específica, meditó acerca del sentido del trabajo. Por aquel tiempo, Limet ya había publicado varios libros de ficción y algunos ensayos. Incapaz entonces, dadas las circunstancias, de abordar la escritura de un nuevo libro en el que dar cabida a esas consideraciones, la autora coreana de nacionalidad belga no pudo evitar, en todo caso, escribir, y así comenzó una correspondencia que es la que aparece en Sobre el sentido de la vida en general y del trabajo en particular.

Este libro no es entonces un ensayo al uso (y cabe recordar aquí la premisa de la colección de Errata a la que pertenece, La muchacha de dos cabezas: «un tanteo, un intento, una tentativa, un texto necesariamente abierto y fragmentario que llama a otro texto, a otro ensayo, a otra cabeza, que continúe su búsqueda y rehaga sus propuestas y consideraciones»), sino que está integrado por  treinta y nueve correos electrónicos a través de los cuales Limet se dirige, individualmente, a sus amigos Rose, Grégoire y Madeleine. En ellos, curiosamente, se especifican las direcciones y el asunto, pero nunca la fecha. El carácter de esta comunicación amistosa permite que el tono sea el vehículo perfecto entre el conocimiento y la intimidad. Y remite, de manera velada, a esa idea atribuida a Sócrates: los trabajadores (manuales, en aquella época) son malos amigos y malos ciudadanos porque no disponen de tiempo para cumplir con las responsabilidades de la amistad y la ciudadanía. Durante el paréntesis hospitalario, Limet sí lo hace. En su segunda carta se dirige a Greg y comenta: «Por mi parte, me gustaría profundizar en las notas sueltas que hace tiempo que tomo sobre la cuestión del trabajo. Casualidad, me dirás. No, al contrario. Ya sabes que nuestras investigaciones nunca son intelectuales. Fingimos estudiar de forma científica y distanciada cuestiones que, en el fondo, nos son íntimas, desconocidas». Es de este modo como comienza un riguroso recorrido teórico de varias entregas por la historia del empleo, interés de la autora en tanto el trabajo es parte constitutiva no solo de la rutina del ser humano (de la cual ella está desposeída en ese momento), sino también, y finalmente, de la formación de su identidad adulta. Se demora entonces en la concepción del trabajo desde la Antigüedad Clásica, pasando por todos los períodos históricos, y alterna estos mensajes con otros en los que sus preocupaciones son más familiares.

La presencia de Séneca es indiscutible en el pensamiento de Yun Sun Limet, quien comparte con su amigo Greg un fragmento de la citada De vita beata que resulta dolorosamente esclarecedor: «No puedo evitar sorprenderme cuando veo a gente que solicita a otros su tiempo, y a los que son solicitados, tan proclives a concedérselo; ambos tienen en consideración aquello para lo que solicitamos el tiempo, pero el tiempo mismo, nadie; se diría que lo que pedimos no es nada, lo que concedemos, tampoco. El bien más preciado de todos se convierte en un juguete». Conscientes ahora gracias a Limet y a Séneca, busquemos el sentido y la forma de llevar a buen término la libertad: no leer, no sufrir, no escribir, no pagar cuentas.

 

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