Highton no solo es una novela escrita en forma virtual; nació del trabajo de dos mujeres, una en México Eva Montcluth , la otra en Argentina Florencia Villaro. Ambas pensaron que era posible crear un espacio de escritura a la distancia y también ser capaces de hacer añicos el universo del imaginario popular acerca de la soledad del escritor celoso de sus versos.
Sobre la mesa está la merienda preparada, hay dos sillas vacías esperando un encuentro. La abuela celebra la tarde con galletitas de agua y pan casero, huevo revuelto, chicitos (palitos de queso), roquefort, leberwurst, aceitunas, atún con mayonesa y para beber te, chocolatada o mate. Ella está esperando a la escritora, la pequeña que todavía no sabe si quiere serlo pero lo será más adelante cuando recuerde Florencia Villaro cuantas historias le debe a Lucía, la mamá de su mamá y al talento heredado de leer cuentos.
“Yo siempre tomaba matecito” rememora. Allí, en esa mesa fuera del tiempo, están todas las lecturas de la infancia, los miedos, los sueños, la vida que escribe con esperanza, sin timonel, por sobre distancias y tiempos, por encima de las nubes y los husos horarios.
La escritura está conectada a las emociones y a la experiencia sensible. Las palabras son mapas de abrazos que se dejan traslucir entre las letras. “Recuerdo el sabor del mate de mi abuela. Ella solía ponerle limón, menta, burrito y azúcar. Era un mimo al alma ese mate, lo suavizaba para que pudiese tomar yo, que era la más pequeña de la familia. Recuerdo también sus manitos arrugadas, me encantaba acariciarlas mientras charlábamos”.
Vuelve nuevamente. “La memoria es un camino hacia el pasado con una bifurcación muy importante: recuerdos buenos y recuerdos malos. En un camino reina la luz y en el otro la sombra, así lo percibo yo. Me parece sumamente importante este balance entre lo bueno y lo malo, esa suerte de ying y yang de la memoria, nos mantiene en paz, pero al mismo tiempo atentos”.

Florencia Villaro habla con Eva Montcluth. (Todas las fotos de este reportaje fueron tomadas por Florencia Salto).
No solo la lectura en forma digital ha ganado espacio el último tiempo, también la escritura se ha vuelto un nuevo ejercicio en este mundo virtual donde los sabores a libro nuevo o la tinta que se derrama en los bordes de una hoja parecen haberse quedado atrás. El tiempo ha dado paso a un nuevo capítulo en la relación entre el lector y el escritor.
“Para mi un libro es un libro, independientemente del formato en el que se encuentre. El valor del libro radica en las palabras que contiene no en la forma que está presentado. Un libro es como una persona, lo que importa es lo que contiene en su interior; la «pilcha» (la ropa), el maquillaje, los objetos que lo rodean, son un agregado” responde ante la pregunta sobre el uso de la tecnología en los nuevos modos de abordar la literatura.
“Se puede escribir en cualquier forma, de forma digital o no. Soy una persona que va por la vida y de golpe me llega inspiración y agarro lo que más a mano tengo, el celular, un cuaderno, una libreta, la misma mano, lo que sea. La inspiración es muy loca, en mi experiencia, a veces llega y a veces no. ¿Se puede gatillar la inspiración? Sí. Creo que cuando uno necesita estar inspirado hay herramientas para despertar un poquito ese lado, inclusive de forma digital. Cualquier ayuda que uno pueda adquirir es muy preciosa”.
Alguna vez un académico habló del Homo Viator, un hombre que viaja y adquiere conocimiento en la medida que avanza en el camino, en cada encrucijada y nuevo encuentro. Hoy el escritor actual navega por las cosmopistas de Internet, rompiendo viejos moldes y estereotipos, buscando nuevas maneras de construir el conocimiento. Al respecto, Florencia Villaro dice “que existe un escritor digital. Todos nos vamos adaptando a lo que la actualidad nos va poniendo en frente. Soy de esa clase de persona que prefiere escribir en soledad, pero me adapto, busco la forma de inspirarme con mi entorno también. Hay escritores en todos los formatos, tantos formatos como historias imaginadas. Lo importante es encontrar la vuelta para compartir lo que uno quiere contar, independientemente de como uno llega a escribir” .
Highton no solo es una novela escrita en forma virtual; nació del trabajo de dos mujeres, una en México Eva Montcluth , la otra en Argentina Florencia Villaro. Ambas pensaron que era posible crear un espacio de escritura a la distancia y también ser capaces de hacer añicos el universo del imaginario popular acerca de la soledad del escritor celoso de sus versos.
Ellas han construido una novela a “cuatro manos”, cada una aportando desde lo propio, desde donde están, con todo lo vivido hasta ese momento. Por supuesto, que el proceso creativo no es un lecho de rosas ni mucho menos, existen discrepancias, puntos de vista, caminos sinuosos, palabras arrojadas al aire, noches en vela como ellas mismas admiten tras poner el último punto de la novela.
“Siento que es una enorme lección de humildad y compañerismo trabajar a cuatro manos. Mi experiencia con Eva fue hermosa, porque a diferencia de lo que usualmente ocurre, la amistad no se interpuso en nuestro trabajo, sino que la profundizó. Si bien habían momentos de tensión ocurrieron dos cosas muy importantes: la primera, la amistad nos aportó la confianza suficiente para decirnos las cosas de frente. Nunca tuvimos problemas en decir «no, no quiero esto.» La segunda, cualquier problema que surgía era una prueba que superábamos juntas. Como decía, a pesar de las tensiones, la amistad se mantuvo e inclusive los diferentes obstáculos nos acercaron más”.