El 20 de febrero de 1982, Ricardo Melogno fue detenido en la ciudad de Buenas Aires. Tenía 20 años y había sido acusado de asesinato tras la denuncia de su padre y de su hermano, quienes habían encontrado bajo su cama los documentos de identidad de los tres taxistas asesinados en los días precedentes. Una vez detenido, Melogno no tardó en confesar: él era el autor de los asesinatos. Entre los días 23 y 28 de febrero, en un triángulo de unas diez cuadras, Melogno había disparado con una pistola calibre 22 a tres taxistas, dejando sus cuerpos sin vida dentro del vehículo en plena calle. ¿El motivo? “Oía voces que le ordenaban que tenía que hacerlo, matar al conductor”, explicó, en un primer momento el detenido, aunque con el tiempo matizaría aquellas palabras: “Una de las cosas que más me costó explicar es esa. No recuerdo haber escuchado voces, pero sí recuerdo el sentimiento, la necesidad interna. A veces… ponele, ves un plato de comida y ver esa cosa te da hambre. Esto era al revés. Algo interno: mediodía, te hace ruido la panza, sentís algo. ¿Qué es? Hambre. Aunque no viste comida, el cuerpo pide comida. Esto era un poco lo mismo. Una sensación física. No tengo otra manera de explicarlo”, dirá Melogno tiempo después.
A finales del 2014, treinta y dos años después de su detención, todavía en prisión, Ricardo Melogno concedió una larga entrevista, cuya transcripción el escritor argentino Carlos Busqued utilizó para construir Magnetizado (Anagrama) una novela que, sin embargo, no parece sentirse plenamente cómoda en dicha categorización. El autor, en efecto, juega a inscribir y, al mismo tiempo, a alejar su obra de la categoría de “novela” de la misma manera que juega a ser el autor del texto y, al mismo tiempo, a ser solo su editor: “El texto precedente resulta de la edición de las transcripciones de más de noventa horas de diálogo con Ricardo Melogno, grabadas entre noviembre de 2014 y diciembre 2015”, apunta en la nota final Busqued, quien hace hincapié en el hecho que “la edición respeta las palabras del entrevistado pero las recorta, agrupa y organiza en función de temas y cronologías, a los fines de ordenar la historia”. El lector de Magnetizado se encuentra con la transcripción de una entrevista, siendo ésta la forma que adopta el libro y, en parte, puede leerla como tal, como una trascripción. Sin embargo, dejando de lado el nivel formal y el nivel pragmático, Magnetizado no es ninguna transcripción, sino es la reelaboración de una transcripción: Busqued utiliza las herramientas narratológicas a su disposición para reordenar las declaraciones de Melogno y construir, a partir de ellas, un relato que ya no es el que Melogno contó desordenadamente a lo largo de las 90 horas de conversación con los periodistas, sino que es el relato creado por Busqued.
¿Magnetizado es una novela? Lo es en cuanto el autor argentino interviene en ella, utiliza el relato del detenido para moldearlo en beneficio de una historia que debe ser narrada. Al mismo tiempo y desde un punto de vista pragmático, el lector puede leer Magnetizado como el relato de viva voz del asesino y, por tanto, como un relato autobiográfico en el que hay pocos resquicios para la ficción. Si bien, en palabras de Busqued, no hubo que inventarse “la historia y los acontecimientos reales no dejaban mucho margen para la novela o para la ficcionalización de las partes que faltan”, la ficcionalización es el resultado de la ordenación, de la reconstrucción del relato, en los que los vacíos dejados por Melogno no son llenados por Busqued, jugando, en su nueva estructuración, un papel esencial dentro de la trama. En efecto, Magnetizado cuestiona la posibilidad de la comprensión de los motivos que llevaron a Melogno a cometer un asesinato; mientras que John E. Douglas nos relata, a través de su propia experiencia personal en el FBI, las técnicas para adentrarse en las mentes de los criminales y para construir perfiles psicológicos que puedan servir para la detención de criminales, Magnetizado se pregunta hasta qué punto es posible comprender la mente del otro y, sobre todo, hasta qué punto estos perfiles no son un relato que construimos ad hoc para clasificar el mal, para comprender lo incomprensible.

Carlos Busqued
“En todos estos años, menos oligofrénico me han dicho de todo. Borderline, psicópata, psicótico, esquizofrénico, autista, parafrénico. He pasado por todos los estados de la psiquiatría conocidos. Terminé en el peor, considerándome una personalidad psicopática, que es lo peor que podían darme, una psicopatía de base que no retrocede. Puedo estar bien sin medicación, pero eso no significa que no sea una persona peligrosa y para el informe de la última audiencia soy un predador esperando el momento de atacar. A lo cual yo respondo: bueno, entonces soy el predador más pelotudo del mundo, porque qué pasó que no maté a nadie en treinta años de cárcel”. A pesar de los muchos diagnósticos, nada parece explicar los motivos del asesinato y las palabras de Melogno son tan poco fiables como lo son los diagnósticos: “En Capital soy inmutable, no comprendo mis actos. En Provincia comprendo y, en consecuencia, soy responsable de mis actos”.
El detenido no sólo repite una y otra vez que no había una razón que le llevara a asesinar a los tres taxistas, sino que, desde el primer momento, su relato parece moldearse a partir del relato, mejor dicho, de los relatos que se han construido sobre su caso, convertido en un paradigma dentro de los estudios psiquiátricos: “El cuerpo médico forense conmigo inventó el concepto de ‘peligrosidad potencial’. Que después se aplicó a otros también. Capaz se lo hayan hecho a otros antes, pero por escritor creo que soy el primero”, explica Melogno, a través de cuyas palabras observamos los innumerables relatos que se han construido para describirlo, para categorizarlo, para comprenderlo…. Sin embargo, todos estos relatos tienen los mismos vacíos que el relato del propio Melogno, unos vacíos que tienen que ver no sólo con la imposibilidad de encontrar un porqué, sino con la imposibilidad de construir un relato total, un relato donde la lógica causa-consecuencia lo comprenda todo y nada quede en la indeterminación. En Magnetizado, Busqued congrega distintas voces en la voz de Melogno, éste habla, pero a través de él aparecen los otros relatos que se superponen en el relato en primera persona del detenido, cuya identidad se construye a la vez que se desfigura por las muchas máscaras -identidades- que se le han impuesto y que éste ha ido asumiendo. Según la RAE, magnetizar es “atraer, fascinar a alguien”, pero también “producir a alguien sueño magnético por fascinación, hipnotizar”; Melogno ha sido magnetizado en tanto que ha sido hiptonizado por los relatos que de él han escrito y, al mismo tiempo, los otros han sido fascinados por Melogno, convertido en una fuerza magnética que llama hacia él por el misterio que representa. Busqued no ofrece respuestas, no puede ofrecerlas, porque precisamente el relato se sustenta sobre la imposibilidad de una concreción. Magnetizado plantea, asimismo, la imposibilidad del detenido de definirse a partir de un “yo” propio. ¿Quién es Melogno? Es aquello que las circunstancias le han dictado que sea: “Acá me respetan en mi condición de preso que soporto treinta y cuatro años de cárcel”, pero “acá sigo siendo un asesino”, comenta Melogno en los últimos momentos de la entrevista, antes de concluir: “La única expectativa que tengo, la única deuda trascendental, es ser una persona. Yo fui cucaracha. Y después un monstruo. Y después un preso. Me gustaría ser una persona”. ¿Quién fue Melogno más allá de las etiquetas? Pero, sobre todo, ¿no son todas estas etiquetas el resultado de una constante búsqueda de un relato capaz de explicar quién era Melogno? ¿Acaso ese relato no está condenado al fracaso?