La editorial Fórcola, en su nueva colección Ficciones, publica Lorca en Buenos Aires, de la escritora Reina Roffé, autora de otras novelas como La rompiente, Monte de Venus y El cielo dividido, libros de relatos como Aves exóticas, cinco cuentos con mujeres raras, entrevistas a escritores de cabecera, recogidas en el libro Conversaciones americanas, y estudios biográficos sobre Juan Rulfo que son considerados referentes forzosos cuando se aborda la obra del autor mexicano, entre los que destacan Juan Rulfo, biografía no autorizada, de ediciones Fórcola, o Juan Rulfo, autobiografía armada, de editorial Montesinos en edición española.

Roffé, argentina radicada en Madrid desde hace años, aborda una propuesta que tiene a la novela como eje de un libro en el que se cruzan ficción y realidad, en un fresco de amplio espectro sobre la estancia del poeta granadino en la capital argentina durante los casi seis meses en que Federico García Lorca vivió en Buenos Aires, donde obtuvo un éxito memorable con sus obras de teatro.
En octubre de 1933, García Lorca viajó rumbo a la Argentina para experimentar uno de los mejores momentos profesionales y afectivos de su vida. De la mano de Pablo Neruda, Lola Membrives, Oliverio Girondo, Alfonsina Storni, Carlos Gardel y Ricardo Molinari, entre muchos otros personajes que recorren el libro, Lorca triunfó en una ciudad que se encontraba en un momento de apogeo cultural y artístico como ningún otro español lo había hecho hasta entonces. Una Buenos Aires literaria, tramada entre el tango, la escena, la calle Corrientes y la Avenida de Mayo.

 

REINA ROFFÉ
Varias son las voces que recorren esta novela coral, empezando por la del propio Lorca que Roffé recupera a través de unas cartas escritas a su madre, doña Vicenta, y siguiendo por la de una escritora singular, Cesca, que nos interna en la vida afectiva del granadino. Junto a ellos, las voces de Santos Discépolo, la joven Eva Perón, los ya mencionados Girondo, Storni o Norah Lange y, por encima de todas ellas, la voz de una ciudad, Buenos Aires, en la que coincidieron los nombres más relevantes de la cultura de esos años iniciales de la llamada “década infame”, plagada de brillo cultural y sordidez política a ambos lados del océano. Impresiona la cantidad de voces que se reúnen en la novela, la altura intelectual de la mayoría de ellas y la mecánica narrativa afrontada para engarzarlas.
Porque estamos hablando de una novela, y no de un ensayo, a pesar del título que podría llevar a alguna confusión. Lorca en Buenos Aires se estructura en tres partes narrativas perfectamente diferenciadas por la autora bajo los título de “La realidad”, “La ficción” y “Los días y las noches”. En el primer bloque se encara la relación del poeta con una mujer, Cesca, transformada en personaje atractivo y sugerente que nos guía por la imposible relación de Federico con el mundo afectivo femenino, a través de las referencias a sus amores masculinos. “La ficción” nos introduce en la Buenos Aires literaria, culta, festiva y tanguera en la que Gardel y Borges se cruzan por las mismas veredas, recorriendo los cenáculos artísticos de la época de la mano de personajes que, ellos sí, fueron personas de carne y hueso y están en la historia de la cultura en español con letras mayúsculas. “Los días y las noches”, por último, es un ejercicio de recreación de la voz del poeta en primerísima persona, a través de unas cartas escritas a su madre y que nunca envió. Cartas pensadas, en las que la gracia andaluza de Lorca asoma por los cuatro costados, mientras se muestran sus desasosiegos afectivos, sus dudas familiares y su perfil más íntimo y personal junto a Cesca, enlazando así los recorridos del libro de una manera natural y perfecta.

 

LORCA A SU LLEGADA A BUENOS AIRES

 

María Villegas.- Lorca en Buenos Aires fue definida por Juan Ángel Juaristo en la revista Cuadernos Hispanoamericanos (número 796) como una “novela de tema cultural, algo difícil de llevar a cabo con cierto éxito, y modalidad escasa en nuestra literatura”. ¿Está usted de acuerdo con esta definición?
Reina Roffé.- Juristo habla de “recrear con rigor a ciertos mitos», y eso es parte de lo que me propuse con esta novela. Cuando se trabaja con personajes reales, y sobre todo en el caso de Federico García Lorca, el poeta y dramaturgo español más conocido internacionalmente, se hace necesario elaborar lo que podríamos llamar el tránsito, siempre delicado, de persona a personaje. Lo complicado es abordar la novela sin caer en la biografía, sobre todo cuando el material biográfico es abundante.
M.V.- Este tema me interesa mucho. ¿Cómo abordó la abundante documentación sobre el poeta y la época? Porque es evidente que manejó usted muchísimas fuentes.
R.R.- Debí leer biografías, artículos, las propias cartas que Lorca escribió a lo largo de su vida, y releer su obra poética y teatral para investigar su proceso vital y creativo. Una vez hecho
ese trabajo, advertí que debía quedarme exclusivamente con lo esencial y, desde ahí, contextualizar a Lorca en un marco cierto, pero sabiendo que lo importante pasaba por la reinterpretación de los hechos y las circunstancias que rodearon al poeta andaluz, especialmente durante su visita a Buenos Aires.
M.V.- ¿Haciendo que lo novelesco ganara a lo documental?
R.R.- En efecto, la ficción debía ganarle al sesgo histórico. Traté de sumirlo en su marco histórico, social y familiar, permitiendo que hablara por sí mismo, de ahí la invención- ecreación de su voz en la parte denominada “Los días y las noches”, tratando de que  parecieran sus fantasmas, sus estados de orfandad, sus temores, su íntima filiación con la
muerte, como también su lado solar, gozoso, su alegría innata, incluso su charlatanería, que hizo que Borges lo catalogara de “andaluz profesional”.
BUENOS AIRES EN LOS AÑOS TREINTA
M.V.- ¿Cómo era la Buenos Aires que Lorca conoció?
R.R.- Era una ciudad muy viva, que aunaba la melancolía del tango, entonces en su esplendor, con la renovación y los proyectos vanguardistas. Una ciudad curiosa y lectora, amante del teatro, la música y la poesía. No olvidemos que, en la Argentina, la gente recitaba de
memoria los versos del Romancero gitano como si fueran clásicos populares. Lorca fue homenajeado y aplaudido en todos los lugares a los que acudió, pero fue en el teatro donde cosechó sus mayores éxitos de público y económicos. Nada más pisar suelo argentino, el 25 de octubre de 1933, la compañía de Lola Membrives repone Bodas de sangre con rotundo éxito. Su biógrafo más importante, Ian Gibson, refiriéndose a la reposición de esta pieza teatral en la capital argentina, dirá que “es tal vez la noche más triunfal de la vida de Lorca”.
Durante su visita se dieron varias de sus obras, como La zapatera prodigiosa, Mariana Pineda, Retablillo de Don Cristóbal la adaptación de La dama boba, de Lope de Vega. Pablo Neruda, Alfonsina Storni, Norah Lange, Oliverio Girondo, Salvador Novo, Santos Discépolo, Victoria Ocampo y todo el que destacaba en la vida cultural de aquellos años increíbles, se reunieron con Lorca, trabaron, en algunos casos, amistad con él y dejaron su nombre escrito en la vida del poeta con una huella muy marcada hacia su corto futuro. Por otro lado, América le brinda a Lorca la posibilidad de editar sus versos prohibidos, como la edición de la “Oda a Walt Whitman” que el escritor y embajador mexicano Alfonso Reyes le entrega durante su escala en Brasil en el buque Conte Grande, camino de Buenos Aires, y le abre la perspectiva de
representar obras como “El público” o “Así que pasen cinco años”, de imposible estreno en la España de aquellos años. Lorca ha dejado un recuerdo imborrable en la Argentina, y sus obras se representan ocho décadas después de su partida con el mismo éxito de público que obtuvieron en 1934.
M.V.- La escritora María Rosa Lojo escribió en el diario La Nación, de Buenos Aires, que “la novela de Reina Roffé integra una sólida investigación histórica y literaria a una escritura
capaz de vuelo poético y profundidad reflexiva”.
R.R.- Bueno, a mí me gustaría que así fuera. Ésa fue, al menos, mi intención. Escribir una novela, con la ficción como eje narrativo, un personaje que superara a la persona y al mito, y una ciudad protagonista de la narración. Todo ello digitado por otro personaje, Cesca, que me ofrecía la posibilidad de unir diversos estratos narrativos sin faltar a la realidad, pero conservando la ficción en primera persona.

 

María Villegas es periodista y colaboradora
free lance en editoriales independientes (Larfe, Amtea editorial, R/S
ediciones), redactora de fanzines en papel como Gran Angular, Tribuna
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